El Empíreo: Monólogo de un antiguo amnésico

Monólogo de un antiguo amnésico

***(Pieza teatral breve)***

Escrito por Anakarina Fajardo 

Imagen: Modernes Uni Tanztheater


***(Él entra descalzo a escenario. En tarima hay únicamente una silla colocada en el centro e iluminada por un reflector cenital. Se enciende la luz. Él se sienta en la silla y comienza a hablar entre tonos de solemnidad y entusiasmo).***






   Lo que somos hoy día es el resultado del paso de los siglos, por consiguiente, negar nuestro pasado significaría corromper nuestra esencia y frustrar nuestro futuro. 
   No vine a aquí para hablarles de cómo ha trascurrido la historia desde la misteriosa creación del Universo. Solo quiero crear en ustedes una pequeña reflexión, para lo que necesito que, rápidamente, retrocedamos al siglo V, cuando la caída del Imperio Romano dio inicio al Medioevo. Podemos apuntar que esta etapa feudal y monárquica es juzgada, hoy día, como un período oscuro del que casi ningún legado relevante puede ser rescatado; sin embargo, ¿sabían ustedes que la verdad es que no existe creencia popular más errónea? Durante esta edad de inmovilidad social y de desigualdad en materia de derechos, bajo el anhelo de la enseñanza y el aprendizaje, el nacimiento de la Universidad abriría caminos y difundiría la luz del saber entre aquellos que, al no poder gozar de la exclusividad clériga de ser parte de una escuela, nunca acallaron sus ansias de adiestrarse. Por ello, más allá del aumento en la neta cantidad de instruidos, el cambio realmente sustancial fue la aparición del interés por conocer. 
   Tiempo después, en el siglo XV, el buque del europeo navegó sobre aguas americanas por primera vez y el aborigen recibió tropas de extraños visitantes en sus tierras vírgenes. ¿Lo logran imaginar? A partir de allí comenzó una época en la que la naturaleza del individuo empezó a ser considerada a nivel sociopolítico, dado que la Modernidad albergó a ilustres hombres como Jean-Jacques Rousseau, quien rebuscó en el orden civil una fórmula segura y legítima para alcanzar la armonía entre la administración y el bien de la sociedad, identificada por una naciente movilidad e interacción entre clases. Les aseguro que, para este momento, nos encontrábamos ante una edad donde el absolutismo se hallaba limitado por otras figuras institucionales que, en conjunto con la actividad comunicacional, constituyen ejemplos de las herencias cardinales de la Edad Moderna. 
   Y ya llegamos a la última parada de nuestro rápido recorrido histórico, pues con el siglo XVIII inicia la Contemporaneidad: un período influenciado por los ideales que indujeron a los hombres a oponerse al Antiguo Régimen y a encender la llama de la Revolución Francesa y de los principios de “Igualdad, fraternidad, libertad”. Lo que derivó de ello, consecuentemente, se les hará más familiar, pues se trató de un nuevo sistema político caracterizado por la progresividad en el derecho de todos los ciudadanos sin distinción, y por la presencia de un Estado con limitaciones; una economía capitalista marcada por libertades cambiarias; y una sociedad cuya movilidad se define, hasta la actualidad, por el esfuerzo de las gentes. 
   Yo declaro, sin duda alguna, que esta evolución política, económica y social no hubiese sido viable sin la presencia de individuos que, demandando prácticas de justicia e igualdad, no solo dejaron de darles descanso a sus mentes hasta forjar sus intelectos y habilidades sino que ayudaron a difundir la luz del saber; a enriquecer las vidas de aquellos que en algún momento pudieron haberse desviado de su norte a causa de una pérdida de interés por el progreso de la humanidad; y a curarles de un malestar que, a partir de ahora, llamaremos “amnesia histórica” y que definiremos como “la total apatía por el saber del pasado”. Pero, atención: si bien la amenaza que representa esta injustificable enfermedad no disminuyó ni disminuirá con el paso de los años, siempre fue considerable el índice de sobrevivientes, curados gracias al logro de un cambio de mentalidad que les permitió abrir sus horizontes y encaminarse con interés en las vías del saber. 
   No obstante, al presente me parece que mientras más se facilita la subsistencia del hombre, es menor su interés por conocer y hacer suyos los valores y los principios de su comunidad, lo que nos posiciona ante una irónica involución en cuanto a la prevención de la amnesia histórica. ¿No creen? Se trata de un fenómeno de dejadez en el que el individuo actúa por inercia, ignora su identidad y, en vez de aprovechar las innumerables oportunidades que le brinda la contemporaneidad, da por sentado que no tiene nada que aportar a la historia. Sé que muchos de ustedes se sentirán identificados con mis palabras... 
   Esta enfermedad, tan oscura e ignominiosa para el ciudadano, resulta paradójicamente beneficiosa para los pérfidos gobernantes que, por conveniencia, no invierten lo suficiente en una educación competente, lo que comprende una de las causas principales de que los individuos no se instruyan justamente, ignoren su sentido de pertenencia y no alcen su voz contra la opresión. Pero, ¡díganme!, ¿cómo reaccionar ante algo que se desconoce? Recordemos que si una persona no aprecia lo suyo, nadie lo hará por ella; pero ningún ser humano puede amar aquello que desconoce… 
   Les aseguro a todos que, a fin de prevenir la amnesia histórica, cada uno debe razonar que con el entendimiento del pasado se construyen antídotos contra las injusticias del presente y se defienden los valores de la genuina patria, formada por ustedes: personas con el instinto luchador en su sangre, pero que, hoy día, se ha diluido con la sumisión y la ignorancia que les hacen creer poseer la patente de corso para denostar a su país. Para impedir su conversión en un súbdito de aquellos que poseen el control, necesitan criticar reflexivamente y desarrollar el orgullo por su tierra basándose en argumentos sólidos adaptados a la actualidad, heredados del conocimiento histórico, debido a que los hechos se repiten, pero jamás en las mismas circunstancias. 
   ¿Olvidarnos del pasado, no pensar en el futuro y solamente vivir el presente? ¡He aquí representada la ignorancia de todos nosotros, ignorantes de que el presente no existe en sí mismo, de que es solo un fruto del pasado unido con el futuro! Entonces, ¿qué es el presente? 
   Tengo la potestad para asegurarles que el presente constituye lo que hagamos con las luces del pasado, ya que yo mismo me he curado y ahora soy un antiguo amnésico histórico. 



***(Fija su mirada en el horizonte. Se apaga la luz).***


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