El Empíreo: Ideas como antídotos

Ideas como antídotos

Por Alessia Pigna Raulli


Foto cortesía http://ticenlaacademia.tumblr.com/

Después de haber estudiado y comprendido mucho de los hechos y datos históricos sobre el mundo occidental, es elemental denotar que ellos son, sin duda, la base para entender el mundo de hoy, y en especial, a Venezuela. Las ideas plasmadas y ejecutadas en siglos pasados, han trascendido en el tiempo y han modificado nuestro comportamiento actual. 

Si nos remontamos en la época de independencia, y analizamos un poco de que iba el Acta, vemos cómo surgieron cantidades de ideas que buscaban poner fin y cortar el lazo colonial que existía entre la Capitanía General de Venezuela y la Monarquía española. La idea de República, Soberanía, Libertad, Igualdad, Ciudadanía, que se proponían en el escrito, representan nuestro nacimiento como Estado que está íntimamente ligado al comportamiento y seguimiento de formalismos. 

Bien como nos expresa Ezequiel Martínez con La Cabeza de Goliat, la vida tiene que estar vinculada a la plasticidad y a la poética: a lo interno y no a lo externo. Hay que observar y no simplemente ver. Nuestros sentidos están adormecidos, y muchas veces no valoramos el país que tenemos.

A diario escuchamos frases como “¡Qué orgulloso me siento de ser venezolano!” “¡Nada como Venezuela!” y otras veces, todo lo contrario: “¡Este país no va a llegar a nada!” “¡Estamos retrocediendo!”; es de suponer que cualquier persona que se exprese de tal manera es porque tiene razones comprensibles que le favorezca/afecta su realidad. Pero, ¿tienen estas personas conocimientos fundamentales que les permitan entender el por qué se vive bien o se vive mal? 
Es fácil seguir una ideología política; es fácil querer luchar por el cambio de un país. Pero, ¿se sabe realmente por qué se hace? ¿Se sabe realmente por qué nos debemos sentir orgullosos de nuestro país? ¿Se sabe por qué las cosas se turban políticamente? 

Muy bien explicaba Mario Briceño Iragorry, en su ensayo Mensaje sin destino, que “…También nos valemos del Libertador para cubrir, con los resplandores de su gloria lo opaco y menguado de nuestra realidad cívica. Y como es Padre de todos, cualquiera se cree con derecho de interpretar sus pensamientos, y aun de ponerlos al servicio de intereses foráneos.”

Precisamente lo que le ocurre a Venezuela, o mejor dicho, a los venezolanos, es que nos hemos quedado estancados en las historias bélicas, en nombres y fechas importantes; nos tratan de enseñar simplemente “quién fue el mejor”, cuando nació y murió y contra quienes peleó. Pero nos quedamos ahí, sin saber entonces el “por qué” de las cosas; el porqué de cada idea: el venezolano tiene carencia de contenido y profundidad. 

Nosotros como estudiantes, no solo tenemos el legado de las ideas de nuestra acta de Independencia, sino que también tenemos el gran legado de la Revolución Francesa, donde gran parte de los estudiantes de la época buscaban un cambio para su país, un despliegue y corte de la monarquía a través de nuevas ideas y conocimiento. Lo que se vive hoy en día en Venezuela, no es más que réplicas de mucho de los errores del pasado: vivimos una democracia disfrazada, El “Estado” hace referencia a una sola persona y no al pueblo en su totalidad; también, como se explica en la Encíclica de Rerum Novarum, hoy vivimos un socialismo que solo atiza el odio para “solucionar el problema”. Estamos cerca de ser un país, (si es que ya no lo somos), como la Isla Utopía que nos explica Tomas Moro en su libro Utopía. En la Edad Contemporánea, se tiene esquemas asociados a las democracias y las libertades. Pero hay que tener en cuenta que democracia no es sinónimo de elecciones. 

Estas ideas, entre muchas otras, no son más que antídotos para evitar cometer errores del pasado. Si no conocemos nuestra historia, si no nos conocemos a nosotros mismos como venezolanos, no vamos a poder obtener las herramientas necesarias para alimentar nuestra filantropía ciudadana, porque sencillamente tenemos el mejor país del mundo como para dejarlo solo.

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