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jueves, 18 de junio de 2015

De Venezuela, la “cultura del milagro”

Por: Luisana Díaz Luporsi

La aparición del petróleo como industria creó en Venezuela una especie de cosmogonía. El Estado obtuvo rápidamente un matiz beneficioso. Pasó de un desarrollo lento, tan lento como todo lo que tiene que ver con agricultura, a un desarrollo milagroso y espectacular. Un inglés, un italiano o un sueco, no espera milagros del Estado. A eso se le llama “madurez política”, a no esperar demasiado del Estado. Los parámetros de las sociedades europeas son predecibles. Para un primer ministro en Europa es relativamente sencillo convocar a los ciudadanos y decirles: “Miren, la situación es muy difícil. No prometo prosperidad, no prometo multiplicar los panes ni los peces. Prometo dificultades, peligros de todo tipo, y prometo un empeño en tratar de salir adelante. Prometo seriedad. Tal vez vamos a decaer. Tal vez vamos a vivir peor. Pero, prometo que voy a tratar de hacerlo lo mejor posible”.

Imaginemos que un político venezolano diga algo parecido en una campaña electoral, un candidato que  hable de imposibilidades, de limitaciones, de realidades. Un candidato que  prometa el paraíso es un suicida. Porque el Estado no tiene nada que ver con nuestra realidad. El Estado es un brujo generoso, lleno de esperanzas en esa bolsa de mentiras que son los programas gubernamentales. Un tomate, una papa, una mazorca, eran en la Venezuela de antes productos de un esfuerzo real. No hay ningún milagro en una mazorca, que no sea el milagro de la tierra.
 El petróleo es diferente. No se trata de una economía basada en esfuerzo, en el “un poquito hoy” y “un poquito mañana. El petróleo es fantástico y por lo tanto induce a lo “fantasioso”. El anuncio de que éramos un país petrolero creó en Venezuela la ilusión de un milagro. Creó la práctica de la “cultura del milagro”. Por primera vez, el Estado había hecho un “buen negocio”. ¿Cómo un pobre se convertía en rico en la Venezuela del siglo XX? Descubriendo un tesoro. No había otra manera. No había “negocios”, ni especulación en la bolsa. Hubo leyendas de que los españoles en los días de la Independencia enterraron baúles llenos de monedas. Es cuestión de cavar hoyos y descubrir riqueza. El Estado era ahora capaz de hacernos progresar mediante saltos. “¡Viva Gómez!” supongo que dijo la gente en aquella época, ese fue el comienzo del “sueño venezolano”. No se puede hablar de un sueño colombiano, ni de un sueño paraguayo, ni de un sueño boliviano. La agricultura y la ganadería no provocan las mínimas condiciones de ese sueño.
La riqueza petrolera fue tan fuerte como un mito. Había más riqueza que presencia. Caracas no era capaz de reflejar esa prosperidad por más edificios y monumentos que se construyeran. La ciudad seguía siendo una aldea, pero todos estaban de acuerdo en que se trataba de una aldea provisional, “mientras tanto y por si acaso”. Por eso, Caracas no es una ciudad reconocible. Por eso no se la puedes describir a un extranjero. Ir a París e intentar explicarle a un francés qué es Caracas. ¿Qué se puede decir? Grandes edificios, muchas autopistas, algo como Houston, como Los Ángeles, algo indiferente. Se mantenía ese sueño venezolano.

El petróleo es sumamente importante para el venezolano porque le permite seguir fingiendo y creándose vidas que no le pertenecen. El petróleo es un mago que convierte a Caracas en Miami o en La Habana, según el apoderado de turno. El petróleo alimenta nuestra flojera porque hace que todo se pueda comprar, importar, pagar y no construir nada.


Si nos quitan el petróleo nos veríamos en la obligación de trabajar de verdad, -y Dios no quiera eso-. El petróleo es importante para el venezolano porque le permite inventarse la vida que no le corresponde ni merece.


El discurso detrás de una idea


Por: María Elizabeth Méndez

No me resulta difícil recordar el comienzo. Un comienzo que, en lo personal, fue un tanto entristecedor y casi humillante. Cierro los ojos y sólo viene a mi mente un profesor y una pregunta: ¿Alguno sabe qué significa la palabra empíreo o la han escuchado alguna vez?. No nos tomó más que segundos para poder afirmar con rotunda certeza que nuca, jamás habíamos escuchado de lo que se nos hablaba. Por si quedaba alguna duda, el profesor se tomó la tarea de ir preguntando personalmente a todos y cada uno de los que llenábamos las mesas del aula; y todos ratificamos no saber nada del significado de la palabra empíreo. Sin embargo, y para impresión del profesor, un alumno levanta la mano y comenta “Yo creo haber escuchado esa palabra en el Himno Nacional”. Ese fue el inicio de una experiencia llena de aprendizaje y de ideas. Fue todo un compromiso, tal cuál lo dice la partida de nacimiento de nuestro país -nuestra Acta de Independencia-, un compromiso como el auténtico juramento, escrupuloso, circunspecto y exacto. 

Sin duda alguna no fue tarea fácil. ¿Quién dijo que ir por el camino del bien siempre sería fácil y cómodo?. Tal como su nombre lo dice “Fundamentos del Mundo Moderno”, los fundamentos son las bases y cimientos que, en este caso dan pie que conozcamos de dónde venimos para así poder saber hacia dónde nos dirigimos. Haciendo una revisión exhaustiva y cargada de un ejercicio intelectual, en pro de nuestro beneficio. Me atrevo a afirmar que los venezolanos en general somos un pueblo que carece de memoria histórica. Tal como lo definió Briceño Iragorry, somos un pueblo antihistórico.  Alguna de las razones que influyen a esto, y la que personalmente ha vivido mi generación es sencillamente porque las tiranías destruyen la coherencia colectiva. Basan su discurso en las almas viejas, abatidas y derrotadas. Creando un ambiente de tensión y desacuerdo entre las partes que más bien deben ser complementadas entre sí.

Sin ir muy lejos el caso de la encíclica Rerum Novarum del Papa León XII habla precisamente del punto fundamental o la raíz de lo que para mi es el problema que vivimos todos y cada uno de los venezolanos. En dicha proclama del Papa León XII se busca dar luces al pueblo sobre lo perjudicial que puede llegar a ser un gobierno socialista, habla del acuerdo y de las partes, partes que se complementan y no están hechas para denigrarse ni para menospreciar a alguna de las mismas. Resulta doloroso ver cómo si existe la raíz de los problemas con los que acarreamos hoy en día y simplemente no nos surge atractivo conocer e indagar.

Durante toda la jornada nos dedicamos a leer entre líneas, a no conformarnos sólo con lo que vemos, sino a ir más allá. Como por ejemplo Tomás Moro, quien en su obra Utopía se dedicaba a hablarnos entre líneas de un ideal republicano bajo una perspectiva monárquica.

Más adelante Mario Briceño Iragorry nos permitió ir revisando la historia de una manera que nos diera ciertas luces para enfrentar esta crisis de pueblo que venimos viviendo desde hace años. Nos aporta ciertas ideas antídoto que nos permiten la profilaxis para defendernos de cualquier elemento que nos turbe la mente. Todo se resume a ciertas ideas que pueden explicar los problemas de la actualidad. Inicialmente, la crisis de pueblo en la que hay carencia de densidad y continuidad espiritual. Luego que somos un pueblo antihistórico (como anteriormente mencione) y si lo somos porque nos hemos centrado en recordar solo la historia bélica y se ha olvidado la historia de los civiles. Nos hemos enfocado en sustituir la historia de los hombres por la liturgia de las efemérides, sin saber con exactitud el contenido de esas fechas. Por ultimo pero no menos importante, el predominio del hombre o del nombre sobre sus ideas ya que los hombres nos extinguimos, nuestras ideas permanecen.

Si algo nos queda claro de toda la experiencia que vivimos es que el esfuerzo por retomar el país que queremos no se queda en las meras palabras, en las simples ganas de querer. Tenemos que actuar con contundencia, tomar un postura basada en las ideas. Resulta curioso ver como nos basamos en grandes pensadores, escritores y autores que a través de sus obras nos enseñan que ya ciertas cosas que vivimos ocurrieron en el pasado y que debemos cargarnos de conocimiento para no cometer los mismos errores. Suena interesante ver cómo obras y escritos que datan de hace años, incluso hasta 100 años atrás, puedan ser luces para la actualidad.

He aquí el fruto de este aprendizaje, el fruto de mucho esfuerzo por conocer y crecer. Hoy escribo mi discurso final sobre esta maravillosa experiencia que me permitió crecer no solo como persona sino como ciudadana, como venezolana. Aquí se refleja el esfuerzo de todos los alumnos y la dedicación y entrega de un profesor. El empíreo ha sido un increíble experiencia como comunicador, como venezolana y como joven que tiene unas ansias inmensas de conocer.

No permitamos hablar de venezolanaje sino de venezolanidad, no confundamos a los impostores que buscan engañarnos. Y tengamos siempre un inmenso amor a la “matria”.

miércoles, 17 de junio de 2015

¿Cómo llegamos a esto?

Por Nathaly Torres

Hoy en día, en el 2015, Venezuela se encuentra en una situación difícil, pues atraviesa una crisis que ha inundado todos los campos de la sociedad: la política, la economía y lo moral. Ver lo ocurrido en mi país en los últimos 16 años me hace reflexionar y pensar: ¿cómo llegamos a esto? Millones de pensamientos invaden mi mente buscando darle respuesta a esa pregunta; sin embargo, un libro resalta entre el cúmulo de ideas: “Mensaje sin destino” de Mario Briceño Iragorry, donde el autor le da la respuesta a esta gran pregunta señalando que tenemos una crisis de pueblo y que esta se debe al desconocimiento que nosotros, los venezolanos, tenemos de nuestra historia.

Siempre creí tener los conocimientos básicos necesarios sobre la historia venezolana, como quién nos independizó, quiénes han sido los presidentes del país, quiénes hicieron tales obras (materiales e inmateriales), entre otras tantas cosas. No obstante, con el pasar de este año académico entendí que la historia inmediata de Venezuela no es la única necesaria para comprendernos como sociedad y, como consecuencia, comprender nuestra crisis. Conocer a Venezuela va un poco más allá de quién gobernó o quién hizo qué, se trata de leer a los grandes pensadores de las distintas épocas y leer entre líneas los hechos ocurridos. Es por ello, que para entender dicha crisis echaremos la mirada atrás y examinaremos unos cuantos ensayos, publicaciones y documentos.

Toda persona cuenta con una partida de nacimiento donde están expresados sus orígenes; de la misma manera, la sociedad venezolana cuenta con una: el Acta de Independencia. Este documento surge por la necesidad de formalizar la idea de un Estado en el país y para ello siete provincias la declararon en 1811. Con el Acta surge un cambio, pues ya no se trata de los derechos vinculados con la monarquía y el poder omnímodo del Rey, sino que ahora las ideas pasan a ser ligadas a la libertad y el republicanismo. Conocer este hecho histórico tan importante es fundamental para comprendernos como nación, como sociedad y como individuos. En repetidas ocasiones políticos han hecho uso del revisionismo histórico, por ejemplo, cambiando la cantidad de estrellas en la bandera que representan las siete provincias fundacionales, y agregándole una estrella más, tan solo por su capricho, y nosotros por no contar con ese conocimiento amplio y profundo del acta nos convertimos en pusilánimes sin tradición que aceptan ese tipo de cambios.

Continuando con el recorrido, me parece importante resaltar la encíclica Rerum Novarum, escrita por el Papa León XII en el año 1891, donde plantea la relación entre contrarios –en este caso entre clase obrera y jefes- como una pugnacidad constante, cuando en su lugar se debe tratar de una relación complementaria. Sin embargo, este tipo de relación a los hombres astutos y turbulentos no les conviene y es por ello que manipulan a los más humildes colocándolos en una rivalidad que es ajena a la verdad y a la razón. ¿Cuántas veces no hemos escuchado las palabras “burguesito”, “majunche”, “pitiyankee”?, términos que solo generan una contienda entre las partes de la sociedad.

Para la formación de este nuevo Estado venezolano, Juan Germán Roscio (escritor del Acta), se basó en las ideas expuestas por Jean Jacques Rousseau en su obra “El Contrato Social” donde se plantea el no antagonismo entre el poder público y la población, tal como expresaba el Papa León: se trata de una relación de complementariedad. Gracias a este pacto, donde los súbditos ceden cuotas de su libertad al poder público, es que los Estados funcionan procurando la voluntad general por encima de la individual. Se puede pensar que en ese proceso de ceder la libertad individual al poder público para procurar el bien común, se generen abusos por parte de los gobernantes, ante esto Vittorio Alfieri, en su libro “De la Tiranía”, publicado en 1800, expresa las características de estos personajes que violan las leyes, ignorando lo que es ideal para todos. Alfieri en su publicación advirtió lo que hoy en día, encontrándonos en el 2015, presenciamos en Venezuela: gobernantes que crean nuevas leyes, que destruyen otras o simplemente interpretan a su antojo con la certeza de la impunidad. Aunado a esto, contamos con poderes públicos que no tienen autonomía al momento de ejercer sus funciones, por ejemplo la Asamblea Nacional está dirigida por las decisiones del Presidente.

Aunado a las publicaciones de todas estas épocas que nos dan luces y comprensión de lo que atravesamos hoy en día, es pertinente ubicarnos como país en la época histórica que atravesamos: la Edad Contemporánea y para ello debemos conocer un poco de la Edad Moderna. La modernidad se caracterizó por poderes políticos absolutos e inexistencia de institucionalización, se puede considerar como una época en la que la crisis y los abusos llegaron a su punto máximo. No obstante, esta fue una época donde diversos pensadores como Jean Jacques Rousseau y Marsilio de Padua iniciaron un proceso a través de las ideas para estructurar y limitar el poder. Gracias a ellos y a los movimientos como la Revolución Francesa, se generó un cambio hacia la contemporaneidad -donde nos encontramos actualmente- la cual se caracteriza por la garantía de los derechos (ya no se trata de súbditos sino de ciudadanos), existen diversas clases sociales en las que hay movilidad y económicamente existe libertad en el comercio.

Pero, ¿Venezuela en dónde se encuentra históricamente?: En un retraso, ubicándonos en la contemporaneidad, el país cuenta con todas las características propias de la modernidad, pues el mandatario ejerce un poder omnímodo por encima de lo que sea y de quien sea; no hay institucionalidad, todos los poderes (Judicial, Electoral, Legislativo) se mueven de acuerdo a las indicaciones del Ejecutivo; los derechos de los ciudadanos son irrespetados una y otra vez diariamente; y la propiedad privada es destruida. 

Para concluir, vuelvo a la pregunta inicial que siempre daba vueltas en mi cabeza y que luego de leer, investigar y ahondar las separatas vistas en el año he podido responder.

¿Cómo llegamos a esto? Somos un pueblo sin consciencia, sin conocimiento profundo. En palabras de Briceño Iragorry tenemos carencia de densidad y de continuidad espiritual, los venezolanos no hemos asimilado nuestra historia, de modo que nos permita hablar de vivencias nacionales, uniformes y creadoras que nos ayuden a incorporar nuevos valores de cultura. Las guías, las instrucciones para comprender nuestra realidad siempre han estado allí: Acta de Independencia, Vittorio Alfieri con “De la Tiranía”, Jean Jacques Rousseau con “El Contrato Social”, Mariano Picón Salas con “Comprensión de Venezuela”, Mario Briceño Iragorry con “Mensaje sin Destino”, y muchos tantos autores que aún quedan por conocer.

Contamos con un presente y un futro que se ven poco alentadores, ¿no? Sin embargo, hay una frase que escuché del profesor Ramón Castro que me llamó la atención y la cual comparto: “cuando se llega a lo más alto, a los mayores abusos y a grandes crisis, después de ahí viene cambio”; se trata como de una especie montaña rusa donde subes, subes y subes y cuando ya llegaste a los más alto es momento de bajar. Esto fue lo que ocurrió con la modernidad, donde se llegó a unos extremos de arbitrariedades y despotismos que antes no se habían vistos, pero que luego, gracias a las ideas, concluyeron en cambios grandiosos para la sociedad, pasando así a una nueva etapa histórica.

La solución está en las ideas, tal como ocurrió en Alemania después de la II Guerra Mundial, donde gracias a diversos pensadores pudieron sacar al país de la crisis económica, lo que se conoce como el milagro alemán. Venezuela necesita de pensadores; de una generación que vaya más allá de lo superficial y que entienda las ideas detrás de las cosas; personas que se conozcan a sí mismos; que actúen más y se quejen menos; que entiendan que las crisis hay que vivirlas y no huir de ellas; pero sobre todo de personas que amen a esta patria y estén dispuestos a sacarla adelante. ¿Eres tú uno de ellos?



“Sólo una crisis – real o percibida- da lugar a un cambio verdadero. Cuando esa crisis tiene lugar, las acciones que se llevan a cabo dependen de las ideas que flotan en el ambiente”

Milton Friedman.

¿Qué fue del hombre renacentista?



Por Gabriel Ascione


         Por diversas razones, este es el ensayo más honesto que he escrito en mi vida. En algún momento durante la planificación previa y el análisis de posibles ideas sobre las cuales reflexionar, algo en mi decidió tomar estas páginas como un espacio para la sinceridad y especialmente para el autoanálisis.

            Me permitiré, entonces, comenzar diciendo que lo estoy escribiendo en el último momento posible, la noche anterior a la entrega. También diré que “razones” para no realizar este trabajo me sobran: hoy me volví a lastimar la rodilla en un entrenamiento para un partido de futbol que disputaré este fin de semana, están jugando Brasil contra Colombia por la Copa América. Estoy trabajando en la página web en la que laboro mientras escribo estas palabras. En la mañana hice dos horas de cola en un supermercado para comprar pollo. En fin, entre razones banales y razones de “peso” podría hacer una larga lista que justifique no desarrollar este ensayo. Lo que es peor aún es que tampoco son escazas las posibles artimañas que sé que podría idear para intentar aplazar la entrega de estas páginas y ganar más tiempo (me he especializado en esto a lo largo de mis años como estudiante). Sé que de proponérmelo, podría conseguir alguna excusa perfecta, sin embargo ahí está el detalle, al analizar esa lista de “razones de peso” me doy cuenta que son solo excusas.

            La realidad es que, independientemente de quiénes quieran admitirlo o no, me atrevería a decir que como venezolanos somos una sociedad llena de excusas (a nivel general). Me atrevo a asegurar que como jóvenes venezolanos somos una generación llena de excusas, claro, con sus excepciones a la regla. Tenemos una excusa para todo lo que no queramos o todo aquello que nos cueste hacer: una excusa para llegar tarde, una excusa para no asistir a un evento, no entregar una tarea o un trabajo a tiempo, argumentos sobran para justificar no hacer lo que debemos hacer. Podría hacer un análisis profundo sobre esta característica en la idiosincrasia del venezolano, sin embargo, me centraré únicamente en cómo esto nos aflige como estudiantes.

            La reflexión detrás de estas palabras surgió durante una clase en la que se debatía por qué  generaciones anteriores a la nuestra lograban grandes cosas a edades en las que nosotros todavía no hemos hecho “nada”. En este momento considero necesario hacer otra aclaratoria: estas palabras no tienen como objetivo abarcar a toda la juventud venezolana; existen jóvenes que desde muy corta edad se han trazado metas y propuesto proyectos y que han alcanzado grandes cosas. Tampoco es un sermón para aquellos que no desean recibir uno. Estas palabras están orientadas a aquellos que, como yo, sienten que podrían dar más de ellos mismos.

            ¿Quién es el hombre renacentista? En términos básicos aquel hombre que nació y vivió durante el renacimiento, pero en este caso en particular utilizaremos una definición más amplia. El hombre renacentista es aquel que se dedica al dominio de varias disciplinas. Es aquel que no se conforma solamente con ser artista o científico, sino en esos dos y en todos los demás. El hombre renacentista tiene sed de conocimiento y una curiosidad insaciable. El hombre renacentista necesita contribuir con el avance técnico, cultural y espiritual de la raza humana y sabe que debe sobresalir en cada una de estas disciplinas para poder marcar alguna diferencia.

            El hombre renacentista por excelencia es Leonardo Da Vinci. Pintor, anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Vivió 67 años, bastante menos que la esperanza de vida actual de un hombre, y sin embargo a otros nos tomarían 3 o 4 vidas alcanzar una lista tan impresionante de logros. Vivió, descubrió, innovó, pintó, diseñó y amó, este último logro será analizado más adelante. Pero como aclaré anteriormente, no reduzco el término a un tiempo o un espacio determinado. Hombres como el venezolano Mariano Picón Salas, nacido 450 años después que Da Vinci y en continente americano, también son dignos de llamarse renacentistas. Es importante ver estos dos nombres uno al lado del otro: Da Vinci y Picón Salas.

            Es evidente que a nivel mundial, el italiano tiene mucho mayor renombre que el venezolano. Incluso aquí en Venezuela, casi todos sabemos quién fue Da Vinci, pocos sabemos quién fue Picón Salas (yo no lo supe hasta este año). Esto no hace que los logros del segundo sean menos importantes y entonces surge la pregunta, con tanto tiempo y tanta distancia entre ellos, qué elemento común los llevó a hacer todo lo que hicieron. Consecuentemente, otra pregunta sería, si el tiempo y el espacio no son limitantes, por qué no somos nosotros hombres renacentistas.

            Volviendo a las respuestas de algunos compañeros en aquella clase, es más difícil alcanzar esos logros hoy en día porque ya “todo está hecho”. Este argumento queda anulado inmediatamente ya que de ser cierto, Picón Salas tampoco hubiese tenido nada que hacer.

            Otros argumentos señalaban que era un problema de tiempo, que la vida hoy en día es mucho más agitada de lo que era en aquel momento, que la economía o la estructura social estaba diseñada de manera tal que los jóvenes podían hacer esas cosas. Todas estas razones, al igual que mi lista para no hacer este trabajo, son meras excusas.
           
            No soy psicólogo ni sociólogo, pero sí creo en proponer respuestas a las preguntas que uno mismo plantea, así sea para luego ser descartadas por los demás. Mi respuesta es que no somos hombres de renacimiento porque no sentimos la necesidad de hacernos un nombre, de que nuestro nombre se asocie con grandes logros o un gran legado. O mejor aún, no somos hombres de renacimiento porque vivimos en una sociedad en la que hacernos un nombre, es extremadamente fácil.
           
            Estas ideas parecen ser opuestas pero en realidad no lo son. Las redes sociales, todas, han servido como plataforma para grandes cosas (grandes no necesariamente significa que todas sean positivas) una de ellas, hacernos famosos a todos sin haber hecho nada. Leonardo Da Vinci, Mariano Picón Salas, sabían que para que sus vidas tuvieran sentido tenían que dejar un legado y que para dejar un legado debían lograr algo, ser hombres excelentes. Pero para nuestra generación, ser excelentes no es condición para ser notorios. Cualquier cosa que escribamos, filmemos, pintemos o fotografiemos podremos exponerla orgullosamente en una red social, donde la costumbre dicta que será apreciada y recibirá buenos comentarios de nuestros “conocidos”, sin importar que tan duro o no habremos trabajado en ello. Y este es el mejor de los casos; en otros, tan solo las fotos de nuestro más reciente viaje nos harán ser tema de conversación entre las mesas del almuerzo.

            La grave consecuencia de esto es la falta de motivación y quien no tiene motivación consigue excusas. Citando una frase popular cuyo autor desconozco “el que quiere siempre consigue una manera, el que no quiere siempre consigue una excusa”. Tenemos todos los canales abiertos para decir lo que queramos y esto nos ha llevado a no buscar nada importante que decir, o pensar que todo lo que decimos es importante. Podríamos ser Hombres del Renacimiento 2.0, vale la pena preguntarse qué hubiese hecho Picón Salas con Facebook.

            Debía englobar en estas palabras una cantidad de temas abarcados durante todo un año académico en una materia y la realidad es que no estoy ni cerca, pero la realidad es que tampoco estamos cerca ni yo, ni otros como yo, de realmente absorber todos esos conocimientos, no mientras sigamos poniendo excusas para no hacerlo. Aprenderemos quién fue Russeau, y qué fue lo que escribió en El Contrato Social, pero se quedará como una mera colección de frases bonitas para poner en Facebook.

            Al comenzar a describir a Da Vinci, afirmé que era un hombre que había amado. Picón Salas también. En algún momento hice el chiste “todo Mariano tiene su picón” y es que estos grandes hombres no vivían encerrados en un cuarto, no eran parias ni se recluían del mundo exterior. Es posible dejar de lado las excusas y vivir una vida en la que disfrutemos de los placeres mientras apuntamos a ser mejores.

            Estas palabras no revolucionaran el mundo, probablemente no cambiaran la manera de pensar de las próximas generaciones ni harán eco durante generaciones. Estas palabras no me convertirán en un hombre renacentista, pero la idea detrás de estas palabras son el primer paso. Vi el partido completo, la rodilla me sigue doliendo y aun me quedan dos horas para terminar la guardia en la página pero no agarré ninguna de esas excusas, escribí las palabras, deje de lado mi talento para justificar no hacer las cosas para empezar a mejorar mi talento para hacerlas.

            Por diversas razones, este es el ensayo más honesto que he escrito en mi vida y por eso termino diciendo que lo que menos me preocupa es la nota que obtenga. No lo subiré en Facebook, no lo compartiré porque sé que aun puedo mejorarlo mucho más, pero sincerarme así me ha servido a mí y si por casualidad a alguien como yo le llegan estas palabras, daremos juntos un paso para crear una nueva Sociedad Renacentista.
           

Efecto Dominó

Por: Isabella Amengual.

 La capacidad imaginativa del hombre es interminable, sus ideas abundan al igual que sus sueños. Pero se requiere valentía y experiencia para hacer realidad esas ideas. La importancia de estas ideas es que deben estar fundamentadas no solo en un sustento simbólico sino en una base literal o material. A través de las generaciones se han visto ejemplos de cómo el hombre esencialmente presenta sus ideas y después de mucho tiempo son materializadas.

 Se ve en el caso de la limitación del poder que surge tímida y teóricamente en la Edad Media (monarquía) debido a que aunque el rey, mantenía y controlaba el poder, indirectamente no podía equivocarse ni hacer daño alguno a otro, esto constituyó el principio de la idea de limitar el poder. Luego en la Edad Moderna, donde imperaba el régimen absolutista, gracias a la capacidad reflexiva del hombre, estas primeras ideas se materializaron.

 Se ha hablado de que en la historia hay una característica esencial de continuidad que no puede romperse, de aquí viene esa capacidad y necesidad de aprendizaje del pasado para lograr materializar ideas teóricas en el presente y para de ahí con diversos cambios dejar un legado para el futuro. Hay pueblos que pretenden romper con esta continuidad pues no hay una asimilación ni de la historia (por eso su denominación anti-histórica) ni de los hiatos históricos que sirven de transiciones que son necesarias en la historia.

 Debido a esa continuidad, se logra en Edad Moderna, la distribución de los poderes, con la aparición de la figura del parlamento, donde el poder de los ciudadanos reside en una representación de varios diputados y también se genera un catálogo de derecho con un fin garantista, que busca garantizar la protección del ciudadano, estas dos características pasaron luego a ser legados de la Edad Moderna y se adentraron en la Edad Contemporánea. Así sucesivamente se conectaran las puntadas, una después de otra, infinitamente, como un ciclo que contará con sus hiatos, necesarias transiciones de la historia y con sus ideas después materializadas, que permiten el crecimiento de las sociedades debido a sus reflexiones y juicios.

 Me gusta imaginar la historia, o en este caso la anti-historia, en un gráfico en forma de espiral ascendente, ya que existe un desarrollo constante, pero sus espirales nunca tocarían, si se habla del caso venezolano, se resalta en en el ensayo de Mario Briceño Iragorry que: "Del éxito y del fracaso antiguos (...) de la alegría de la plenitud y del dolor de la exhaustez, se ha venido tejiendo la misma e indivisible tela de la nacionalidad”; esto no ocurre en Venezuela porque se pretende fabricar una historia a medida de las preferencias actuales, efemérides y héroes, olvidando o desdeñando hechos o personajes que contradicen las inclinaciones ideológicas presentes, eso significaría una ruptura y pérdida de los valores que conjugan el destino y el sentido nacionalista, que sirven de base para el futuro, no ocurriría un punto reflexivo que asuma todos los logros y fracasos de previas épocas y por eso no podría llamarse un pueblo histórico, porque carece de densidad, por ser completamente superficial, y también carece de continuidad espiritual en el pueblo, lo que se reduce a una crisis de pueblo. 

 Esta forma superficial de captar el entorno hace referencia al planteamiento de Martínez Estrada en “La Cabeza de Goliat”, en donde dice que la vida tiende a estar vinculada a la plasticidad y a la poética, es decir a lo interno y no a lo externo. La nueva “civilización” ve trozos insignificantes de imágenes fotográficas constantes, rápidas y cambiantes que los mantienen entretenidos con vanidades y desenfoca su atención de lo que tiene más importancia. Para evitar eso sus protagonistas deben ser individuos y no masas mediante su correcta educación, de poder reflexivo y no repetitivo, por ser base de la sociedad y de esencial relevancia para el Estado.
  
 La idea de la educación empieza con el pensamiento de la escolástica, influenciado por las ideas de Aristóteles (basadas en las de Sócrates), donde se busca armonizar la fe y la razón para comprender al hombre, con eso empieza el desarrollo de las universidades que datan desde los imperios de Carlo Magno y Alcuino, donde se crean las escuelas palatinas, congregación de un grupo en el palacio para estudiar temas, con la protección y apoyo del emperador. Luego la Iglesia crearía las escuelas catedralicias, donde igualmente se convocaban a estudiar temas pero esta vez protegidos y apoyados por la Iglesia, por ejemplo: La Universidad de París (Notre Dame). Estos inicios de la Universidad era una asociación de individuos con conocimiento en la materia con individuos interesados en adquirirlo (asociación maestro-alumno). Durante la Edad Media en adelante esto fue evolucionando tratando de balancear la influencia entre el profesor y el alumno, pasando de “Magíster díxit” (El maestro dice), a una estructura tutelar, a un equilibrio entre los dos. 

 La idea de las universidades y su institucionalización, debido a que cuenta con maestros que difunden la verdad y el conocimiento, va a ser el gran catalizador de la Edad Media hasta hoy ya que rompe los estamentos de la sociedad, van a permitir la flexibilidad social que luego con el tiempo adentrados en la Edad Moderna, aparecerán las clases sociales con movilidad e interacción. Ya que se abandona la nobleza y pasa a la gentileza, donde se impone el discurso basado en el esfuerzo y condición gentil, que se apega más al conocimiento y moral del hombre ya que se contrapone a la ignorancia que solo conlleva a una sociedad anestesiada, sin bases ni argumentos. Partiendo de un esfuerzo individual con aras a mejorar lo colectivo debido a la institucionalización que en ese momento protegía a los intereses colectivos y no a los personalistas, se impacta en el sistema socioeconómico, que venía siendo el feudalismo en la Edad Media que solo favorecía a pocos, hasta llegar a la Edad Contemporánea con el capitalismo, desplazando así lo rural a lo urbano completamente, este sistema económico fue criticado fuertemente por el Papa León XIII en su encíclica “Rerum Novarum”, apoyando el derecho laboral, el derecho a la propiedad privada, etc.

 Pero todos estos cambios sociales y económicos, influyeron en otros ámbitos de la vida humana. Como dice la célebre frase de Simón Bolívar, “Moral y luces son nuestras primeras necesidades” en la que se refiere a las universidades y a la importancia de la educación para los valores y derechos de los ciudadanos de una patria, o mejor dicho de una matria en palabras de Miguel de Unamuno. Esos derechos; que son realzados en el Acta de Independencia de Venezuela donde se buscó establecer una nación con principios republicanos y federales, logró la abolición de la Monarquía, bajo los valores de la igualdad de los individuos, la prohibición de la censura y la libertad de expresión; estos derechos fueron inspirados en ideas de Jean Jacques Rousseau en “El Contrato Social”, donde un grupo decide renunciar a su voluntad particular para adquirir normas morales y leyes con autoridad política y orden social, para formar un Estado en búsqueda del equilibrio y la felicidad.

 A manera de interpretar eso, Rousseau explica la República como “Todo Estado regido por leyes, bajo cualquiera que sea la forma de administración, por que sólo así el interés público gobierna y la cosa pública tiene alguna significación. Todo gobierno legítimo es republicano.” Propone este sistema basado en la democracia para el Estado, este sistema es también propuesto en “Utopía” de Tomás Moro. La frase de Miguel de Unamuno, “lo perfecto es enemigo de lo bueno” describe muy bien la condición de los utopianos, que viviendo en un mundo ideal se convirtieron en monótonas piezas de un juego, sin pasiones, sin problemas que muevan e incrementen sus conocimientos. Aunque el republicanismo se presenta ahí como lo ideal, la historia real nos ha mostrado cómo se ha desvirtuado el verdadero objetivo del Gobierno, por eso han surgido varios tipos de gobernantes como el Presidente y el Tirano explicados muy bien por Seijas y Alfieri en ese orden, que dependiendo de sus condiciones se contraponen completamente a esa base democrática tan anhelada por muchos. 

 En conclusión, es muy importante señalar que la historia es algo tan cambiante y dinámica, tiene una continuidad contundente y un espíritu reflexivo que genera soluciones a problemas actuales, que es esencial el deber de protegerla. Sus infinitas hiladas históricas se conectan unas con otras, a través de eras, como una telaraña sin fin, cada hecho tiene una causalidad importante y hay que prestar atención a esas casualidades y sus consecuencias como se puede explicar en el efecto dominó y agradecerlas porque al fin y al cabo son las que dieron paso a lo que conocemos hoy en día.