Por Anakarina Fajardo.
Todo surgió de una idea, de un deseo… Ella nació bajo el anhelo de la enseñanza y en nombre de la aspiración por el aprendizaje… En el Medioevo, la Universidad abrió caminos y difundió la luz del saber entre gentiles que, sin poder gozar de la exclusividad clériga de integrarse a una escuela, no aplacaron su sed de conocimiento y persistieron en su interés por poseer un espacio donde se fomentaran la instrucción y el adiestramiento. Se explica en el Artículo 1 de la Ley de Universidades de Venezuela que "la Universidad es fundamentalmente una comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes en la tarea de buscar la verdad y afianzar los valores trascendentales del hombre". (1970: 1).
El claustro universitario floreció a causa de la curiosidad por entender racionalmente los misterios de la fe y gracias a las ansias humanas de alcanzar la realización; sin embargo, pareciera que mientras más se facilita la subsistencia del hombre, es menor su interés por crecer, progresar y hacer suyos los valores y los principios de su comunidad. Irónico, ¿no? Si bien la actualidad es el producto de un recorrido histórico en el que cada época consiguió dejar significativos legados a la humanidad, ningún instante es igual a otro; no obstante, hoy día nos encontramos frente a un fenómeno de dejadez y apatía en el que pareciese que el individuo, específicamente el estudiante, actúa por inercia, ignora su identidad y, en vez de disfrutar del estudio de lo que le apasiona y de aprovechar las innumerables oportunidades que le brinda la contemporaneidad, da por sentado que no tiene por qué exigirse más, ya que considera tener "la vida resuelta". Se contempla al alumno promedio como una máquina limitada a cumplir con lo que se le exige académicamente y a repetir al pie de la letra las informaciones percibidas, por lo que el sujeto en formación carece del pensamiento reflexivo necesario para la elaboración de un discurso propio y la defensa de su país, de su familia, de sí mismo.
ATENCIÓN: ¡Un creciente ejército zombi está llenando las universidades! No es un escuadrón de engendros terroríficos que se alimentan de cerebros humanos; ¡mucho peor! Nuestras aulas están siendo ocupadas por seres que, de seguir así, no representarán nunca una utilidad para la sociedad sino que contribuirán con su desmoronamiento.
Me dirijo a ti, apreciado alumno, porque reconozco tu potencial y sé que tú y yo aún estamos formándonos para enfrentarnos al mundo marcando la diferencia. ¡Luchemos contra ese gran batallón de indolentes y no seamos parte de la amenaza social! Lee con cuidado y sin solución de continuidad…
Si no sabemos cómo procede la enfermedad, nunca podremos detenerla. Por ello, es requerido que tomemos en cuenta, compañero, que muchos de estos zombis se dejan llevar por el anticuado prejuicio de que tener una buena posición social y económica influye directamente en el aprendizaje; la verdad es que, aunque eso facilita el acceso a algunos medios informativos, el interés no tiene precio y quien quiere también puede. También hay que aceptar que gran parte del deseo por aprender es fomentado por la actitud y la metodología de instrucción del educador, pero ninguno puede sembrar dudas ni enseñar si el otro no quiere ser curioso ni aprender; cualquiera se harta de no ser escuchado y todos somos humanos. Además, ¿de qué vale justificarse con la frase "Si el profesor no se esfuerza, yo no tengo por qué hacerlo"? Si bien él es una respetada fuente de información que no solo emana datos sino que imparte valores, sus aspiraciones y prioridades no deben limitar las de un alumno, puesto que nadie puede permitir que sus metas se vean opacadas por las del prójimo.
El ilustre poeta Rubén Osorio Canales (2006) dijo una vez: "¿Cómo estar de pie, en todo instante, si la sombra cae y se aleja, si la palabra pierde su imperio y solo quedan ruidos sordos que nada dicen?". ¡Nada más verídico! Es totalmente imposible que una sociedad venza adversidades y progrese sin antes conocerse, amarse y defenderse. Nosotros, los estudiantes universitarios, debemos despertar, ampliar nuestro criticismo y dejar de ser parte de ese ejército zombi que sin piedad nos destruye, ya que tenemos la obligación de luchar por lo nuestro y de hacer honrado uso de lo único que ningún tercero puede quitarnos: la educación.
IMAGEN: GUÍA DE UNIVERSIDADES.
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