Por Gabriel Ascione
Por diversas razones, este es el ensayo más
honesto que he escrito en mi vida. En algún momento durante la planificación
previa y el análisis de posibles ideas sobre las cuales reflexionar, algo en mi
decidió tomar estas páginas como un espacio para la sinceridad y especialmente
para el autoanálisis.
Me permitiré, entonces, comenzar diciendo que lo estoy
escribiendo en el último momento posible, la noche anterior a la entrega.
También diré que “razones” para no realizar este trabajo me sobran: hoy me
volví a lastimar la rodilla en un entrenamiento para un partido de futbol que
disputaré este fin de semana, están jugando Brasil contra Colombia por la Copa
América. Estoy trabajando en la página web en la que laboro mientras escribo
estas palabras. En la mañana hice dos horas de cola en un supermercado para
comprar pollo. En fin, entre razones banales y razones de “peso” podría hacer
una larga lista que justifique no desarrollar este ensayo. Lo que es peor aún
es que tampoco son escazas las posibles artimañas que sé que podría idear para
intentar aplazar la entrega de estas páginas y ganar más tiempo (me he
especializado en esto a lo largo de mis años como estudiante). Sé que de
proponérmelo, podría conseguir alguna excusa perfecta, sin embargo ahí está el
detalle, al analizar esa lista de “razones
de peso” me doy cuenta que son solo excusas.
La realidad es que, independientemente de quiénes quieran
admitirlo o no, me atrevería a decir que
como venezolanos somos una sociedad llena de excusas (a nivel general). Me
atrevo a asegurar que como jóvenes
venezolanos somos una generación llena de excusas, claro, con sus excepciones a
la regla. Tenemos una excusa para todo lo que no queramos o todo aquello que nos
cueste hacer: una excusa para llegar tarde, una excusa para no asistir a un
evento, no entregar una tarea o un trabajo a tiempo, argumentos sobran para
justificar no hacer lo que debemos hacer. Podría hacer un análisis profundo
sobre esta característica en la idiosincrasia del venezolano, sin embargo, me
centraré únicamente en cómo esto nos aflige como estudiantes.
La reflexión detrás de estas palabras surgió durante una
clase en la que se debatía por qué
generaciones anteriores a la nuestra lograban grandes cosas a edades en
las que nosotros todavía no hemos hecho “nada”. En este momento considero
necesario hacer otra aclaratoria: estas palabras no tienen como objetivo
abarcar a toda la juventud venezolana; existen jóvenes que desde muy corta edad
se han trazado metas y propuesto proyectos y que han alcanzado grandes cosas.
Tampoco es un sermón para aquellos que no desean recibir uno. Estas palabras
están orientadas a aquellos que, como yo, sienten que podrían dar más de ellos
mismos.
¿Quién es el hombre renacentista? En términos básicos
aquel hombre que nació y vivió durante el renacimiento, pero en este caso en
particular utilizaremos una definición más amplia. El hombre renacentista es
aquel que se dedica al dominio de varias disciplinas. Es aquel que no se
conforma solamente con ser artista o científico, sino en esos dos y en todos
los demás. El hombre renacentista tiene sed de conocimiento y una curiosidad
insaciable. El hombre renacentista necesita contribuir con el avance técnico,
cultural y espiritual de la raza humana y sabe que debe sobresalir en cada una
de estas disciplinas para poder marcar alguna diferencia.
El hombre renacentista por excelencia es Leonardo Da
Vinci. Pintor, anatomista, arquitecto, artista, botánico, científico, escritor,
escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista. Vivió 67
años, bastante menos que la esperanza de vida actual de un hombre, y sin
embargo a otros nos tomarían 3 o 4 vidas alcanzar una lista tan impresionante
de logros. Vivió, descubrió, innovó, pintó, diseñó y amó, este último logro
será analizado más adelante. Pero como aclaré anteriormente, no reduzco el
término a un tiempo o un espacio determinado. Hombres como el venezolano
Mariano Picón Salas, nacido 450 años después que Da Vinci y en continente
americano, también son dignos de llamarse renacentistas. Es importante ver
estos dos nombres uno al lado del otro: Da Vinci y Picón Salas.
Es evidente que a nivel mundial, el italiano tiene mucho
mayor renombre que el venezolano. Incluso aquí en Venezuela, casi todos sabemos
quién fue Da Vinci, pocos sabemos quién fue Picón Salas (yo no lo supe hasta
este año). Esto no hace que los logros del segundo sean menos importantes y
entonces surge la pregunta, con tanto tiempo y tanta distancia entre ellos, qué
elemento común los llevó a hacer todo lo que hicieron. Consecuentemente, otra
pregunta sería, si el tiempo y el espacio no son limitantes, por qué no somos
nosotros hombres renacentistas.
Volviendo a las respuestas de algunos compañeros en
aquella clase, es más difícil alcanzar esos logros hoy en día porque ya “todo
está hecho”. Este argumento queda anulado inmediatamente ya que de ser cierto,
Picón Salas tampoco hubiese tenido nada que hacer.
Otros argumentos señalaban que era un problema de tiempo,
que la vida hoy en día es mucho más agitada de lo que era en aquel momento, que
la economía o la estructura social estaba diseñada de manera tal que los
jóvenes podían hacer esas cosas. Todas estas razones, al igual que mi lista
para no hacer este trabajo, son meras excusas.
No soy psicólogo ni sociólogo, pero sí creo en proponer
respuestas a las preguntas que uno mismo plantea, así sea para luego ser
descartadas por los demás. Mi respuesta es que no somos hombres de renacimiento
porque no sentimos la necesidad de hacernos un nombre, de que nuestro nombre se
asocie con grandes logros o un gran legado. O mejor aún, no somos hombres de
renacimiento porque vivimos en una sociedad en la que hacernos un nombre, es
extremadamente fácil.
Estas ideas parecen ser opuestas pero en realidad no lo
son. Las redes sociales, todas, han servido como plataforma para grandes cosas
(grandes no necesariamente significa que todas sean positivas) una de ellas,
hacernos famosos a todos sin haber hecho nada. Leonardo Da Vinci, Mariano Picón
Salas, sabían que para que sus vidas tuvieran sentido tenían que dejar un
legado y que para dejar un legado debían lograr algo, ser hombres excelentes.
Pero para nuestra generación, ser excelentes no es condición para ser notorios.
Cualquier cosa que escribamos, filmemos, pintemos o fotografiemos podremos
exponerla orgullosamente en una red social, donde la costumbre dicta que será
apreciada y recibirá buenos comentarios de nuestros “conocidos”, sin importar
que tan duro o no habremos trabajado en ello. Y este es el mejor de los casos;
en otros, tan solo las fotos de nuestro más reciente viaje nos harán ser tema
de conversación entre las mesas del almuerzo.
La grave consecuencia de esto es la falta de motivación y
quien no tiene motivación consigue excusas. Citando una frase popular cuyo
autor desconozco “el que quiere siempre consigue una manera, el que no quiere
siempre consigue una excusa”. Tenemos todos los canales abiertos para decir lo
que queramos y esto nos ha llevado a no buscar nada importante que decir, o
pensar que todo lo que decimos es importante. Podríamos ser Hombres del
Renacimiento 2.0, vale la pena preguntarse qué hubiese hecho Picón Salas con
Facebook.
Debía englobar en estas palabras una cantidad de temas
abarcados durante todo un año académico en una materia y la realidad es que no
estoy ni cerca, pero la realidad es que tampoco estamos cerca ni yo, ni otros
como yo, de realmente absorber todos esos conocimientos, no mientras sigamos
poniendo excusas para no hacerlo. Aprenderemos quién fue Russeau, y qué fue lo
que escribió en El Contrato Social, pero se quedará como una mera colección de
frases bonitas para poner en Facebook.
Al comenzar a describir a Da Vinci, afirmé que era un
hombre que había amado. Picón Salas también. En algún momento hice el chiste
“todo Mariano tiene su picón” y es
que estos grandes hombres no vivían encerrados en un cuarto, no eran parias ni
se recluían del mundo exterior. Es posible dejar de lado las excusas y vivir
una vida en la que disfrutemos de los placeres mientras apuntamos a ser
mejores.
Estas palabras no revolucionaran el mundo, probablemente
no cambiaran la manera de pensar de las próximas generaciones ni harán eco
durante generaciones. Estas palabras no me convertirán en un hombre
renacentista, pero la idea detrás de estas palabras son el primer paso. Vi el
partido completo, la rodilla me sigue doliendo y aun me quedan dos horas para
terminar la guardia en la página pero no agarré ninguna de esas excusas,
escribí las palabras, deje de lado mi talento para justificar no hacer las
cosas para empezar a mejorar mi talento para hacerlas.
Por diversas razones, este es el ensayo más honesto que
he escrito en mi vida y por eso termino diciendo que lo que menos me preocupa
es la nota que obtenga. No lo subiré en Facebook, no lo compartiré porque sé
que aun puedo mejorarlo mucho más, pero sincerarme así me ha servido a mí y si
por casualidad a alguien como yo le llegan estas palabras, daremos juntos un
paso para crear una nueva Sociedad Renacentista.
No hay comentarios:
Publicar un comentario