El Empíreo: Sintiendo la ciudad

Sintiendo la ciudad


Por María Milagros León

“Si Alejandro Humbolt pudo hacerlo en 1800 sin los avances tecnológicos y científicos que hoy en día tenemos, ¿cómo ustedes no van a poder?” Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza. Sentía celos de que un alemán pudiese conocer más mi ciudad que yo. Y más aún, sentía celos de que él fuese más perspicaz que yo.

Entonces salí de la clase y decidí hacerlo. El fin de semana iría a recorrer Caracas con mi amiga Catherine. Ya lo había hecho numerosas veces con mi familia cuando era pequeña pero solo para sumergirnos en los incontables comercios informales que años atrás invadían las calles y avenidas del centro de Caracas.

Las palabras de Ezequiel Martínez Estrada junto a las del profesor, habían despertado unas ansias de encontrarme cara a cara con mi ciudad. De percibirla con mis cinco sentidos, pero sobre todo de palparla:

“El tacto de la ciudad es percibido por los pies. La mano es inútil para palpar la ciudad. No podemos entrar en contacto con ella si no es por los pies”. (La cabeza de Goliat. Martinez Estrada, Ezequiel)

Teniendo cada palabra de La Cabeza de Goliat presente, el sábado arribamos la aventura de conocer y fotografiar cada esquina de la ciudad sin prisa. Sin duda nos faltaron muchos espacios por reccorer pero había realizado lo que muchos en mi salón jamás se atreverían a hacer: Recorrer Caracas sin miedo a morir.

Por el contrario, al finalizar el recorrido me sentí llena de vida. Le di una oportunidad a Caracas y ella me la dio a mi también. Nunca antes me había sentido tan libre en mi ciudad. Seguro que Catherine tampoco.

Encontrarse caminando por Caracas, puede llegar a ser una experiencia abrumadora. Nosotros, sus ciudadanos, nos hemos dejado llevar por las largas hileras de luces rojas de las avenidas, el ruido de nuestras vidas y la cotidianidad de cada día, hecho que nos ha separado de las calles.

Sin darnos cuenta, Caracas pasó a ser un paisaje para admirar a través de la ventana del carro, la casa o la oficina. Una simple estampa de aquello que antes era nuestro entorno y que ahora pareciera ser un espacio desconocido, olvidado y lamentablemente irrespetado.

A pesar de esto, nuestra ciudad no nos olvida. Lo que la mayoría de los caraqueños desconoce es que ser peatón en Caracas es una experiencia gratificante. Y es que, nuestra urbe posee la particularidad exquisita de guardar en cada esquina una historia.

Nuestra historia transcurre dentro de las ciudades y Caracas no es la excepción. Reencontrarse con los espacios públicos, es anexar capítulos de vida, pues cada uno de ellos responde a un momento social e histórico.

Sé que al recorrer la ciudad nos exponemos a la inseguridad, pero al no hacerlo viviremos en ella sin nunca haberla conocido y para estar en un lugar que no conozco, prefiero no estar.

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