“El gobierno sin nombre”
Por: María Elizabeth Méndez L.
Ignominia, según la RAE, refiere a una afrenta pública. La etimología del término está relacionada a in-nomen (“sin nombre”) debido a que es el efecto que causan las acciones deshonrosas que se conocen como ignominias. Se suele emplear este término para denunciar una situación de injusticia, generalmente cuando se trata de la obra de un solo individuo que reúne cierta autoridad sobre una comunidad.
Luego de revisar esto, no parece descabellado ajustar este término a la realidad de nuestro país, Venezuela. Resulta ignominiosa la forma en que se ha venido gobernando la nación desde 1999. De igual manera es una deshonra ver cómo la institucionalidad desapareció, que no existe la libertad de información y que lo poco que se informa está comandado por una hegemonía oficialista, y que la economía del país con mayores reservas petroleras tiene una economía tan turbia y tambaleante como es el caso.
Es un deshonor tener a un gobernante que divide las clases sociales, que siembra el odio, busca los roces entre las personas, que ha evitado ser un jefe de estado y un ejemplo de servidor público, siendo más bien, un benefactor partidista.
Es posible cuestionarnos, ¿cómo llegamos a este punto?, la respuesta más sensata sería reconocer que pocos nos interesamos por nuestro pasado, por nuestros valores como nación, no nos llamaba la atención indagar sobre nuestras bases fundacionales. La apatía de ser una sociedad letrada y conocedora de nuestros cimientos, de allí el desarraigo, el desinterés por refutar los cambios arbitrarios que un gobierno funesto se permite hacer a lo que nos representa como venezolanos, a la esencia venezolana.
Un gobernante que tiene como meta lograr lo que se ha logrado en Venezuela, carece de credenciales para anhelar legitimarse ante una nación. Por consecuente sería justo que llevara el título de “presidente ignominioso”.
Ignominia, según la RAE, refiere a una afrenta pública. La etimología del término está relacionada a in-nomen (“sin nombre”) debido a que es el efecto que causan las acciones deshonrosas que se conocen como ignominias. Se suele emplear este término para denunciar una situación de injusticia, generalmente cuando se trata de la obra de un solo individuo que reúne cierta autoridad sobre una comunidad.
Luego de revisar esto, no parece descabellado ajustar este término a la realidad de nuestro país, Venezuela. Resulta ignominiosa la forma en que se ha venido gobernando la nación desde 1999. De igual manera es una deshonra ver cómo la institucionalidad desapareció, que no existe la libertad de información y que lo poco que se informa está comandado por una hegemonía oficialista, y que la economía del país con mayores reservas petroleras tiene una economía tan turbia y tambaleante como es el caso.
Es un deshonor tener a un gobernante que divide las clases sociales, que siembra el odio, busca los roces entre las personas, que ha evitado ser un jefe de estado y un ejemplo de servidor público, siendo más bien, un benefactor partidista.
Es posible cuestionarnos, ¿cómo llegamos a este punto?, la respuesta más sensata sería reconocer que pocos nos interesamos por nuestro pasado, por nuestros valores como nación, no nos llamaba la atención indagar sobre nuestras bases fundacionales. La apatía de ser una sociedad letrada y conocedora de nuestros cimientos, de allí el desarraigo, el desinterés por refutar los cambios arbitrarios que un gobierno funesto se permite hacer a lo que nos representa como venezolanos, a la esencia venezolana.
Un gobernante que tiene como meta lograr lo que se ha logrado en Venezuela, carece de credenciales para anhelar legitimarse ante una nación. Por consecuente sería justo que llevara el título de “presidente ignominioso”.
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