El Empíreo: Un poco de historia: cómo llegamos a ser un populismo militarista

Un poco de historia: cómo llegamos a ser un populismo militarista

Por Alessia Pigna Raulli.
Foto extraída de www.politicacritica.com

Tanto el populismo como el personalismo son conceptos caracterizados por tener una vinculación entre un exceso de carisma personal, cercano al autoritarismo, junto a la característica de mantener contentas a unas masas consideradas incapaces.

Algunos rasgos del populismo están basados en la ideología vaga e imprecisa; en el contacto místico entre el líder y las masas; en el rechazo de la lucha de clases en el sentido marxista; con el populismo se establece una división entre lo social y lo político intentando integrar ambas dimensiones por medio del Estado, bajo la figura de un líder carismático.

Si bien comparamos el concepto de caudillismo venezolano con el populismo, podemos encontrar semejanzas y características sobresalientes. El caudillismo es conocido como un fenómeno social que consistente en la aparición de líderes carismáticos cuya forma de acceder al poder y llevar el gobierno estaba basada en el endiosamiento de su persona al hacer creer a sectores importantes de la población que el caudillo podía llegar a solucionar todos los problemas existentes.

¿Es Venezuela actualmente gobernada por un grupo de caudillos?

Así pues, pudiéramos decir que el populismo en Venezuela ha predominado desde siglos pasados: primero el caudillismo, que prevaleció con dicho nombre hasta la dictadura de Juan Vicente Gómez, donde se pensaba que había sido eliminada. Esta volvió, de una forma más evolucionada conociéndose como ‘populismo’ donde estuvo presente en la ‘tan grandiosa época de la Democracia venezolana’. En esta época lo político estaba fijado en lograr un fin particular: el de los partidos tradicionales AD y COPEI; había una demanda de una población que resentía el distanciamiento de esas organizaciones con respecto a sus expectativas. Los sucesos del 27 de febrero de 1989, conocidos como ‘el caracazo’, así como las sublevaciones militares de 1992, marcaron el punto de inflexión del sistema populista.

A partir de esos acontecimientos, la deslegitimación del sistema político, enmarcada en una grave crisis social que derivaba del deterioro de la calidad de vida de una buena parte de la población. En 1998 no hubo crecimiento económico y la inflación cada vez era más alta, esto dio lugar a una dramática caída del petróleo. La sociedad estaba fragmentada y ‘huérfana’ de representación política. Esto volteó la mirada de Hugo Chávez, quién prometió eliminar la corrupción, así como reivindicar a la población empobrecida.

El gobierno de Chávez se inauguró en materia social, concentrando en políticas compensatorias hacia los sectores más pobres de la población. Se diseñó el Plan Bolívar para atender dichos poblemas sociales. Este "Plan" fue entregado a los militares bajo la ideología de la "salvadora unión ejército-pueblo". El predominio de los militares en cada uno de estos programas, ha sido casi absoluto.

La relación de Chávez con el segmento de la población como objeto de atención de estos programas, solo utilizando la mediación militar, nos da a entender una nueva manera de manifestarse el populismo en nuestro país: un populismo militarista.

Conniff (2003) sugiere que tal vez existe en América Latina una nueva categoría de neopopulismo surgida en los últimos años: la militarista. El militarismo chavista no es sólo de forma sino también de contenido. De forma, pues su gestión de gobierno y su discurso están fuertemente impregnados de sustancia militar. Uno de los indicadores que refuerzan este aserto es el gran número de militares en cargos de gobierno. En cuanto a su contenido, esta fuerte participación del componente militar tenía, y hoy en día más repotenciado, alcances de extracción popular, donde los militares son portadores de un carisma increíble y defensores radicales de un nuevo trato para la clase más baja. Es decir, un populismo pintado de verde militar.

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