La política se puede definir como una actividad orientada a tomar decisiones para alcanzar el poder y
transformar las imperfecciones del Estado a través de la acción del gobierno.
El filósofo Aristóteles, consideraba en su obra “Política”, que la ética y la
política se refieren ambas a la praxis humana, enfocada desde las acciones que
asumimos los hombres para dirigir nuestra voluntad y libertad, considerando
ética y política al “bien del hombre, y el bien de la ciudad”.
Aristóteles también considera que la mejor forma de gobierno será aquella que
procure a la ciudadanía prudencia, felicidad, fortaleza y justicia, es decir, democracia. Al hablar de felicidad, no nos referimos a como lo hacemos hoy
día en Venezuela, como: “ausencia de dolor o preocupación”, sino como un logro,
un buen logro. La democracia también apunta a
la preocupación por la realización plena de la persona, lo cual conlleva a un grado de ética y moral mayor.
Hoy en día la concepción Aristotélica de la política, incluye
conceptos como: el bien común, los valores y la
ética, los cuales se han ido distorsionando con el tiempo. Las malas prácticas
políticas están por encima del deber ser y se acentúa el egoísmo, el
aprovechamiento económico, las ventajas y demás privilegios derivado del uso
indebido del poder.
Se ha corrompido por completo la palabra política, haciéndola ver como
algo totalmente negativo e injusto. Los políticos han dejado a un lado sus
ideales, las luchas por los intereses de los ciudadanos, la discusión de
programas y proyectos para lograr espacios públicos decentes y una sana
administración de los gobiernos locales, regionales y estadales, entre otras
cosas. Todo lo anterior, ha quedado en un segundo plano. Y aunque no todos los
políticos pueden ser considerados corruptos, al caer uno, dos o tres oscurecen
el trabajo y esfuerzo que hace la mayoría, ya que muchos guardan silencio, y se
han convertido en cómplices del crimen.
La mala política no puede seguir siendo el modelo a seguir no solo en Venezuela, sino a nivel mundial. Es necesario
volver a Aristóteles y rescatar la ética, la moral y las buenas prácticas de
gobierno para el beneficio de la ciudadanía, eliminando aquellas acciones que provocan el malgaste de la acción política, degradando la
democracia y la decepción de la ciudadanía ante los eventos electorales. Debe
ser desplazada por la política honorable, sin importar su color o ideología,
políticos con propuestas, ideas y
alternativas viables que estén en sintonía con las verdaderas necesidades de la
gente, acompañado con el compromiso de cada ciudadano y el valor de la palabra.
Por: Ana Karina García
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