A una ciudad tan frágil y confundida le hace falta, primero que todo, conocerse a si misma, entender qué diablos le sucede, hacerse consciente de sus posibilidades y de su belleza innata e indestructible. Cuando un ser ha vivido en el menosprecio y la degradación, necesita ser protegido, incitado al deseo y a ser contexto de deseos. Si descubrimos y logramos explicar el contenido de la ciudad se irán produciendo una serie de consecuencias lógicas e inevitables en el contenedor.
La ciudad y el deseo. Federico Vegas
Entre la blanca con pelos negros que vive en el páramo, la morena que vive entre playas y monte, la guajira o la wayuu que mantiene sus tradiciones intactas y la recia que arrea el ganado en la llanura, yo me quedo con esa mujer fuerte y trabajadora pero que no duda en gastar parte del sueldo para verse como toda una dama de buena vida; yo me quedo con Caracas.
Ella no suele estar clara de donde está parada ni que le depara el futuro pero lo que si sabe es que tiene un gran sentido de responsabilidad y cumple con él desde muy temprano. Se levanta en la madrugada, cuando aún está oscuro, y se prepara para enfrentar el día. Suele vestir recatada para la jornada de trabajo, se cansó de la morbosidad de los obreros que la irrespetan en la calle y como tiene el carro en el taller le toca agarrar Metro. Menos mal no es hora pico, pero eso no reduce la cantidad de personas que utilizan el medio de transporte. Se quita los audífonos a dos estaciones de su parada para ser atacada por una salsa distorsionada, proveniente del celular de algún individuo que siente que su pasión musical debe ser compartida con todo el vagón; últimamente no lo dice tanto pero a Caracas le encanta una buena salsa brava.
Mientras camina por la calle hasta su destinación, suele pensar en que seria vivir una experiencia distinta a trabajar en una oficina. Su discreto, pero sacado con muchos sacrificios, diploma de Administración lo tiene guindado su madre en el comedor para que los demás países lo vean, eso de la agricultura no se le daba a Caracas como se le da a sus hermanas Barinas o Apure. Aunque nada peor que escuchar a Maracaibo alardear del suyo, graduada Ingeniero Químico Summa Cum Lauden.
Pero ella no tiene que soñar mucho, un tipo bajito que viste muchas lentejuelas se le presenta un dia y le dice lo hermosa que es, que tiene mucho potencial internacional y que la quiere llevar a su Quinta para convertirla en toda una Miss. Un compañero de trabajo le advierte que no todo lo que brilla es oro pero ella aún no entiende que diferencia a este hombre supuestamente “experto en belleza” con el obrero que la piropea de manera obscena: lo hacen solo porque es mujer, no porque sea hermosa. Y Caracas cree fuertemente en esto, que no es tan hermosa como todos dicen y sus inseguridades ahogan lo mejor de sí misma.
Ella sigue su camino, sus horas de trabajo, su día a día y a las 5pm sale a buscar su Aveo en el taller. La cola de la hora pico la recibe en la autopista, pero esto es mejor a la hora pico en un carrito. Le va a tomar unas cuantas horas volver a casa así que enciende la radio, sube el vidrio y canta a pulmón suelto para desestresarse. Habrá uno que otro motorizado o buhonero extrañado por lo que hace pero a ella no le importa, ella es desenrollada.
Menos mal es viernes, el fin de semana parecía lejano pero ahora es una realidad cercana y ella piensa aprovecharlo al máximo. Empezando muy temprano el sábado por la mañana hace comunión con su amor eterno, el Ávila. Decide adentrarse en el cerro y tiene sueños salvajes de perderse en su interior y no volver a la realidad de la jungla de acero. Luego se va de paseo por Sabana Grande, nada como caminar por el boulevar para sentirse conectada con la ciudad. En la noche se viste con su mejor pinta, se pone sus tacones y sale a rumbear a un buen local con sus panas; ella se lo merece.
Ella sueña con ser el centro de atención, con tener pretendientes por todos lados, ella se quiere sentir deseada. Pero aquel que la desea también la quiere poseer y Caracas sabe que eso no va a funcionar, que eso no la satisface. A ella la han menospreciado en el pasado, la han degradado en su cualidad como mujer y ahora tiene miedo a abrirse a los habitantes, a que pasará entrada la noche, a quien le arrebatarán la vida por su culpa; Caracas es insegura.
Otros ha llegado a su vida con intensiones de transformarla, pero en su afán bien intencionado han dejado la puerta trasera abierta y sus demonios la han alcanzado llevándola a su posible destrucción, dejando que la avaricia de otros y sus ganas de poseerla la perjudiquen.
Pero un día llegaste. Era un domingo por la mañana y te paseaste por sus calles, la sentiste viva, le dijiste lo hermosa que era con tus ojos llenos de asombro y honestidad. Le demostraste que aún vale mucho con tus suspiros, tus asombros y hasta tus pequeños sobresaltos (Tranquilo –te dijo Caracas- tiene mala pinta pero es muy trabajador.)
Y Caracas atesoró tu amor. La incitaste a ser amada y ella te ama de vuelta. Con sus defectos y fallas, le demostraste que ella tiene valor. Le enseñaste que en su interior se esconden momentos preciados para muchas personas y que no importa que por fuera le falta una buena mano de pintura. O toda una remodelación. A ella no le importa que un día la abandones, porque sabe que regresarás, que tu le dejaste tu corazón para que lo cuidara y Caracas no hizo promesas de devolverlo pero si de que lo apreciaría como su mayor tesoro.
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