Idiosincrasia adormecida
Por Alessia Pigna Raulli.
Qué bonito es poder deslumbrarse y apreciar otras culturas; pero qué sencillo es quedarse solo en eso y no lograr ir más allá y observar lo que tenemos.
Qué bonito es poder deslumbrarse y apreciar otras culturas; pero qué sencillo es quedarse solo en eso y no lograr ir más allá y observar lo que tenemos.
Foto Cortesía |
Desde siempre, el ser humano en general se ha caracterizado por tener su mirada puesta en todo lo que está externo a él. A menudo, nos encontramos estimando otros países, su estilo de vida y la cultura que los envuelve. En muchos casos es tan grande la adoración que nos surge, que tratamos de copiarlos hasta el punto de perder nuestro propio origen.
No está mal que tengamos una cultura marcada como nuestra favorita, o que tengamos cierta consideración hacia algún país en específico. El problema radica cuando empezamos a desvalorar nuestra propia nación.
La mayoría de los jóvenes venezolanos tienen anestesiada la personalidad venezolana; caminan detrás de lo superficial de otros países quedándose únicamente en lo externo.
Es hora de observar y no de ver; de sentir y no tocar; de escuchar y no solo oír. Es hora de utilizar correctamente nuestros cinco sentidos. Esto nos permitirá conocer y entender a nuestro país de una manera más detallada; de apreciarlo hasta poder desarrollar la capacidad de comparación racional con otros países, y lograr un discernimiento tal que nos permita comprender qué tenemos y quiénes somos.
La filosofía de un país está en lo propio y lo auténtico de nosotros mismos; es hora de evaluar el fondo y no quedarnos viendo solo la forma.
No está mal que tengamos una cultura marcada como nuestra favorita, o que tengamos cierta consideración hacia algún país en específico. El problema radica cuando empezamos a desvalorar nuestra propia nación.
La mayoría de los jóvenes venezolanos tienen anestesiada la personalidad venezolana; caminan detrás de lo superficial de otros países quedándose únicamente en lo externo.
Es hora de observar y no de ver; de sentir y no tocar; de escuchar y no solo oír. Es hora de utilizar correctamente nuestros cinco sentidos. Esto nos permitirá conocer y entender a nuestro país de una manera más detallada; de apreciarlo hasta poder desarrollar la capacidad de comparación racional con otros países, y lograr un discernimiento tal que nos permita comprender qué tenemos y quiénes somos.
La filosofía de un país está en lo propio y lo auténtico de nosotros mismos; es hora de evaluar el fondo y no quedarnos viendo solo la forma.
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