Por María Gabriela Rodríguez Ivanac
La Navidad es la época más esperada y celebrada por todos los venezolanos. Representa el periodo del año más rico en festividades. Por ser la Navidad una época llena de alegría y entusiasmo para compartir entre familiares y amigos, despierta los mejores deseos en los corazones de las personas. Ninguno olvida pedir por la paz y la tranquilidad para los venezolanos, además de una ciudad más segura y un país en armonía, en el que todos valoren lo que tienen. Los venezolanos se apartan un momento de la actividad política y ciudadana para celebrar. Pero, ¿es la navidad la celebración que en algún momento solía ser en Venezuela?
La Navidad es la época más esperada y celebrada por todos los venezolanos. Representa el periodo del año más rico en festividades. Por ser la Navidad una época llena de alegría y entusiasmo para compartir entre familiares y amigos, despierta los mejores deseos en los corazones de las personas. Ninguno olvida pedir por la paz y la tranquilidad para los venezolanos, además de una ciudad más segura y un país en armonía, en el que todos valoren lo que tienen. Los venezolanos se apartan un momento de la actividad política y ciudadana para celebrar. Pero, ¿es la navidad la celebración que en algún momento solía ser en Venezuela?
Mario Briceño Iragorry, en su publicación Mensajes sin destino, realizada en 1952,
plasmó la decadencia y sustitución de las tradiciones navideñas autóctonas de
Venezuela por las que parecían no pertenecer a nuestro territorio. Más de 60
años después, ese texto posee máxima vigencia, ya que si para la época de su
realización Venezuela estaba contaminada por tradiciones foráneas, en la
actualidad, son muy borrosas las tradiciones propiamente venezolanas que
permanecen.
La mezcla de elementos foráneos y criollos configura la
navidad “a la venezolana”. Actualmente, en las viviendas criollas es más común
ver un árbol navideño que un pesebre. El pavo en la cena de noche buena ha predominado
sobre las hallacas, que aunque más complejas de preparar, poseen todo el
significado del que carece el pavo, pues representan la fusión de la cultura
indígena y la española.
El venezolano ha sustituido los famosos aguinaldos, que son
musicalmente la evolución del villancico europeo, por las canciones americanas
que, entre palabras que probablemente muy pocos entienden, desean “merry
christmas” a todos sus seres queridos. Sustituimos la tradicional búsqueda del
niño Jesús, antes del 25 de diciembre, por el materialista amigo secreto, que
no termina significando nada con respecto a la festividad. La figura de Santa
Claus, hoy significa más para los niños venezolanos, que el niño Jesús, figura
importante en la tradición navideña venezolana, pues es el centro de la
celebración.
Las tradiciones foráneas adquiridas por los venezolanos, no
significan nada para nuestro territorio, es por eso que Venezuela poco a poco
empieza a perder su identidad. Ya ni el propio venezolano sabe quién es. Una
nación se conforma por la población, la geografía y la tradición, y sin esta
última, el triángulo queda incompleto, como si a un ser humano le arrebataran
parte de su cuerpo o su personalidad, su identidad se empieza a poner en duda
hasta llegar a desconocerla completamente.
Mario Briceño Iragorry fue testigo de este deterioro de las
tradiciones venezolanas hace más de 60 años y una frase que plasmó en su libro hoy
encaja como anillo al dedo: “Bolívar redivivo en su Caracas nutricia,
pensaría cómo su obra quedó reducida a emanciparnos de España para que a la
postre resultase la república atada a un coloniaje donde Amyas Preston tiene
más derechos que Alonso Andrea de Ledesma”.
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