Por Patricia Fernández Schrunder
Conocemos la balanza como un instrumento que consta de una palanca con brazos iguales que permite medir las masas a través del equilibrio de los pesos de los objetos. Este instrumento que data aproximadamente del año 3500 antes de Cristo es usado simbólicamente para dar a entender variadas condiciones de equilibrio que han de existir en las sociedades contemporáneas. Un ejemplo de este simbolismo que puede dar el artefacto es aquel hallado en la justicia y el derecho, sin embargo nos enfocaremos en el equilibrio social, el cual se puede alcanzar a través de la complementariedad.
El estado de equilibrio debe ser la base de la vida social de las diferentes sociedades. Si nos inclinamos más hacia un lado, se pierde el balance. Esto no puede, o más bien, no debe suceder, puesto a que todas las partes (o personas) que conforman una comunidad (o sociedad) son necesarias para el avance de la misma.
No se puede pretender que una sociedad en la cual la mayoría de sus miembros pertenezcan a una misma clase social, o realicen el mismo trabajo es lo ideal. El pretender que todos seamos iguales es negar las habilidades y capacidades individuales que caracterizan a cada uno de nosotros como seres propios. No todos podemos ser ingenieros, pero unos si pueden ser periodistas, plomeros, computistas, empresarios, y demás. Hay una necesidad social que le pide a los individuos destacarse en el área que deseen, pues todos son un engranaje significativo para el correcto funcionamiento de la sociedad.
Ahora bien, ¿por qué el desbalance social llega a suceder? Si bien puede haber muchos factores causantes del desequilibrio, consideraría el más importante el odio entre las personas pertenecientes a diferentes grupos de la sociedad generado por hombres manipuladores que buscan perturbar el orden para conquistar sus objetivos egoístas. Las diferencias entre los individuos pueden generarse por muchas razones, ya sea porque unos tienen un capital mayor en comparación a otros, o ideologías políticas diferentes; incluso hasta paradigmas del pensamiento contrarios. Los hombres turbulentos se percatan de estas pequeñas situaciones y las utilizan para volverlas magnas, dirigiéndolas hacia el rencor, causando oposiciones entre los grupos de la sociedad que, en vez de luchar los unos a los otros, deben trabajar en conjunto para evitar apariciones de tales hombres crueles que no se interesan más que en sí mismos.
Ahora queda en cada uno de nosotros darnos cuenta de esto: Debemos hacer una balanza de nuestras vidas sociales. Hay que generar luces para evitar encuentros con los manipuladores. Tenemos que hacer del rencor u odio la excepción y de la complementariedad la regla.
Conocemos la balanza como un instrumento que consta de una palanca con brazos iguales que permite medir las masas a través del equilibrio de los pesos de los objetos. Este instrumento que data aproximadamente del año 3500 antes de Cristo es usado simbólicamente para dar a entender variadas condiciones de equilibrio que han de existir en las sociedades contemporáneas. Un ejemplo de este simbolismo que puede dar el artefacto es aquel hallado en la justicia y el derecho, sin embargo nos enfocaremos en el equilibrio social, el cual se puede alcanzar a través de la complementariedad.
El estado de equilibrio debe ser la base de la vida social de las diferentes sociedades. Si nos inclinamos más hacia un lado, se pierde el balance. Esto no puede, o más bien, no debe suceder, puesto a que todas las partes (o personas) que conforman una comunidad (o sociedad) son necesarias para el avance de la misma.
No se puede pretender que una sociedad en la cual la mayoría de sus miembros pertenezcan a una misma clase social, o realicen el mismo trabajo es lo ideal. El pretender que todos seamos iguales es negar las habilidades y capacidades individuales que caracterizan a cada uno de nosotros como seres propios. No todos podemos ser ingenieros, pero unos si pueden ser periodistas, plomeros, computistas, empresarios, y demás. Hay una necesidad social que le pide a los individuos destacarse en el área que deseen, pues todos son un engranaje significativo para el correcto funcionamiento de la sociedad.
Ahora bien, ¿por qué el desbalance social llega a suceder? Si bien puede haber muchos factores causantes del desequilibrio, consideraría el más importante el odio entre las personas pertenecientes a diferentes grupos de la sociedad generado por hombres manipuladores que buscan perturbar el orden para conquistar sus objetivos egoístas. Las diferencias entre los individuos pueden generarse por muchas razones, ya sea porque unos tienen un capital mayor en comparación a otros, o ideologías políticas diferentes; incluso hasta paradigmas del pensamiento contrarios. Los hombres turbulentos se percatan de estas pequeñas situaciones y las utilizan para volverlas magnas, dirigiéndolas hacia el rencor, causando oposiciones entre los grupos de la sociedad que, en vez de luchar los unos a los otros, deben trabajar en conjunto para evitar apariciones de tales hombres crueles que no se interesan más que en sí mismos.
Ahora queda en cada uno de nosotros darnos cuenta de esto: Debemos hacer una balanza de nuestras vidas sociales. Hay que generar luces para evitar encuentros con los manipuladores. Tenemos que hacer del rencor u odio la excepción y de la complementariedad la regla.
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