La figura del tirano ha estado presente a lo largo de los tiempos, siendo representado por diversos mandatarios, desde aquellos que se identifican abiertamente como dictadores hasta aquellos que han sido elegidos mediante el voto y se hacen llamar democráticos. El escritor italiano, Vittorio Alfieri, en su libro De la Tiranía, señala que la tiranía es “toda clase de Gobierno en el cual la persona encargada de la ejecución de las leyes puede hacerlas, destruirlas, violarlas, interpretarlas, entorpecerlas, suspenderlas o simplemente eludirlas con la certeza de la impunidad”.
Teniendo un mal tan grave como este en la sociedad, nos podemos preguntar ¿cuál es el remedio contra la tiranía? ¿Qué debemos hacer con esa figura que se ve indestructible? Como respuesta a estos cuestionamientos surgen tres posibles soluciones: 1) que la voluntad de todos o de la mayoría destruya el poder del tirano; 2) que exista un ministro infiltrado que lo haga cometer más atropellos, ya que al haber más de estos se estará cerca del final; y 3) el tiranicidio. Sobre este último me quiero detener.
El tiranicidio se entiende como darle muerte al tirano, asesinar a aquel que ha pasado por encima de todos los miembros de una sociedad, convirtiéndolos en personas con baja autoestima a través del arrebato de sus derechos, bienes y libertades. Así como la tiranía se fundamenta en el absolutismo y este en el derecho divino de los reyes; de igual forma el tiranicidio se fundamente en el derecho a la rebelión, a la legítima defensa, a la resistencia.
El profesor Gonzalo Bustamante de la Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez, en un artículo realizado para el portal www.elmostrador.cl, apunta que la legitimidad del Estado moderno se fundamenta en lo que Hobbes definió como igual seguridad para todos, para así poder garantizar iguales su derechos; a lo que Bustamante se plantea: “¿Qué pasa si el Estado rompe ese principio inicial de imparcialidad? Los afectados, como entes racionales que son, pueden retomar la violencia para garantizar su propia vida e integridad”.
La idea del tiranicidio se encuentra llena de debates entre sus defensores y detractores. Están aquellos que defienden a toda costa la no violencia, incluyendo en situaciones extremas donde pueden recibir algún daño físico o moral, o incluso perder su propia vida. Por otro lado, están aquellos que no son tan radicales en la no violencia, los cuales señalan que existen situaciones excepcionales donde el tiranicidio tiene cabida, puesto que se trata de la violación de derechos y libertades propias de los seres humanos. Algunos casos de tiranicidios realizados encontramos a Benito Mussolini en 1945, Elena y Nicolae Ceaucescu en 1989, Samuel Doe en 1990 y Sadam Husein en 2006.
"Cuando el gobierno viola los derechos del pueblo, la insurrección es el más sagrado de los derechos y el más indispensable de los deberes”
Marqués de Lafayette
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