¿Nacemos ciegos o nos volvemos ciegos?
El humano es un ser vivo que nace con cinco sentidos básicos: la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto. Estas capacidades naturales del hombre permiten que el mismo esté en contacto con su entorno. Entonces, ¿por qué insistimos en atrofiar nuestros sentidos? Parece, pues, que el ser humano (tal vez de manera inconsciente) busca dañar poco a poco estos sentidos cuya utilidad es fantástica.
Hay
una tendencia de dar lo que se tiene por sentado, sin apreciar el valor de todo
aquello que nos rodea. Por ende, al asumir que todo siempre estará en el mismo
lugar de siempre, sin darle el valor que cada cosa se merece, dejamos de usar los
sentidos, de esta manera adormeciéndolos y así volviéndonos seres que si bien
estamos en constante movimiento, no somos activos.
Obviando
la presunción que solo es ciego aquel que no posee la capacidad física de ver,
se puede decir que el hombre, en definitiva, no nace ciego. Esta declaración se
puede hacer ya que, cuando uno es pequeño, tiene la curiosidad suficiente para
tratar de descubrir todo, sumándole también la capacidad de asombro. ¿Cuántas
veces nos sentimos asombrados por aquellas cosas que se encuentra en nuestra
ciudad? ¿Acaso hemos perdido ese interés que de pequeños nos embargaba desde la
punta de nuestros dedos de los pies hasta la coronilla de la cabeza? ¿Solo es digno de nuestra vista lo que se puede encontrar fuera de nuestro país?
La
pregunta aquí es, ¿por qué perdimos la capacidad de ver? Las respuestas a esta
pregunta pueden ser muchas, pero todas estas contestaciones se pueden resumir
en una sola frase: desprecio generado por la costumbre.
Abandonamos
nuestros sentidos, la vista, la atención, el interés, creyendo así que se le
hace un bien a nuestro entorno, pavoneándonos por la calle pretendiendo ser
conocedores de todo sin conocer nada. Hemos creado dentro de nosotros mismos un
estado sedentario donde día tras día, hora tras hora atrofiamos todos los
sentidos que nos hacen seres en verdadero movimiento.
Ahora
bien, para recuperar las funciones de nuestros sentidos, primero debemos darnos
cuenta del error. Al volvernos conscientes de nuestras faltas damos el primer
paso a la recuperación de nuestras capacidades abandonadas. Solo asumiendo
nuestro compromiso como ciudadanos pertenecientes a un país volveremos a ser
seres activos, con los sentidos en funcionamiento, dejando de lado el estado sedentario
al que nos sometimos.
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