Pages

viernes, 19 de diciembre de 2014

No tengo dinero, Ni nada que dar

Por: Daiyalim Casanova

A medida del desarrollo socio-político de las sociedades modernas se ha venido construyendo por los pilares de las mismas y ciertos caracteres influyentes dentro de ellas, la discriminación positiva. Una serie de dogmas que actualmente se podrían llamar ideologías que buscan desafiar el pensamiento libre e imponer una sola verdad.

Por supuesto que verdades hay muchas , pero siempre deberían estar del lado de la ética,moral y justicia. Por ejemplo, el derecho al matrimonio gay, las inclinaciones religiosas, las preferencias políticas y aún hasta las características raciales; determinan la percepción del individuo hacia el mundo y del mundo hacia el individuo.
Por ello, las ideas no deberían agudizar nuestro entorno sino ampliarlo, considero que no hay nada más decadente que el irrespeto hacia lo ajeno de la verdad propia. Qué de absoluto hay en la vida, sólo quizás el presente y por supuesto las ideas que trasciendan ese momento.

Lamentablemente la sociedad venezolana ha tomado un puesto importante para demostrar este tipo de discriminación, partiendo de un principio que deshonra todo aquel que piense y actúe diferente. Que deja mucho que desear hacia el llamado progreso ya que nadie quiere un lugar, en este caso el país como puede ser un lugar bueno.



La sociedad venezolana se ha sumergido en una atmósfera violenta, insegura, inestable y parapléjica, a pesar de su maravillosa belleza y inmenso potencial. Los dogmas que se han desatado en los últimos años por el pensamiento discriminativo que ha dominado un discurso dentro del marco gubernamental, ha calado en lo más mínimo de la médula espinal venezolana. Las razones de tal entendimiento son múltiples , algunas veces inexplicables para mi persona, por lo que he llegado a concluir que más que una ideología, la revolución del siglo XXI ha mutado en una religión. Porque cuando las acciones de las personas no se ligan a una metodología, terminan siendo un impulso. El impulso a denigrar a quienes piensen diferente, el impulso ha pensar lo mereces todo sin dar nada a cambio, el impulso a considerar tu verdad como absoluta, el impulso de oír y no escuchar , es decir, todas están ideas sí han logrado algo es trastornar al pueblo convirtiéndolo en impulsivo. Y qué más queda sí la abundancia se convierte en una idea compulsiva , es muy difícil palparla porque es pasajera.

Debido a todas estas variables debemos poner en perspectivas quienes están desarrollando las ideas de un país, si bien todavía existen idea innovadoras y proyectos emprendimiento con un largo camino por recorrer, el porcentaje llega a ser muy bajó por este concepto devaluativo. Así las personas que apoyan el sistema actual , defienden el sueño que supuestamente hoy en día cumplen , viven en un estado de inconsciencia que no deja ver otros panoramas y empobrece literalmente su capital , pero más importante sus ideas.


Sin embargo las personas que tienen ideas a largo plazo tienen la responsabilidad de continuar el camino y seguir con la convicción de que mientras mas inclusión social exista mas aportes a un mejor futuro serán posibles. No hay que olvidar que las idea son como un virus y siempre debemos construirlas con bases solidas para que cuando cale en la mente de los que la estudian se desarrolle en un buen sentido. Recordemos que comenzamos a ser pobres cuando dejamos de pensar y empezamos a deambular, permitamonos la abundancia que nuestro país nos muestra todos los días, así no sea a primera vista.




Querida Caracas

A una ciudad tan frágil y confundida le hace falta, primero que todo, conocerse a si misma, entender qué diablos le sucede, hacerse consciente de sus posibilidades y de su belleza innata e indestructible. Cuando un ser ha vivido en el menosprecio y la degradación, necesita ser protegido, incitado al deseo y a ser contexto de deseos. Si descubrimos y logramos explicar el contenido de la ciudad se irán produciendo una serie de consecuencias lógicas e inevitables en el contenedor. La ciudad y el deseo. Federico Vegas
Entre la blanca con pelos negros que vive en el páramo, la morena que vive entre playas y monte, la guajira o la wayuu que mantiene sus tradiciones intactas y la recia que arrea el ganado en la llanura, yo me quedo con esa mujer fuerte y trabajadora pero que no duda en gastar parte del sueldo para verse como toda una dama de buena vida; yo me quedo con Caracas. Ella no suele estar clara de donde está parada ni que le depara el futuro pero lo que si sabe es que tiene un gran sentido de responsabilidad y cumple con él desde muy temprano. Se levanta en la madrugada, cuando aún está oscuro, y se prepara para enfrentar el día. Suele vestir recatada para la jornada de trabajo, se cansó de la morbosidad de los obreros que la irrespetan en la calle y como tiene el carro en el taller le toca agarrar Metro. Menos mal no es hora pico, pero eso no reduce la cantidad de personas que utilizan el medio de transporte. Se quita los audífonos a dos estaciones de su parada para ser atacada por una salsa distorsionada, proveniente del celular de algún individuo que siente que su pasión musical debe ser compartida con todo el vagón; últimamente no lo dice tanto pero a Caracas le encanta una buena salsa brava. Mientras camina por la calle hasta su destinación, suele pensar en que seria vivir una experiencia distinta a trabajar en una oficina. Su discreto, pero sacado con muchos sacrificios, diploma de Administración lo tiene guindado su madre en el comedor para que los demás países lo vean, eso de la agricultura no se le daba a Caracas como se le da a sus hermanas Barinas o Apure. Aunque nada peor que escuchar a Maracaibo alardear del suyo, graduada Ingeniero Químico Summa Cum Lauden. Pero ella no tiene que soñar mucho, un tipo bajito que viste muchas lentejuelas se le presenta un dia y le dice lo hermosa que es, que tiene mucho potencial internacional y que la quiere llevar a su Quinta para convertirla en toda una Miss. Un compañero de trabajo le advierte que no todo lo que brilla es oro pero ella aún no entiende que diferencia a este hombre supuestamente “experto en belleza” con el obrero que la piropea de manera obscena: lo hacen solo porque es mujer, no porque sea hermosa. Y Caracas cree fuertemente en esto, que no es tan hermosa como todos dicen y sus inseguridades ahogan lo mejor de sí misma. Ella sigue su camino, sus horas de trabajo, su día a día y a las 5pm sale a buscar su Aveo en el taller. La cola de la hora pico la recibe en la autopista, pero esto es mejor a la hora pico en un carrito. Le va a tomar unas cuantas horas volver a casa así que enciende la radio, sube el vidrio y canta a pulmón suelto para desestresarse. Habrá uno que otro motorizado o buhonero extrañado por lo que hace pero a ella no le importa, ella es desenrollada. Menos mal es viernes, el fin de semana parecía lejano pero ahora es una realidad cercana y ella piensa aprovecharlo al máximo. Empezando muy temprano el sábado por la mañana hace comunión con su amor eterno, el Ávila. Decide adentrarse en el cerro y tiene sueños salvajes de perderse en su interior y no volver a la realidad de la jungla de acero. Luego se va de paseo por Sabana Grande, nada como caminar por el boulevar para sentirse conectada con la ciudad. En la noche se viste con su mejor pinta, se pone sus tacones y sale a rumbear a un buen local con sus panas; ella se lo merece. Ella sueña con ser el centro de atención, con tener pretendientes por todos lados, ella se quiere sentir deseada. Pero aquel que la desea también la quiere poseer y Caracas sabe que eso no va a funcionar, que eso no la satisface. A ella la han menospreciado en el pasado, la han degradado en su cualidad como mujer y ahora tiene miedo a abrirse a los habitantes, a que pasará entrada la noche, a quien le arrebatarán la vida por su culpa; Caracas es insegura. Otros ha llegado a su vida con intensiones de transformarla, pero en su afán bien intencionado han dejado la puerta trasera abierta y sus demonios la han alcanzado llevándola a su posible destrucción, dejando que la avaricia de otros y sus ganas de poseerla la perjudiquen. Pero un día llegaste. Era un domingo por la mañana y te paseaste por sus calles, la sentiste viva, le dijiste lo hermosa que era con tus ojos llenos de asombro y honestidad. Le demostraste que aún vale mucho con tus suspiros, tus asombros y hasta tus pequeños sobresaltos (Tranquilo –te dijo Caracas- tiene mala pinta pero es muy trabajador.) Y Caracas atesoró tu amor. La incitaste a ser amada y ella te ama de vuelta. Con sus defectos y fallas, le demostraste que ella tiene valor. Le enseñaste que en su interior se esconden momentos preciados para muchas personas y que no importa que por fuera le falta una buena mano de pintura. O toda una remodelación. A ella no le importa que un día la abandones, porque sabe que regresarás, que tu le dejaste tu corazón para que lo cuidara y Caracas no hizo promesas de devolverlo pero si de que lo apreciaría como su mayor tesoro.

Un corazón como el de Edmundo Amicis para los venezolanos

Por Ivanna Olivares García

En Venezuela se perdió hasta el respeto. Es indignante desconocer el límite, si es que hay, de algunos venezolanos y más aún cuando afecta a otro venezolano. Que para la fecha se tilde de “normal” hacer colas kilométricas para obtener productos de primera necesidad, que sea visto “normal” tener un límite de productos por persona y por cantidad a la semana en las principales farmacias del país. Que en los principales periódicos se encuentre de titular en la sección de sucesos: “Una señora me golpeó para robarme dos kilos de arroz”. Hasta dónde seremos capaces de llegar, o peor aún hasta cuándo seremos capaces de esperar. Es triste saber, y no por cuentos de boca en boca, con la facilidad que el venezolano perdió la dignidad y se pelea constantemente en cualquier esquina del país sea cual sea la razón, sin importar sexo o edad, eso se perdió hace mucho; y donde lamentablemente me uno a ello.
Foto cortesía de www.laprensalara.com.ve 

Me gustaría culpar a la hostilidad y a la falta de ánimos con la que vivimos en este país pero eso me indigna más. Saber perfectamente que lo mencionado antes en una consecuencia de quienes son los encargados de ponerle fin a esta crisis o mediar sobre ella y que simplemente le “agreguen más sal” a la contienda me decepciona de manera inadmisible.

Es común escuchar por las calles “siempre se puede estar peor” y es que Venezuela, por favor, no necesitamos estar peor para saber que estamos excesivamente mal ¡no lleguemos ahí! Claro está que en nuestras manos y en cada individuo está el cambio y si no empezamos ya jamás lo veremos cerca, pero entiendo que es difícil encontrar ese equilibrio de querer marcar la diferencia y nadar contra la corriente que cada vez es más profunda y con más auge y se hace cada vez más intolerable que a según es por una ideología política. No lo creo. Son más los intereses (en billetes verdes) que manejan este país que la misma ideología.

Sin duda alguna, Venezuela necesita más de un Corazón como el de Edmundo de Amicis. Sin importar las diferencias sociales, personales y políticas es entender que todos somos seres humanos e iguales y capaces de surgir y de tener valores que identifican a cada ser humano. Donde se hace alusión a los sentimientos más nobles del ser humano: el entendimiento y respeto a pesar de las diferencias y sobre todo prevalecer el amor a la patria que es el único medio más importante que tienen en común todos los venezolanos para sacar adelante esta patria que tanto anhelamos y que en algún momento se pude disfrutar en paz.

UNA VENEZUELA CON TRADICIONES PRESTADAS

Por María Gabriela Rodríguez Ivanac

La Navidad es la época más esperada y celebrada por todos los venezolanos. Representa el periodo del año más rico en festividades. Por ser la Navidad una época llena de alegría y entusiasmo para compartir entre familiares y amigos, despierta los mejores deseos en los corazones de las personas. Ninguno olvida pedir por la paz y la tranquilidad para los venezolanos, además de una ciudad más segura y un país en armonía, en el que todos valoren lo que tienen. Los venezolanos se apartan un momento de la actividad política y ciudadana para celebrar. Pero, ¿es la navidad la celebración que en algún momento solía ser en Venezuela?

Mario Briceño Iragorry, en su publicación Mensajes sin destino, realizada en 1952, plasmó la decadencia y sustitución de las tradiciones navideñas autóctonas de Venezuela por las que parecían no pertenecer a nuestro territorio. Más de 60 años después, ese texto posee máxima vigencia, ya que si para la época de su realización Venezuela estaba contaminada por tradiciones foráneas, en la actualidad, son muy borrosas las tradiciones propiamente venezolanas que permanecen.

La mezcla de elementos foráneos y criollos configura la navidad “a la venezolana”. Actualmente, en las viviendas criollas es más común ver un árbol navideño que un pesebre. El pavo en la cena de noche buena ha predominado sobre las hallacas, que aunque más complejas de preparar, poseen todo el significado del que carece el pavo, pues representan la fusión de la cultura indígena y la española.

El venezolano ha sustituido los famosos aguinaldos, que son musicalmente la evolución del villancico europeo, por las canciones americanas que, entre palabras que probablemente muy pocos entienden, desean “merry christmas” a todos sus seres queridos. Sustituimos la tradicional búsqueda del niño Jesús, antes del 25 de diciembre, por el materialista amigo secreto, que no termina significando nada con respecto a la festividad. La figura de Santa Claus, hoy significa más para los niños venezolanos, que el niño Jesús, figura importante en la tradición navideña venezolana, pues es el centro de la celebración.

Las tradiciones foráneas adquiridas por los venezolanos, no significan nada para nuestro territorio, es por eso que Venezuela poco a poco empieza a perder su identidad. Ya ni el propio venezolano sabe quién es. Una nación se conforma por la población, la geografía y la tradición, y sin esta última, el triángulo queda incompleto, como si a un ser humano le arrebataran parte de su cuerpo o su personalidad, su identidad se empieza a poner en duda hasta llegar a desconocerla completamente.


Mario Briceño Iragorry fue testigo de este deterioro de las tradiciones venezolanas hace más de 60 años y una frase que plasmó en su libro hoy encaja como anillo al dedo: “Bolívar redivivo en su Caracas nutricia, pensaría cómo su obra quedó reducida a emanciparnos de España para que a la postre resultase la república atada a un coloniaje donde Amyas Preston tiene más derechos que Alonso Andrea de Ledesma”. 

Venezuela, ¿sigue o no conservando sus valores?

Por Victoria Otero

Foto Cortesía: innovaconcept.es
Venezuela siempre ha sido conocida como el país de la felicidad, un país donde la calidad humana ha sido única sin importar sexo, edad, color de piel o estrato social. Es tan cierto, que hasta hemos sido nombrados por el libro “Record Guinness” como el país más feliz del mundo. Pero, ¿qué ha pasado que los valores y la calidad humana del venezolano se ha ido perdiendo?

Cuando una persona camina por las calles de esta hermosa ciudad como lo es Caracas, lo que se da cuenta es de una falta grave de hogar, unos padres que le enseñen a sus hijos lo que son las normas de educación el decir “gracias” o “buenos días”. Esos buenos modales se han ido perdiendo a lo largo del tiempo. Ya en Venezuela, las preocupaciones son otras, la manera de ser del venezolano es otra, la gente se preocupa de llegar sano y salvo a su casa, de conseguir comida, o medicinas y por está preocupación que se vive de qué sucederá mañana, por el desequilibrio tanto político como económico que vive el país hace que la gente ya salga a la defensiva de sus hogares. Hoy en día existe mucha tensión en los venezolanos que hace que por cualquier cosa enseguida reaccionen de mala manera, te respondan mal o te griten por la misma tensión que tienen acumulada por la situación del país. 

Yo estoy segura que en algún momento saldremos de esta mala situación que esta viviendo Venezuela y volveremos a ser las mismas personas que éramos antes, felices y con una calidad humana irreemplazable. 



La cabeza de Goleat

Por: Victoria Cruz


¿Cuántas veces nos dejamos llevar por la fachada?

Cuando viajamos y visitamos otra ciudad en cualquier parte del mundo, al ver la gran escala de los edificios, los monumentos, las autopistas, nos sentimos inferiores y nos da la sensación de que el lugar de dónde venimos es pequeño al lado de esas grandes estructuras. Pero al trasladarnos y vivir en aquellas ciudades, nos damos cuenta que esa gran escala se reduce a algo pequeño, insignificante, porque al compararlo con nuestro interior observamos que nuestra ciudad es amplia y de gran escala.


Es decir, cuando se analiza de forma superficial una sociedad, la ciudad la verás grande, con gigantes estructuras que te deslumbran, pero si te concentrar en ver el fondo no existe una estructura social, sino una fachada. Y este pensamiento se puede comparar con la gigante Cabeza de Goleat, un hombre con una cabeza enorme, pero que no poseía grandes habilidades, Goleat es igual a un país que crea inmensas ciudades, con grandes estructuras pero no crea una nación porque es más fácil crear una fachada. 

¿Y el héroe?


Por María Milagros León

Cuando somos pequeños, la figura de un héroe siempre está presente en nuestros juegos y sueños. Siempre está ese hombre con capa que salvará al mundo y derrotará al villano. Y sin irnos a lo fantástico, en la realidad de ese momento, nuestros padres son los superhéroes de todas nuestras películas.
Al crecer, parece que esos héroes desaparecen para nosotros y entonces, es cuando llega el momento de asumir ese papel. La pregunta del millón es: ¿Cómo ser un héroe si siempre he sido yo el rescatado?.

Muchos se quedan en esta pregunta y prefieren ser los libertados por siempre, sin importar cuanto haya que esperar para encontrar al próximo “libertador”. Asimismo, habrán otros que decidirán asumir la batuta y ser esos personajes capaces de enfrentar y solucionar los problemas.

Actualmente en Venezuela, vivimos una crisis de pueblo, concepto que Mario Briceño-Iragorry describe perfectamente en “Mensaje sin destino”, ensayo escrito en 1951 y que hoy en día posee extrema vigencia en la cotidianidad venezolana.

Cuando escucho a un venezolano decir “A este país tiene que llegar un hombre de mano firme para que se arreglen todos estos problemas”, se me vienen a la mente dos cosas: La primera es que este individuo - al plantearse la pregunta comentada anteriormente - definitivamente decidió ser la damisela en peligro que el héroe tiene que rescatar; y la segunda es que la vigencia de la crisis de pueblo reposa en este pensamiento. La siguiente cita de Briceño-Iragorry en Mensaje sin destino, sostiene esta segunda afirmación:

“Como colectividad siente poco el pueblo la sombra de su esfuerzo sobre los muros del tiempo. Le han enseñado solo a verse como masa informe que sirve de cauda disciplinada y sufrida a los mílites que hicieron a caballo las grandes jornadas de la guerra. La historia bélica que hasta hoy ha tenido preferencia en la didaxia, ha sido para el pueblo venezolano como centro de interés permanente, donde ha educado el respeto y la sumisión hacia los hombres de presa. Porque nuestra historia no ha sido los anales de los grupos que formaron las sucesivas generaciones, sino la historia luminosa o falsamente iluminada de cabecillas que guiaron las masas aguerridas, ora para libertad, ora para el despotismo” (Pag. 7, Cap. 2, Mensaje sin destino)

Un pueblo que alaba a sus “héroes históricos” por sus victorias bélicas en vez de leer y estudiar detalladamente sus ideales, está destinado a ser siempre un pueblo rebaño. Este término lo utilizo para referirme a todas aquellas personas destinadas a ser siempre los libertados y no los libertadores, pues al entender siempre la historia de una forma bélica, ignoran la parte más importante que Briceño-Iragorry llama “la historia de los hombres”.

Y con todo esto, vuelvo al comienzo de este artículo para concluir que, al parecer, la mayoría de los venezolanos ven a Venezuela como un reflejo de ellos mismos cuando pequeños: Aun es una niña que espera esa gran figura de superhéroe para que este la saque de embrollos.

Este pensamiento es lo que constituye ese error garrafal que generación tras generación se ha cometido y se seguirá cometiendo si el venezolano sigue conformándose con ser ese pueblo rebaño y no en trabajar arduamente para llegar a ser el pastor.

No puedo ponerle un punto final a este artículo sin antes citar nuevamente a Briceño-Iragorry con uno de mis estractos favoritos del ensayo Mensaje sin destino que, definitivamente, espero sea leído por todos y cada uno de los venezolanos para así entender la crisis de pueblo que vivimos y seguiremos viviendo si no nos convertimos en esos superhéroes que de pequeños soñábamos tener.

“…cuando Luis López Méndez, refiriéndose a los Padres de la Independencia, exclamó: «Aquellos hombres hicieron su obra, hagamos nosotros la nuestra», no repudió el pasado como fuerza constituyente, sino el infecundo conformismo de quienes creyeron que ya todo estaba hecho por los antepasados”….”nunca llegará a nada un pueblo que se resigne a mirar con tímido respeto la gloria que pasó”…”debe mantenerse intacto el «hilo de oro» que une las generaciones, a fin de hacer posible la superación constante de aquella gloria”. (Pag. 18, Cap. 4, Mensaje sin destino)

Golfeado

Por Luis Farage Salima

Dado a que nos encontramos en el mes de diciembre, y están próximas las fiestas y celebraciones, vemos que la gastronomía nacional toma un rol más protagónico en la cotidianidad. Podemos apreciar también que le agrega un carácter intimo a estos días de celebración, debido a las reuniones familiares y a que en cada hogar hay una sazón y tradición distinta.

Es por esto que hemos decidido relatar el génesis de otro platillo tradicional venezolano, que a pesar de que no tenga mucho que ver con la época decembrina, si tiene su lugar en la tradición, sobre todo, caraqueña.

Dicho plato es el Golfeado. El golfeado, para quienes no lo conozcan, es un tipo de pan dulce enrollado de forma similar a la de un caracol, relleno, dentro de sus pliegues, de papelón, canela, queso blanco rallado y anís horneado, para ser aromatizado; en ocasiones, y a gusto personal, se suele acompañar con una tajada de queso de mano.

Este dulce, como dijimos anteriormente, está presente en la tradición venezolana, al punto que se puede encontrar sin dificultad en casi cualquier panadería. También ocupa un lugar en la tradición venezolana, más allá de por ser autóctono, por el que le dan las personas en su vida diaria. A algunos les gusta comerlos antes de salir de viaje o en una parada, tras llegar de una fiesta, en algún momento o fecha específica del año, etc.

El origen de este dulce proviene de Petare, que solía ser una zona cafetalera, donde había unos pequeños caracoles cuyo caparazón era en espiral, a los cuales llamaban golfeados, por esto, los obreros de aquel lugar asociaron el postre en espiral de una panadería local, con la forma del caracol, y le dieron ese nombre al platillo, además de asociarlo con la flojera del panadero de hacer un plato bien hecho, por su forma rudimentaria y por la mezcolanza de sus ingredientes.

Con esto buscamos, además de contar una agradable historia sobre el origen de un postre típico caraqueño, invitar a conocernos un poco más como sociedad y cultura y ver que si se mira con detalle debajo de nuestras narices y entre lo cotidiano podemos encontrar algo bello o simpático, que puede provenir del lugar menos esperado.

"Una mentalidad de abundancia"





Por Natalia Torres de Ponte

En el crecimiento intelectual de cada individuo, existe un proceso muy importante que es la creación del propio discurso y la defensa de las propias ideas usando argumentos lógicos. Para la formación de dicho discurso el mejor recurso es la ampliación del vocabulario, que se consigue de manera simple, leyendo, observando y conociéndose a sí mismo y lo que le rodea. En ese proceso de investigación siempre hay algo que “Boom” despierta nuestra atención y nos hace empezar.

Hace poco en ese ejercicio de investigar, me encontré con una palabra que para mí hasta entonces era desconocida, esta es “PRODIGALIDAD” y es sobre ella que deseo hablar en este escrito.

Según la Real Academia española, se entiende por prodigalidad: profusión, desperdicio, consumo de la propia hacienda, gastando excesivamente. Abundancia o multitud. Cuando realmente entendí el significado de la palabra prodigalidad, me di cuenta que estuve conviviendo con ella toda mi vida. Sí, digo toda mi vida, porque aquí en Venezuela poseemos una mentalidad de excesos y abundancia.

Esto no empezó ahora, esta “cultura de excesos” viene desde tiempos atrás y es muy distinta a países de Europa por ejemplo. Mientras que otros países tienen una mentalidad austera, es decir, de restricción, nosotros gastamos lo que tenemos y lo que no, existen personas que gastan 1/3 de sus sueldos en licor, vamos al mercado y hacemos una compra que nos dura un mes completo, tenemos el celular del último modelo pero al salir uno nuevo vamos y lo compramos.

Entre otros ejemplos, está el que Venezuela por ser un país petrolero tiene el precio de su gasolina menor que el de una botella de agua y por eso la gasta sin problemas, diferente de otros lugares en los cuales la gasolina es carísima y hay que ahorrar. ¿Y eso por qué? Porque tenemos una idea de prodigalidad, de gastar excesivamente hasta cuando no es necesario y esta no es una mentalidad de clases sociales A y B, no, las clases C y D muchas veces prefieren comprarse un celular nuevo que tener algo bueno de comer en sus hogares. Es algo natural de nosotros.

Al ver esos casos, notamos que es una cuestión de prioridad de cada quién y de la educación que recibió en su casa, igual que las clases C y D que muchas veces hacen gastos superficiales para ser mejor vistos en la sociedad.

Una manera fácil de ver esa mentalidad, es el siguiente ejemplo: las colas que se hacen en las tiendas Daka para comprar electrónicos, bien sea televisión, celulares, neveras, etc. ¿De verdad esa gente no posee una nevera o tv en su casa? ¿La necesita en serio? No, la verdad es que no la necesita pero la idea de comprar y sacar ventaja, le da fuerza a la gente para ir hacer cola y gastar. Los precios cada vez suben más y de igual forma las colas para comprar.

Ojo, tener esa mentalidad de abundancia y excesos, no es mala como un todo. Es parte de nuestra cultura, nos gusta tener lo mejor y vivir bien. El cuidado que hay que tener es que los recursos son escasos y hay que saber cambiar nuestras prioridades, saber si realmente esto que estoy gastando es necesario o solo un capricho del momento.

De todo esto, la conclusión que logro sacar es que la palabra prodigalidad siempre estuvo rondándome, en nuestra cultura. Y que aunque tratemos, la austeridad no es parte de nosotros.  

Idiosincrasia adormecida

Por Alessia Pigna Raulli.

Qué bonito es poder deslumbrarse y apreciar otras culturas; pero qué sencillo es quedarse solo en eso y no lograr ir más allá y observar lo que tenemos.

Foto Cortesía www.flickr.com
Desde siempre, el ser humano en general se ha caracterizado por tener su mirada puesta en todo lo que está externo a él. A menudo, nos encontramos estimando otros países, su estilo de vida y la cultura que los envuelve. En muchos casos es tan grande la adoración que nos surge, que tratamos de copiarlos hasta el punto de perder nuestro propio origen.

No está mal que tengamos una cultura marcada como nuestra favorita, o que tengamos cierta consideración hacia algún país en específico. El problema radica cuando empezamos a desvalorar nuestra propia nación.

La mayoría de los jóvenes venezolanos tienen anestesiada la personalidad venezolana; caminan detrás de lo superficial de otros países quedándose únicamente en lo externo.

Es hora de observar y no de ver; de sentir y no tocar; de escuchar y no solo oír. Es hora de utilizar correctamente nuestros cinco sentidos. Esto nos permitirá conocer y entender a nuestro país de una manera más detallada; de apreciarlo hasta poder desarrollar la capacidad de comparación racional con otros países, y lograr un discernimiento tal que nos permita comprender qué tenemos y quiénes somos.

La filosofía de un país está en lo propio y lo auténtico de nosotros mismos; es hora de evaluar el fondo y no quedarnos viendo solo la forma.

Caracas, más allá de la superficie

                                            por Gustavo Tabare


La ciudad de Caracas cuenta con una extensión territorial de unos 777 kilómetros cuadrados, a una altitud de 800 metros  y una población estimada  en unas seis millones de personas, pero alguna vez nos hemos preguntando qué tanto conocemos y sabemos de la ciudad  en que vivimos.  Los caraqueños  solemos vivir en un nuestra rutina de casa-universidad, casa-trabajo, universidad-casa,  trabajo-casa; por nombrar algunas y no apreciemos las cosas que nos ofrece la metrópoli,  no vemos los detalles que se ocultan detrás del tráfico, las motos y los malandros.  Las personas del este no van al oeste y la del oeste no van al este, pareciese que existieran dos Caracas.
A pesar de la circunstancias en las que se encuentra la ciudad, esta es tan noble que nos sigue regalando pinceladas de belleza, es preciso expandir nuestros sentidos y ver más allá de nuestras narices para valorar lo que tenemos, es necesario verla,  oírla,  sentirla, olerla y saborearla.
Sin duda lo mejor que tiene la capital es su clima, la ciudad está bendecida  con una eterna primavera, cielo azul y temperatura encantadora la mayoría de los días del año. Le sigue el es cerro el Ávila el pulmón caraqueño, que nos regala su verdoso esplendor. El carisma de su gente no tiene comparación, simpáticos y rocheleros a toda hora, siempre después a ayudar.    
A diferencia de los que se cree  Caracas consta con espacios culturales, basta decir que el Teatro Teresa Carreño es el orgullo de los caraqueños, con su arquitectura de vanguardia es una de los escenarios más imponentes de América Latina y es sede del circuitos de orquestas sinfónicas de Venezuela. También   cuenta con una amplia cartelera teatral  con gran pluralidad de géneros y se frecuenta crear espacio para la lectura como las ferias de libros, donde los compradores pueden conseguir productos a muy buen precio.  La ciudad cuenta con varios museos : museo de Bellas Artes, museo de Arte Colonial, museo de Arte Colonial.

Existen una infinidad de lugares para comer, degustar y beber, de todo tipo genero y gustos: crema paraíso, calle el hambre y las mercedes son de los mas tradicionales y folklóricos de la Urbe.
Caracas no es un ciudad fácil, los caraqueños tenemos una relación de amor-odio con ella, pero tenemos que entender que es lugar donde nos tocó vivir y tenemos que valorarla, tenemos que “echar pa` lante” y quererla como a una madre, ya que nos vió nacer y crecer a todos.