¿Una utopía impostora?
Por: Victoria Aloisio
¿Alguna vez has pensado en cómo sería vivir en un mundo perfecto? Una República ideal e imaginaria regida por sabias leyes, que aseguran a todos sus habitantes un mínimo de felicidad a cambio de su trabajo. Donde no exista la injusticia, ni la desigualdad, donde todos vivamos felices en sociedad, sin discriminaciones de ningún tipo, y donde haya un alto control del poder político por medio de una democracia hecha por excelencia.
Un mundo ideal, el sueño de todo individuo que desee alcanzar su felicidad, un paraíso perdido donde ser felices sin esfuerzo es lo común. Un lugar donde gozar de toda libertad para realizarnos como personas, un territorio exento de autoridad y opresión, con un orden perfecto e infalible que haga de nuestra vida una fantasía perpetúa. Sin duda, este deseo brota de todo mortal porque forma parte de su ser. La vida sin sueños no tendría sentido, y como sueños que son, las utopías aportan ese sentido a nuestra existencia cuando la realidad se muestra insuficiente.
Seguramente si has pensado en un lugar hecho a la perfección como este. Sin embargo aunque la vida en ese mundo suene extraordinariamente bien, puede llegar a ser el relato de algo similar, o inclusive, de algo peor a nuestra realidad, y de esto se trata el libro ‘’Utopía’’ de Tomás Moro, hombre culto y letrado, que desempeñaba importantes labores diplomáticas al servicio del Rey Enrique VIII, quién en aquel momento era su amigo.
Este ‘’mundo perfecto’’ consiste en una teoría fundamentada principalmente en los valores de justicia y bondad, pero de imposible realización, de aquí a que el significado de Utopía sea ‘’lugar que no existe’’, o ‘’el no lugar’’. Pero, ¿En qué consiste principalmente Utopía? Pues, es una novela política, de un cuadro idealista que establece el Estado democrático ideal. Estos ideales están reñidos con la naturaleza real del hombre y de la cosas. Es su propósito lograr una sociedad justa, regida por los máximos principios de la libertad, bienestar y solidaridad humana. Los principios que rigen esta obra son los de la razón y la igualdad. Presenta una sociedad ideal, donde se elimina la codicia y la propiedad privada.
Sin embargo, pese a la inocente apariencia del planteamiento de la obra, los sueños tienen un precio. Un costo demasiado elevado que la humanidad ha tenido que pagar por errores que nunca debieron cometerse, errores que se excusan a través de acontecimientos de nuestro pasado. Se trata pues, de una fantasía peligrosa, una ilusión que te seduce y que se compromete demasiado, capaz de proyectarse más allá de la mera intelectualidad individual, e implicar al mundo en toda su universalidad. Por ello, siempre ha existido una sensación de prudencia frente a esta cuestión. Porque la utopía, además de necesaria, es inevitable, pero sobre todo, porque su poder trasciende más allá del sueño que la origina, y nos somete sin darnos cuenta.
La situación histórica de Inglaterra y de Europa en la época de fines de los años cuatrocientos, y principios de los quinientos, está estrictamente relacionada con la creación literaria de Tomás Moro, es más, la obra es efectivamente una consecuencia del período histórico que él vivió. Cuando el autor describe la república ideal, está describiendo una nación de características totalmente opuestas a las de su propio reino, y a los otros reinos europeos que, en ese sentido no se diferencian de Inglaterra. Hay que destacar que de esta cultura Tomás Moro enfatizó en lo malo, por esto, ciertamente, “Utopía” es una crítica satírica a la organización político-social de la Europa de la época.
La obra posee una increíble vigencia en nuestros días, ya que es una novela política, donde su autor plasmó ideas filosóficas y políticas. Este modelo de república perfecta se opone a los males de la sociedad en la que estaba sumergido en ese tiempo, generando así que el libro se convirtiera en la crítica más extraordinaria hacia los modelos políticos, que de alguna forma, coartan el espíritu de libertad e individualidad del ser humano, tal como, el modelo socialista, o peor aún, un socialismo repotenciado, como lo es el comunismo. “Utopía” es una de esas obras que, por haber sido escrita por un hombre con sensibilidad social, no dejan nunca de adaptarse a la experiencia personal de vida de las distintas personas, y efectivamente, es por esto, que la obra ha transcendido de forma extraordinaria.
Sin embargo, por ser una novela con una crítica política tan acertada, como una grave consecuencia que trae la transcendencia de la obra es que, los impostores con ansias de poder, podrían usarla como el manual idóneo para oprimir la libertad, y el espíritu democrático de una sociedad. Lamentablemente, al leer con precisión la obra, podemos percatarnos de la similitud que puede tener ese modelo de ‘’Estado perfecto’’ con distintos Gobiernos establecidos en nuestros días.
Al efectuar una comparación entre Inglaterra y Utopía podemos observar que si en Inglaterra todos buscan el enriquecimiento y la satisfacción personal, en Utopía los intereses de los individuos se encuentran subordinados a los de una sociedad como conjunto. Si en la Inglaterra del siglo XVI los hombres más poderosos y adinerados son los que menos trabajan, en la república de Utopía todos los individuos deben desempeñar un trabajo que le sea útil a la comunidad.
Si el dinero y la propiedad constituyen la base del honor y el reconocimiento personal en la sociedad europea, para los utopianos el mayor deseo era solo satisfacer estrictamente sus necesidades. Si en el tiempo de Enrique VIII “para los pobres de nuestras tierras el trabajo reporta muy poco provecho, pues siempre están espoleados por el temor de una senectud miserable”, para los hombres de Utopía el trabajo constituía una satisfacción, luego de la cual podían dedicarse a la entretención y a cultivar su espíritu.
Así pues, el pensamiento utópico, con su idealismo político, sus profecías y, sobre todo, con su fe en el cambio y la evolución social, nos concierne mucho más de lo que a menudo juzgamos, porque además de una esperanza, constituye una finalidad en sí mismo y, como tal, forma parte de nosotros, de cada ser humano, floreciendo cuando más se necesita e impulsándonos en nuestro camino hacia el clímax social. Con todo esto, parece obvio que, desde el inicio de sus días, el hombre ha imaginado, ha configurado, y ha fantaseado ese lugar perfecto. Por ello, el pensamiento utópico es y será siempre contemporáneo a todas las generaciones. Porque si bien es difícil dejar algún día de soñar, más difícil será que la humanidad abandone sus ansias de superación.
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