Pages

miércoles, 25 de febrero de 2015

Entre legados

Por Anakarina Fajardo.

Imagen de gipom.com
       La institucionalización y la actividad comunicacional: legados de la Edad Moderna que se complementan entre sí, pero, ¿de qué manera?

Primeramente, con el fin de puntualizar la relevancia de las instituciones para el ejercicio de la comunicación - en este caso, masiva -, es indispensable aclarar que estas se tratan de mecanismos de orden social, cooperativo y normativo que tienen como objetivo condicionar las acciones e interacciones de determinados grupos de individuos en relación con su ambiente, basándose en ciertas ideas y valores. De igual forma, debe resaltarse que, a lo largo de la historia, ha sido inmensa la influencia de los medios de comunicación sobre la sociedad, ya que consisten en instrumentos masivos encargados de reflejar transparentemente la realidad, formando ciertos conceptos y opiniones en el entendimiento de los ciudadanos.
Los medios de comunicación respetuosos de los derechos humanos y apegados a las normas de control mediático establecidas en la nación fortalecen la democracia; sin embargo, estos deben ser regulados y supervisados por las instituciones del Estado – para efectos de este artículo, entidades jurídico-políticas –, las cuales contribuirán con la consolidación democrática siempre y cuando se acoplen a la legalidad, mantengan su honradez y rechacen el personalismo político, puesto que ningún ideal debe ir por encima de otro. Asimismo, dichos sistemas deben fomentar la lucha contra la corrupción, garantizar el derecho a la libertad de expresión, asegurar el acceso a la información pública, entre otros elementos indispensables para el ejercicio periodístico.
Entre las distintas instituciones pertenecientes al Poder Público debe existir un grado interno de respeto y de transparencia que se refleje en la práctica de sus funciones, ya que si la corrupción se encuentra latente en un sistema determinado, es imposible que este realice decentemente sus obligaciones con la sociedad. Tal es el caso de las fuerzas del Estado cuando, conscientes del poder de la comunicación, abusan fácilmente de su autoridad al oprimir y censurar injustamente a aquellos medios que catalogan como conspiradores o alteradores de la paz pública, debido a que conocen su gran potencial para movilizar a las masas en una dirección contraria a los intereses gubernamentales. En el caso de Venezuela, la Constitución en su artículo 58 asegura que “Toda persona tiene derecho a la información oportuna, veraz e imparcial, sin censura…”. No obstante, es evidente la manipulación que el Estado ejerce sobre la población al valerse de las instituciones para originar el gran desequilibrio informativo que existe hoy día y contribuir con el proceso de desinstitucionalización, el cual no es compatible con los ideales del Mundo Moderno.
La enorme influencia de la comunicación social es un arma de doble filo: informando equitativamente o tergiversando, la humanidad siempre sufrirá las consecuencias y orientará su ideología y sus opiniones en una determinada dirección. Aquí radica la importancia de que el individuo sea capaz de criticar reflexivamente y de impedir que la censura mediática lo convierta en un simple súbdito de aquellos que poseen el control, lo cual equilibraría la sociedad y disminuiría la población carente de impulsos protestantes ante las injusticias.
En resumen, se puede percibir que, si bien la relevancia de las instituciones jurídicas y políticas radica en gran medida en la garantía de la libertad informativa que estas deben ofrecer a los medios, la reputación del Estado dependerá también de la influencia social del mundo mediático. Puede decirse entonces que los medios de comunicación son para los gobiernos, actualmente, lo que el feudo era para las monarquías en el Medioevo: herramientas para llegar al poder y mantenerse allí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario