El Empíreo: La Gran Colombia del Siglo XXI

La Gran Colombia del Siglo XXI

Por: Luis Farage Salima

Si bien hoy en día se cree que el gran plan de Bolívar de unir a toda América Latina bajo un mismo nombre- ideal que tomó de Miranda- fracasó en 1830 al iniciarse la separación definitiva de la Gran Colombia, podemos ver que no es así y que esta idea sí se logró mantener en el tiempo.

A pesar de que no hay una unión territorial propiamente dicha, si la hay cultural. Más allá del origen, lenguaje, y nos podemos atrever a decir, religión, sobre todo apreciamos esta uniformidad en el aspecto de la idiosincrasia, y quizás un poco más puntual, en una idiosincrasia pasional y desastrosa. No nos es misterio que los latinos somos personas amantes de las pasiones y sobre todo, de las pasiones fuertes; es por esto que quizás ese gusto por la pasión se haya tergiversado y se haya vuelto desorden, lo que a la larga nos ha generado muchos de los problemas que viven nuestras sociedades hoy en día.

Muchos se preguntarán cuáles son estos problemas, y dado a que la lista es larga nombraremos los más críticos como lo son la falta de autoestima nacional y el desconocimiento de nuestra historia, algo que podemos ver en los escritos del venezolano Mario Briceño Iragorry en Mensaje sin Destino (1951) y Patria arriba (1955), el militarismo como método político y de justicia perjudicial a la sociedad, como lo muestran el colombiano Gabriel García Márquez en La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962), el autor peruano Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros (1963) y La Fiesta del Chivo (1998), la crisis social de valores, desarraigo y familia, analizado por medio del libro  El autoestima del venezolano (2011) de Manuel Barroso, y posteriormente, el gusto desmedido por las pasiones fuertes haciendo así que el desorden sea el orden, imponiendo así la picardía como un valor o característica positiva, y celebrando los placeres hedonistas básicos y fatuos al punto de volverlos lo único vital para el latinoamericano. Esto lo podemos apreciar en la obra de Vargas Llosa La civilización del espectáculo (2012) que va de la mano con el libro del venezolano Axel Capriles  La picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo (2008). 

Podemos ver que estos problemas son algo ya tan cotidiano que quizás se pasan por alto. Lo alarmante no solo es eso, sino que están presentes por toda Latinoamérica y desde hace tiempo, como lo han expuesto a través de décadas diversos autores de distintas nacionalidades. Lo que es aún más preocupante es que siguen vigentes. Nuestra mentalidad desordenada, exagerada y visceral nos ha afectado al punto de ganarnos una fama negativa. Realizar actos tan absurdos como aplaudir cuando aterriza un avión, el ser ruidosos sin tomar en cuenta el lugar donde se está o pelear en lugares públicos, son costumbres de nuestras culturas que han excedido los propios estereotipos que nos caracterizaban antes, como podía ser el  pueblerino  con poncho y sombrero, y han dado origen a nuevos estereotipos, más urbanos, que nosotros mismos dibujábamos caricaturescamente antes, como lo son el pícaro, el funcionario público corrupto, el dictador civil o militar, el nuevo rico sin educación o el malandro, entre otros. Claro está que no se espera que cambiemos nuestro modo de ser; no se espera que los venezolanos, argentinos y brasileños, por nombrar algunos casos, empiecen a actuar con la frialdad racional con la que funcionan los alemanes, suizos, ingleses y daneses, pero sí se puede esperar siquiera lo mínimo que es, una vez diagnosticados los problema que nos aquejan,  aprender y empezar a actuar en pro de resolverlos.


Si esto no ocurre, solo queda esperar que el destino de nuestros pueblos esté signado por lo que el argentino Jorge Luis Borges expone en uno de los puntos de su ensayo Nuestro Pobre individualismo (1946), que sigamos depositando nuestras esperanzas mal fundamentadas en un “héroe”, no en un estado que representa orden. Este personaje se identificará con el pueblo y luchará, en su representación, contra esas “mafias” como lo son la policía o el gobierno y al final impondrá su propio modelo que supervise y cuide al ciudadano, que por lo que ha mostrado nuestra historia es una dictadura.  Así que el ideal de Bolívar de unir toda Latinoamérica sigue vigente, solo que en lugar de ser una unión política-territorial es una mental, en la que nos gobiernan lobos con argumentos de ovejas y el desorden y locura son el orden establecido.

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