El Empíreo: ¿Y el héroe?

¿Y el héroe?


Por María Milagros León

Cuando somos pequeños, la figura de un héroe siempre está presente en nuestros juegos y sueños. Siempre está ese hombre con capa que salvará al mundo y derrotará al villano. Y sin irnos a lo fantástico, en la realidad de ese momento, nuestros padres son los superhéroes de todas nuestras películas.
Al crecer, parece que esos héroes desaparecen para nosotros y entonces, es cuando llega el momento de asumir ese papel. La pregunta del millón es: ¿Cómo ser un héroe si siempre he sido yo el rescatado?.

Muchos se quedan en esta pregunta y prefieren ser los libertados por siempre, sin importar cuanto haya que esperar para encontrar al próximo “libertador”. Asimismo, habrán otros que decidirán asumir la batuta y ser esos personajes capaces de enfrentar y solucionar los problemas.

Actualmente en Venezuela, vivimos una crisis de pueblo, concepto que Mario Briceño-Iragorry describe perfectamente en “Mensaje sin destino”, ensayo escrito en 1951 y que hoy en día posee extrema vigencia en la cotidianidad venezolana.

Cuando escucho a un venezolano decir “A este país tiene que llegar un hombre de mano firme para que se arreglen todos estos problemas”, se me vienen a la mente dos cosas: La primera es que este individuo - al plantearse la pregunta comentada anteriormente - definitivamente decidió ser la damisela en peligro que el héroe tiene que rescatar; y la segunda es que la vigencia de la crisis de pueblo reposa en este pensamiento. La siguiente cita de Briceño-Iragorry en Mensaje sin destino, sostiene esta segunda afirmación:

“Como colectividad siente poco el pueblo la sombra de su esfuerzo sobre los muros del tiempo. Le han enseñado solo a verse como masa informe que sirve de cauda disciplinada y sufrida a los mílites que hicieron a caballo las grandes jornadas de la guerra. La historia bélica que hasta hoy ha tenido preferencia en la didaxia, ha sido para el pueblo venezolano como centro de interés permanente, donde ha educado el respeto y la sumisión hacia los hombres de presa. Porque nuestra historia no ha sido los anales de los grupos que formaron las sucesivas generaciones, sino la historia luminosa o falsamente iluminada de cabecillas que guiaron las masas aguerridas, ora para libertad, ora para el despotismo” (Pag. 7, Cap. 2, Mensaje sin destino)

Un pueblo que alaba a sus “héroes históricos” por sus victorias bélicas en vez de leer y estudiar detalladamente sus ideales, está destinado a ser siempre un pueblo rebaño. Este término lo utilizo para referirme a todas aquellas personas destinadas a ser siempre los libertados y no los libertadores, pues al entender siempre la historia de una forma bélica, ignoran la parte más importante que Briceño-Iragorry llama “la historia de los hombres”.

Y con todo esto, vuelvo al comienzo de este artículo para concluir que, al parecer, la mayoría de los venezolanos ven a Venezuela como un reflejo de ellos mismos cuando pequeños: Aun es una niña que espera esa gran figura de superhéroe para que este la saque de embrollos.

Este pensamiento es lo que constituye ese error garrafal que generación tras generación se ha cometido y se seguirá cometiendo si el venezolano sigue conformándose con ser ese pueblo rebaño y no en trabajar arduamente para llegar a ser el pastor.

No puedo ponerle un punto final a este artículo sin antes citar nuevamente a Briceño-Iragorry con uno de mis estractos favoritos del ensayo Mensaje sin destino que, definitivamente, espero sea leído por todos y cada uno de los venezolanos para así entender la crisis de pueblo que vivimos y seguiremos viviendo si no nos convertimos en esos superhéroes que de pequeños soñábamos tener.

“…cuando Luis López Méndez, refiriéndose a los Padres de la Independencia, exclamó: «Aquellos hombres hicieron su obra, hagamos nosotros la nuestra», no repudió el pasado como fuerza constituyente, sino el infecundo conformismo de quienes creyeron que ya todo estaba hecho por los antepasados”….”nunca llegará a nada un pueblo que se resigne a mirar con tímido respeto la gloria que pasó”…”debe mantenerse intacto el «hilo de oro» que une las generaciones, a fin de hacer posible la superación constante de aquella gloria”. (Pag. 18, Cap. 4, Mensaje sin destino)

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