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sábado, 28 de febrero de 2015

¿La grama del vecino es más verde?

Por María José García

Imagen tomada de Google.
 Siempre tenemos esa inquietud, puede ser algo natural en el ser humano, y es algo que sin darnos cuenta nos puede pasar a diario hasta en la cola del supermercado que seguro en la que te paras siempre va más lento que la que tienes al lado.

 Pero hoy en día es algo que tenemos muy presente, tomando en cuenta la situación - país por la que atravesamos actualmente. Vivimos día a día en una burbuja de problemas que creemos que somos los únicos en el mundo que estamos asi y que tenemos problemas, sin ver las cosas positivas que también tenemos. Estamos siempre pensando en que si me voy la vida sería mejor, en pocas palabras tendríamos menos problemas supuestamente, pero si nos ponemos a pensar en frío realmente si estariamos mejor en un país ajeno a nuestra cultura, siendo extranjeros, sin nuestra familia, sin nuestro clima, entre otras cosas,¿estaríamos mejor?.

 Quisiera comentar sobre un programa que vi hace poco en televisión y que tiene que ver mucho con lo que venimos hablando. Trata de un grupo de costaricenses que deciden crear una campaña dedicada a promover el turismo en Costa Rica y que las personas aprecien más su país, lo quieran, se den cuenta de todo lo hermoso que tienen en el mismo lugar donde viven, que no es necesario ir a otro lugar para poder vivir experiencias maravillosas.

 Ellos deciden agarrar a un grupo de gente nativa de Costa Rica y decirles que se los van a llevar al extranjero a pasar unas vacaciones inolvidables, los hacen montarse en un avión, llevar pasaporte, es decir, pasar por todo el proceso que requiere salir de tu país... El avión despega y resulta que aterriza de nuevo en Costa rica, pero en un lugar donde ellos nunca habían ido, pasan una semana, donde les tenían planeado excursiones, activadades, salida a restaurantes y muchas cosas más.. A todas estas ellos creían que estaban en el exterior. Cuando se acaban las vacaciones les dicen que estaban en el mismo Costa Rica, para ellos era algo que no podián creer, que la habían pasado excelente y que habían estado en un lugar tan bello en su propio país.

 Me pareció algo increíble porque me sentí identificada en el sentido de que uno siempre anda buscando irse de vacaciones a otro lugar, sin saber todo lo hermoso que tiene nuestro país, y a pesar de toda la situación país en la que vivimos como lo dije anteriormente, tenemos que buscar las cosas buenas que tenemos y no dejar que lo malo que es mucho nos vaya a opacar todo las cosas positivas que que son muchas también, y darnos cuenta la gran desventaja de vivir la vida siempre pensando que nos falta algo, es que pierdes la oportunidad de disfrutar lo que ya tienes. Es hora de darnos cuenta que la grama no es siempre más verde donde el vecino.

Puntadas históricas

Por Isabella Amengual.   

  La capacidad imaginativa del hombre es interminable, sus ideas abundan al igual que sus sueños. Pero se requiere valentía y experiencia para hacer realidad esas ideas. A través de las generaciones se han visto ejemplos de cómo el hombre esencialmente presenta sus ideas y después de mucho tiempo son materializadas, se ve en el caso de la limitación del poder que surge tímida y teóricamente en la Edad Media (monarquía) debido a que aunque el rey, mantenía y controlaba el poder, indirectamente no podía equivocarse ni hacer daño alguno a otro, esto constituyó el principio de la idea de limitar el poder. Luego en la Edad Moderna, donde imperaba el régimen absolutista, gracias a la capacidad reflexiva del hombre, estas primeras ideas se materializaron.

    Se ha hablado de que en la historia hay una característica esencial de continuidad que no puede romperse, de aquí viene esa capacidad y necesidad de aprendizaje del pasado para lograr materializar ideas teóricas en el presente y para de ahí con diversos cambios dejar un legado para el futuro. Hay pueblos que pretenden romper con esta continuidad pues no hay una asimilación de la historia (por eso su denominación antihistórica), se puede comparar con unas puntadas en la costura, cada vez que la aguja cose y deja un espacio entre cada puntada, es un espacio que a simple vista no está lleno porque no se ve, pero si se mira de revés habrá una puntada ocupando su lugar, escondida pero necesaria, así como los hiatos históricos que sirve de transiciones, son necesarias y no permitan que se pierda la continuidad histórica.


     Debido a esa continuidad, se logra en Edad Moderna, la distribución de los poderes, con la aparición de la figura del parlamento, donde el poder de los ciudadanos reside en una representación de varios diputados y también se genera un catálogo de derecho con un fin garantista que busca garantizar la protección del ciudadano, estas dos características pasaron luego a ser legados de la Edad Moderna y se adentraron en la Edad Contemporánea. Así sucesivamente se conectaran las puntadas, una después de otra, infinitamente, como un ciclo que contará con sus hiatos, necesarias transiciones de la historia y con sus ideas después materializadas, que permiten el crecimiento de las sociedades debido a sus reflexiones y juicios.
   






Haz lo que digo, no lo que hago

Por: Verónica Etienne

Originalmente este artículo se titulaba “Cadenas”. Estaba inspirado en la primera frase de El Contrato Social de Jean-Jaques Rousseau que exclama ‘El hombre ha nacido libre y, sin embargo, por todas partes se encuentra encadenado’ y nunca he olvidado desde la primera vez que me acercaron a este ilustre autor en bachillerato.

Pero mis hábitos literarios no me permitían escribir libremente sin hacer una previa investigación. Lo que empezó como una búsqueda de inspiración para saber en qué dirección y con qué tono trabajar el escrito terminó no solo tumbando el esqueleto inicial de lo que iba a escribir sino que me hizo rehacerlo todo y poniendo en peligro el tiempo límite de entrega.

Pero no podía simplemente sentarme a escribir falacias cuando en verdad quería desahogar otras inquietudes. ¿Cuántas veces ofrecemos consejos pero hacemos exactamente todo lo contrario en nuestra propia vida? ¿O conocemos a alguien que lo hace regularmente? El escenario no es ajeno a nosotros y lo podríamos llegar a considerar cotidiano: ocurre, lo evadimos o nos hacemos los indiferentes y seguimos con nuestra vida. Aunque poco sano, nos suena entendible.

¿Pero qué ocurre cuando una figura ilustre cae en este mal hábito? ¿Dudarías del hombre cuyas ideas políticas influyeron en gran medida toda una revolución [francesa], desarrollaron las teorías republicanas y el crecimiento del Nacionalismo?

La carencia de Emilio

Emilio, o de la educación es un tratado filisófico sobre la naturaleza del hombre escrito por Jean-Jacques Rousseau en 1762.

Una mirada más profunda a sus enunciados, más allá del famoso "El hombre es bueno por naturaleza", realizando paralelismos con la vida de su propio autor nos permite ver que sus experi


Fundamentos

Por Jackeline Da Rocha

El pasado jueves 26 de febrero cumplí con mi deber ciudadano de mantener al día el registro civil al actualizar mi cédula, enfrentando en mi camino numerosos obstáculos que convirtieron en un trajín un proceso debidamente simple.

A las 7:30 a.m. me dirigí a pie al Centro Comercial Boleíta pero no habían dado entrada al público. De hecho, los guardias de seguridad habían dispuesto a los presentes en una muy famosa, pero no menos precaria forma de organización legada a nosotros por nuestros más lejanos antepasados, que involucra contacto cercano con los demás individuos; uno por delante y uno por detrás.

La gente que llegaba ya ni siquiera se acercaba a la puerta, se conformaban con dirigirse al final de la fila y preguntar para qué era. -"Para entrar, pa todo". -"¿Y si yo tengo cita médica/ y si voy a la librería/ y si nada más vengo a desayunar?". -"Todo".

Mientras se acumulaban estiré mis piernas y caminé la acera hacia arriba y hacia abajo, girando en pívot sobre mis talones cada vez que llegaba a la esquina. Se hicieron las 8:30. El guardia recibió por radio indicaciones de dar puerta al público y así lo hizo, se apartó de la entrada. Pasamos por una abertura-puerta en la santa María que seguía abajo.

Cada quién siguió su camino. También mucha gente siguió mi camino. Derecho, al final del corredor principal están los ascensores. Cuando llegué a ellos había gente esperando afuera para usarlos. Más gente de la que cabía. Estaban haciendo cola.

Subí por las rampas laterales hasta el último piso solo para encontrarme con otra cola, esta vez más específica, la cola del SAIME.

Tomé mi lugar resignada y esperé media hora más a que la sucursal gubernamental iniciara su jornada administrativa. Se plantó delante de nosotros una joven, no uniformada. Preguntó en voz alta y nasal quién estaba ahí para recoger su pasaporte y quién para sacarlo. Se los llevó a todos con ella y los separó en dos filas.

Los podía ver de lejos, la cola principal estaba al otro extremo del cuadrante del piso de feria. No se veía la puerta del SAIME. Los de cédula fuimos entrando más tarde, de tres en tres, para formar otra fila delante de la puerta de vidrio de una peluquería diagonal a la sede.

Mientras avanzábamos nos dejaban entrar y nos sentaban en sillas metálicas por las cuales había que rodarnos conforme con el adelanto del proceso, dícese otra cola.

Una vez en el escritorio (cubículo de dry wall de un metro de ancho por medio de largo) entregué los únicos requisitos: una copia de mi cédula y otra de mi partida de nacimiento. El gestor me indicó despectivamente la necesidad de otro documento que no traía y era de alta prioridad.
Salí y llamé a mi mamá. Nada. Mis hermanos. Nada.

Estando en Boleita no perdería mucho tiempo así que dije que lo buscaría en mi casa y volvería. Caminé hasta la casa de mi mamá porque no pasó ningún autobús en ese sentido y, en resumen, tardé dos horas en encontrar el papel.

Caminando de vuelta compré desayuno para dos personas. El segundo se lo entregué al guardia de la cola y pasé directamente.

De nuevo en el escritorio, el gestor debía llenar un registro minucioso de datos personales, para lo que decidió adivinar. Según él aparento medir 1,62 m y peso cerca de 57 k, nací en -indefinido- edo miranda y tengo ojos negros.

Al momento de indicar la residencia escribió El Marquez, sector Orizonte. Esta vez lo corregí, puesto que debe haber cometido este error en innumerables registros y tal vez (en mi mundo soñado) una falta ortográfica grave invalide el documento.

Desafortunadamente es este el tema central de mi escrito; claro que dejé en evidencia una falta más grave de mi parte, pero en fin, es sistemático. Pretendo con esto señalar la gravedad de rigurosidad en el proceso electivo de empleados del gobierno (para no entrar en el sistema educativo), la falta de profesionalismo y rigurosidad en la organización de personal y público, la falta de atención e información al trabajar con un proceso tan específico y la participación de la contraparte, el pueblo conforme.

Después de tomarme la foto me mandaron a otro escritorio para firmar un papel de recibo. De ahí a que ka fiscal verificara mi partida de nacimiento. De ahí de vuelta al escritorio para firmar un papel que decía que se había verificado mi partida de nacimiento. De ahí a las sillas metálicas a esperar otro papel con el que tengo que recoger la cédula. Y de ahí a una cola final para indicar que recibí ese papel.

Se gana, pero se pierde, y viceversa

Por Daiyalim Casanova


El termino "yo soy venezolano" y lo que esto implica está maltratado,dejando un sentido de curiosidad ante algo que nos pertenece y pudiéramos alabar, pero en cambio lo reconocemos casi como una relación personal, describiéndola en la mayoría de los casos como amor-odio. 

Parte de este sentimiento ha generado en muchos una esencia positiva ante todo el caos involucrado en las circunstancias socio-económicas actuales. Produciendo así, un individuo venezolano amante del país que tiene la convicción de que en el "mientras tanto" también se vive y muchas cosas maravillosas están ocurriendo a pesar del debilitamiento de nuestra sociedad.

Es indiscutible que no nos dieron cátedra de valor de identidad con respecto al país y de esto se ha desencadenado un sentido egoísta y violento en palabra y acción que empobrece la miseria ya existente. Por otro lado, esta nueva generación de venezolanos que se quieren salvar y que no tiene nada que ver con características demográficas sino de pensamiento, fortalecen su amor por Venezuela debido a varios factores explicados a continuación;

Somo carentes de sentido geográfico, sabemos poco de la bella e imponente tierra en donde vivimos. Somos carentes de sentido histórico, no sabemos nada de nuestros antecedentes y el silencio saboteo nuestra manera de entender quienes somos.Poseemos un pensamiento alusivo a las experiencias del presente comparada con una sociedad utópica. Deberíamos estar exentos de dolor. Tenemos miedo a vivir, es mejor vivir no viviendo. Estamos frustrados por las consecuencias de una dictadura maquillada. No conocemos el cuerpo social

Si bien todo lo expuesto anteriormente son afirmaciones que vale la pena analizar con cuidado, también son afirmaciones que promueven una búsqueda por ese país que si lo vale y que tiene el potencial de hacerlo mejor. Habría que preguntarse, sí nos causaron frustración o no las causamos nosotros mismos, porque si es verdad que pertenecemos a uno de los regímenes mas inhumanos de la historia, hay que hacer la tarea y tratar de armar con más detenimiento nuestras opiniones para fortalecer nuestra experiencia de vida. 

Es decir, hay que tomarse la vida literalmente y no en metáfora, para incrementar el autoestima del país que se ha visto traicionado por muchos de los que habitan en él. Los gobiernos así sean dictatoriales tienen su periodo, igual que la vida, basta entender que pierde y se gana en todo juego para animarse a dejar la frustración a un lado y buscar las soluciones que todavía no nos motivamos a encontrar.


El equilibrio de un país que sube y baja

El equilibrio de un país que sube y baja.
Por: Samantha Henríquez

“Estamos viviendo el letal beso de los extremos”, Así finaliza, Leonardo Padrón, su artículo publicado en el periódico El Nacional, llamado Extremos. Y hace críticas, ciertamente a estos grupos extremistas que no hacen generar más que violencia.

Sin duda con el pasar de los años nos hemos ido volviendo un poco más intolerantes a las ideas que se contrapongan a las nuestras. El primer paso para la superación es la aceptación, esta idea podrá servir para múltiples situaciones pero en este contexto me refiero a que no hay que negar que, todos, en algún momento hemos llegado a nuestro punto de quiebre en lo que respecta a la intolerancia con aquellos que no compartan nuestra misma ideología o pensamiento. Y esto puede suceder no solo el ámbito político sino también en cuestiones tan triviales como discutir de si un vestido es negro y azul o blanco y dorado – Este ejemplo, con consecuencias, claramente en menor escala que la de las cuestiones políticas – y así como políticas también en lo religioso, social y moral.

Al ser humano por naturaleza, le satisface tener la razón y ganar una discusión, a unos más que a otros. Otros se preocupan menos o simplemente consideran que quizás con discutir no se llega a ningún acuerdo. Y es aquí donde la idea extremista tiene sus consecuencias.

Tenemos a la persona que le gusta discutir y le satisface tener la razón siempre, considera que la tiene y hasta que su respectivo otro no piense de la misma manera, este no dejará de intentar cambiarle su parecer. Con la insistencia, algunos suelen perder la paciencia y dejan las palabras para recurrir a los insultos y directamente pasan a tomar acciones violentas.

En contraparte, la persona que es indiferente ante cualquier situación. Este caso también puede llegar a ser incómodo para algunos, pero no raya en lo letal. Lo difícil llega cuando se necesita reunir fuerzas para un bien común y el indiferente prefiere mantenerse en su línea de la indiferencia, no aporta ni quita, solo se beneficia o se perjudica. Y no digo que esté mal ser indiferente, pero llegar al extremo de ello es lo que causa picor. Recuerdo que mi papá me contaba de pequeña, una historia de un sabio maestro japonés que se enfrenta a un luchador de sumo, a este último nadie lo podía vencer, pero el maestro lo hizo. ¿Cómo? Se quedó indiferente, el luchador lo golpeaba y lo insultaba, el maestro permanecía tranquilo y en silencio. ¿Qué sucedió? El luchador se dio por vencido y el maestro salió vencedor. No sé si la historia es real o si es un cuento inventado por mi padre para que yo aprendiera a manejar mi paciencia. De alguna manera u otra lo logró pero hoy en día cuestiono el uso de esa indiferencia ante ciertos temas. Recordar que ser indiferente no es lo mismo que tener tener paciencia.

En los países con problemas políticos, económicos y sociales muy graves, los extremistas sin paciencia suelen generar violencia y los indiferentes suelen aumentar el enojo de aquellos que pierden la cordura con rapidez. Y son los extremistas en el sentido propio de la palabra, quienes en principio, suelen ocasionar los problemas que generaron el caos en el país.  
Como dijo Leonardo Padrón en su artículo “Los extremos se tocan con la punta de los labios”. Y en Venezuela estos extremos generan violencia, extremos que dicen ser diferentes por su ideología pero al lanzar la piedra es cuando parece ser los mismos demonios de violencia por sus acciones. Azul y rojo se ciegan ante sus ideas y no llegan a un punto de equilibrio en el que no se tenga que cumplir la teoría Darwiniana de la supervivencia del más fuerte.

Hay que entender y aprender como sociedad a tolerarnos unos a otros, a valorar aquello que nos hace buenas personas, a creer en la justicia y hacerla valer. Formarnos como venezolanos y como seres humanos. El momento en el que se deje la barbarie a un lado, será el momento cuando el país deje de columpiarse y logre el equilibrio que nos uniría como hijos de una misma tierra.

Sintiendo la ciudad


Por María Milagros León

“Si Alejandro Humbolt pudo hacerlo en 1800 sin los avances tecnológicos y científicos que hoy en día tenemos, ¿cómo ustedes no van a poder?” Aquellas palabras retumbaron en mi cabeza. Sentía celos de que un alemán pudiese conocer más mi ciudad que yo. Y más aún, sentía celos de que él fuese más perspicaz que yo.

Entonces salí de la clase y decidí hacerlo. El fin de semana iría a recorrer Caracas con mi amiga Catherine. Ya lo había hecho numerosas veces con mi familia cuando era pequeña pero solo para sumergirnos en los incontables comercios informales que años atrás invadían las calles y avenidas del centro de Caracas.

Las palabras de Ezequiel Martínez Estrada junto a las del profesor, habían despertado unas ansias de encontrarme cara a cara con mi ciudad. De percibirla con mis cinco sentidos, pero sobre todo de palparla:

“El tacto de la ciudad es percibido por los pies. La mano es inútil para palpar la ciudad. No podemos entrar en contacto con ella si no es por los pies”. (La cabeza de Goliat. Martinez Estrada, Ezequiel)

Teniendo cada palabra de La Cabeza de Goliat presente, el sábado arribamos la aventura de conocer y fotografiar cada esquina de la ciudad sin prisa. Sin duda nos faltaron muchos espacios por reccorer pero había realizado lo que muchos en mi salón jamás se atreverían a hacer: Recorrer Caracas sin miedo a morir.

Por el contrario, al finalizar el recorrido me sentí llena de vida. Le di una oportunidad a Caracas y ella me la dio a mi también. Nunca antes me había sentido tan libre en mi ciudad. Seguro que Catherine tampoco.

Encontrarse caminando por Caracas, puede llegar a ser una experiencia abrumadora. Nosotros, sus ciudadanos, nos hemos dejado llevar por las largas hileras de luces rojas de las avenidas, el ruido de nuestras vidas y la cotidianidad de cada día, hecho que nos ha separado de las calles.

Sin darnos cuenta, Caracas pasó a ser un paisaje para admirar a través de la ventana del carro, la casa o la oficina. Una simple estampa de aquello que antes era nuestro entorno y que ahora pareciera ser un espacio desconocido, olvidado y lamentablemente irrespetado.

A pesar de esto, nuestra ciudad no nos olvida. Lo que la mayoría de los caraqueños desconoce es que ser peatón en Caracas es una experiencia gratificante. Y es que, nuestra urbe posee la particularidad exquisita de guardar en cada esquina una historia.

Nuestra historia transcurre dentro de las ciudades y Caracas no es la excepción. Reencontrarse con los espacios públicos, es anexar capítulos de vida, pues cada uno de ellos responde a un momento social e histórico.

Sé que al recorrer la ciudad nos exponemos a la inseguridad, pero al no hacerlo viviremos en ella sin nunca haberla conocido y para estar en un lugar que no conozco, prefiero no estar.

Un demonio llamado pesimismo

Por: Mariana Martínez Venegas


Hoy día en nuestro país estamos atravesando una crisis, en todos los sentidos gracias a la mala gestión de un gobierno. Sí, una crisis porque si hay otra nos vamos terminar de hundir.
“Nos vamos a terminar de hundir” “Ya no hay vuelta atrás” “Este país se lo llevó quien lo trajo” estas y otras expresiones más nos persiguen día a día, hasta a mí que sin pensarlo lo escribí.

Estas expresiones vienen a nosotros por nuestro permanente pesimismo, como venezolanos y como país. También conocido como uno de los síntomas de la depresión, este mal que nos azota puede llegar a generar consecuencias muy malas hacia nosotros mismos.  Y es que el pesimismo nos cierra los caminos, nos asegura que nuestro destino es el fracaso y que nunca podremos obtener lo que queremos por más que nos esforcemos.

Este pesimismo deja al descubierto nuestra baja autoestima. Las percepciones, pensamientos, sentimientos y evaluaciones hacia nosotros mismos siempre resultan negativas. Pero ¿por qué pasa esto?

La razón nos las contesta el maestro Briceño Iragorry en su obra “Mensaje sin destino” cuando menciona la famosa “crisis de pueblo” explicando que hay una carencia de densidad y continuidad espiritual en el pueblo de Venezuela. Es decir, este pesimismo proviene de la superficialidad que nos aqueja, de la falta de profundidad en la historia. Cuando nos quejamos, lo que hacemos es resaltar cosas malas detrás de otras, al hacerlo estamos negando lo que somos.

Lo que no sabemos, es que al negarnos y quejarnos de nosotros mismos, estamos perdiendo un tiempo valioso y es el de mirar también las cosas positivas. Y esto es lo que no nos permite continuar, nos enfrascamos en un tema y por no querer profundizarlo pasamos al siguiente y olvidamos el anterior. Esto es lo que recalca Briceño Iragorry en su obra, al mencionar que hay “Un problema de asimilación de la historia”.

También el error está en el mal concepto que tenemos en nuestra cabeza de progreso. Ya que pensamos que progreso es volver a comenzar, avanzar sin mirar atrás, mirar solo hacia el futuro y eso es lo incorrecto. El progreso depende mucho de la base que se tenga como lo es la tradición. Nuestra costumbre nos transmite orgullo y valores para poder interpretar de manera adecuada nuestro pasado resaltar tanto lo bueno como lo malo, no olvidarlo, saber que está ahí y que se puede mejorar en el futuro.

La vida misma, es idéntica a la de un país, se tiene personalidad, autoestima, comportamiento, valores y principios. Un país es como una persona constituida por miles de otras en su interior, que siente como todo lo creado. Que tiene la virtud de la imperfección y que al igual que nosotros se equivoca. Nosotros somos los encargados de aprender de esos errores y con ellos sentar las nuevas bases, no se trata de empezar de nuevo dejando atrás el pasado, es seguir con el mismo para poder entender lo que viene.

Nunca podemos olvidar lo que somos, porque ahí está el secreto de todo, eso es que nos ayuda a luchar y seguir adelante. Una persona sin densidad, sin profundidad es igual a una persona sin principios y valores. Debemos de dejar de siempre tratar de hacer algo nuevo sin mirar atrás, de tratar de ser perfectos, de aparentar algo bueno para que los otros lo vean, debemos dejar a un lado la presunción y enfocarnos en llenar aquellas carencias que poseemos de cosas buenas. Esos pequeños vacíos nos hacen buscar más y más cosas con que llenarlos, y sin darnos cuenta los llenamos de cosas huecas otra vez. Hay que optar por lo que tenga contenido y trasfondo y no solo para aplicarlo en nuestro país sino en nosotros mismos.

Para llegar el éxito hay que ser optimistas, y eso no quiere decir que tenemos que ser personas perfectas o semidioses. Para llegar al éxito debemos cometer errores, ver el fracaso como una oportunidad de volver a comenzar y hacerlo mejor. Si como país suplantamos un fracaso por otro no estamos haciendo nada, lo que hacemos es crear una inestabilidad. No sabemos hacia dónde ir. Este es el verdadero problema que nos agobia el no poder avanzar, el separar nuestra historia. Si en la vida hiciéramos lo mismo es como si nos muriéramos y resucitáramos y así continuamente. Pues no, ese es el grave error que tuvimos como pueblo en aquellos momentos en los que sentimos que nos moríamos.

 Teníamos que levantarnos y decir: ¡Esto no se ha acabado! ¡Hay que seguir! ¡No volvamos  a cometer el mismo error! ¡Repitamos las cosas que salieron bien!

La situación que vivimos hoy día, amerita que seamos optimistas, que seamos responsables, que tengamos densidad y contenido en nuestro pensamiento, a no seguir negándonos, y admitir nuestro fracaso. Como dije antes, los fracasos no son malos nos permiten seguir adelante corrigiendo las cosas malas.

¿Por qué las crisis? o ¿Por qué a nosotros? No tengo la respuesta, porque es igual a como si nos preguntáramos ¿Por qué las personas buenas mueren? lo que si se es que una crisis no debe pasar por nosotros y dejarnos mal, nosotros debemos pasar por ella, es decir, no debemos verla superficialmente, tratemos de ver la lección que nos está dando. Dejarla pasar y no haber cambiado algo en nosotros, es perder la oportunidad de poder haber crecido tanto en lo mental y espiritual. Las crisis nos ponen a prueba, para ver de qué estamos hechos, para mover nuestro gran edificio y ver si las bases están buenas y sólidas.

Estos pequeños terremotos son necesarios en nuestra vida, porque nos ayudan a ser persona…






La visita a la UCV



Era uno de esos días de diciembre cuando el “frío” arropaba la ciudad caraqueña, sin nada divertido que hacer mi amigo me propuso ir a la Facultad de Arquitectura en la central, puesto que los alumnos de la FAU se encontraban en la jordana de entregas. Yo sin mucho entusiasmo acepte, no sabia que esperar sin embargo era algo diferente que me llamo la atención.
Al entrar al majestuoso edificio quedé impactada, rápidamente me lo imagine en la época estudiantil de mi abuelo ya que el deterioro era notable,  sin embargo la magia del lugar seguía intacta  con su bella arquitectura, arte, estudiantes ajetreados y trabajos esplendidos expuestos en las paredes. Después de esta visita quedé enamorada de la FAU.

En la siguiente visita quedé más maravillada aún. Seguí descubriendo las bellezas que esconde la UCV  como las guacamayas tricolor volando entre las facultades; la imponente biblioteca con sus espacios espectaculares, cómodos y con una vista envidiable hacia el Ávila;  sus inmensos jardines en donde reina la tranquilidad; la incorporación de la obra de arte a la arquitectura, que sin duda, es una característica exclusiva de la Modernidad exponiendo obras de artistas reconocidos del siglo XX como Victor Valera, LAM Wilfredo, Victor Vasarely;  la mezcla de los elementos de la naturaleza dentro de ella también  juega un papel importante dentro de la arquitectura de la universidad haciendo que la lluvia, el viento y el sol tomen protagonismo en la vida universitaria creando así la Ciudad Universitaria única e inigualable.

La UCV además de ser Patrimonio de la Humanidad representa la realidad pura y dura de nuestro país creando un gran contraste entre estudiantes de todos los estractos sociales y en el Hospital Clínico Universitario donde se vive a piel abierta la crisis de hoy en día con mucha tristeza y angustia.

Hoy en día me siento orgullosa de haber conocido más a fondo la UCV.  Gracias a esta clase poco a poco voy conociendo mi ciudad  para así poder quererla y entenderla cada vez más para llegar a ser una venezolana orgullosa y con fundamento.




Por: Verónica Izaguirre

Shale Gas: Uno de los sustitutos


Por: María Elizabeth Méndez 


Shale Gas: El mundo empieza a tomar los recursos energéticos como sustituto de combustibles tradicionales como
el petróleo.
 



Venezuela ha sido un país rentista desde sus inicios. Luego del descubrimiento de las reservas petroleras que tiene nuestro país, sin duda este hecho se ha consolidado aún más.
Indudablemente el petróleo ha sido el motor del mundo a lo largo de los últimos años, a partir de el se generan un sin fin de elementos y fenómenos que, en su mayoría, dan esencia a la vida moderna que solemos llevar.
Sin embargo, a pesar de ser uno de los elementos naturales mas codiciados e indispensables, se cuestiona su sostenibilidad en el tiempo. Lo que implica que, ante el posible agotamiento de esta sustancia, el ser humano deba afrontar todo un nuevo estilo de vida.

En vista de la dependencia del petróleo para la vida humana, han surgido nuevas formas de sustitución del mismo. Uno de ellos es el shale gas.
El gas de lutita  o “Shale Gas”, conocido también bajo los nombres de gas de esquisto o gas pizarra es un hidrocarburo gaseoso que se encuentra en formaciones rocosas sedimentarias de grano fino.  Para su extracción es necesario fracturar la roca hidráulicamente.  A partir del gas de lutita o shale gas, diversos países se han interesado por la técnica de explotación por fractura hidráulica.
A partir de la primera década de este siglo el shale gas ha tenido un apogeo, sobre todo en los Estados Unidos.

No obstante la explotación de este recurso tiene sus criticas, sobre todo por su gran repercusión ambiental, específicamente, los críticos sostienen que existe un peligro de contaminación de agua dulce. Sin embargo la contraparte sostiene que no es probable debido a la distancia entre los acuíferos y las reservas del gas. En vista de esto, la Asociación Norteamericana de Suministradores de Gas Natural (NGSA) afirmó que dicha forma de extracción de gas no ha generado ningún caso de contaminación de acuíferos.

La etapa de transición hacia lo que será la era de los energéticos renovables se esta haciendo realidad. Sin embargo, el shale gas tiene un largo proceso por recorrer antes de desbancar a las grandes industrias de energía con muchas décadas en el mercado. Tampoco hay indicios de que en un corto plazo los combustibles tradicionales sean sustituidos por energéticos renovables.

La Gran Colombia del Siglo XXI

Por: Luis Farage Salima

Si bien hoy en día se cree que el gran plan de Bolívar de unir a toda América Latina bajo un mismo nombre- ideal que tomó de Miranda- fracasó en 1830 al iniciarse la separación definitiva de la Gran Colombia, podemos ver que no es así y que esta idea sí se logró mantener en el tiempo.

A pesar de que no hay una unión territorial propiamente dicha, si la hay cultural. Más allá del origen, lenguaje, y nos podemos atrever a decir, religión, sobre todo apreciamos esta uniformidad en el aspecto de la idiosincrasia, y quizás un poco más puntual, en una idiosincrasia pasional y desastrosa. No nos es misterio que los latinos somos personas amantes de las pasiones y sobre todo, de las pasiones fuertes; es por esto que quizás ese gusto por la pasión se haya tergiversado y se haya vuelto desorden, lo que a la larga nos ha generado muchos de los problemas que viven nuestras sociedades hoy en día.

Muchos se preguntarán cuáles son estos problemas, y dado a que la lista es larga nombraremos los más críticos como lo son la falta de autoestima nacional y el desconocimiento de nuestra historia, algo que podemos ver en los escritos del venezolano Mario Briceño Iragorry en Mensaje sin Destino (1951) y Patria arriba (1955), el militarismo como método político y de justicia perjudicial a la sociedad, como lo muestran el colombiano Gabriel García Márquez en La hojarasca (1955), El coronel no tiene quien le escriba (1961) y La mala hora (1962), el autor peruano Mario Vargas Llosa en La ciudad y los perros (1963) y La Fiesta del Chivo (1998), la crisis social de valores, desarraigo y familia, analizado por medio del libro  El autoestima del venezolano (2011) de Manuel Barroso, y posteriormente, el gusto desmedido por las pasiones fuertes haciendo así que el desorden sea el orden, imponiendo así la picardía como un valor o característica positiva, y celebrando los placeres hedonistas básicos y fatuos al punto de volverlos lo único vital para el latinoamericano. Esto lo podemos apreciar en la obra de Vargas Llosa La civilización del espectáculo (2012) que va de la mano con el libro del venezolano Axel Capriles  La picardía del venezolano o el triunfo de Tío Conejo (2008). 

Podemos ver que estos problemas son algo ya tan cotidiano que quizás se pasan por alto. Lo alarmante no solo es eso, sino que están presentes por toda Latinoamérica y desde hace tiempo, como lo han expuesto a través de décadas diversos autores de distintas nacionalidades. Lo que es aún más preocupante es que siguen vigentes. Nuestra mentalidad desordenada, exagerada y visceral nos ha afectado al punto de ganarnos una fama negativa. Realizar actos tan absurdos como aplaudir cuando aterriza un avión, el ser ruidosos sin tomar en cuenta el lugar donde se está o pelear en lugares públicos, son costumbres de nuestras culturas que han excedido los propios estereotipos que nos caracterizaban antes, como podía ser el  pueblerino  con poncho y sombrero, y han dado origen a nuevos estereotipos, más urbanos, que nosotros mismos dibujábamos caricaturescamente antes, como lo son el pícaro, el funcionario público corrupto, el dictador civil o militar, el nuevo rico sin educación o el malandro, entre otros. Claro está que no se espera que cambiemos nuestro modo de ser; no se espera que los venezolanos, argentinos y brasileños, por nombrar algunos casos, empiecen a actuar con la frialdad racional con la que funcionan los alemanes, suizos, ingleses y daneses, pero sí se puede esperar siquiera lo mínimo que es, una vez diagnosticados los problema que nos aquejan,  aprender y empezar a actuar en pro de resolverlos.


Si esto no ocurre, solo queda esperar que el destino de nuestros pueblos esté signado por lo que el argentino Jorge Luis Borges expone en uno de los puntos de su ensayo Nuestro Pobre individualismo (1946), que sigamos depositando nuestras esperanzas mal fundamentadas en un “héroe”, no en un estado que representa orden. Este personaje se identificará con el pueblo y luchará, en su representación, contra esas “mafias” como lo son la policía o el gobierno y al final impondrá su propio modelo que supervise y cuide al ciudadano, que por lo que ha mostrado nuestra historia es una dictadura.  Así que el ideal de Bolívar de unir toda Latinoamérica sigue vigente, solo que en lugar de ser una unión política-territorial es una mental, en la que nos gobiernan lobos con argumentos de ovejas y el desorden y locura son el orden establecido.