Autor: Mariana Martínez Venegas
Hace cuatro días exactamente, mis compañeros de clase y
yo tuvimos la oportunidad de ir a la Universidad Central de Venezuela, por la
invitación de nuestro profesor de la cátedra Fundamentos del Mundo Moderno. El
motivo principal de nuestra visita fue el de asistir a un seminario llamado “El
arte en Venezuela: de la modernidad a nuestros días. Afirmaciones y quiebres”
que se llevó a cabo en el Auditorio de la Facultad de Humanidades y Educación.
Cuando me dirigí a la Universidad solo pensé que iba a
ver una charla sobre arte y que seguro tendría alguna relación con la materia
que estábamos viendo en clases.
Mi visita al comienzo fue estrictamente académica, iba a
ir a las charlas en el horario estipulado y listo. Y fue así, mis compañeros y
yo vimos la primera charla de la ponente María Elena Ramos, la cual fue muy
interesante. Al salir para mi sorpresa, nuestro profesor nos invitó a hacer un
recorrido por la Universidad ya que no había planificado estar toda la mañana
dentro del auditorio sino además venía incluido un recorrido por el recinto
universitario.
Durante el recorrido mencionaron al responsable de esta
gran obra de arte, Carlos Raúl Villanueva y su intencionalidad en esta gran
creación. Su propósito fue el “de buscar lo sublime” lo excelente, lo admirable
y creo que lo logró. Los techos, las
paredes y ventanas hechos por una razón, principalmente las paredes de cemento calado para que los edificios no fueran cien por ciento cerrados sino también entrara
la luz y el aire fresco. Ese contacto estricto con la vegetación para que los que
allí estuvieran no olvidaran la naturaleza y su contacto irrompible con el
hombre.
Villanueva para mí buscó no solamente proyectar y
construir una universidad de grandes proporciones y con las estructuras ideales
para el desarrollo académico. El buscó que la Central fuera admirable e
incentivar la capacidad de asombro en las personas, que no solamente estudiaran
en un aula de clases o en una biblioteca sino también estuvieran en contacto
con la naturaleza, para apreciar las cosas más simples de la vida, porque a
veces lo más grande está allí.
También pienso que su proyecto fue atemporal, quiso que
esta obra tan maravillosa perdurara en el tiempo para que todos pudieran
aprovecharla. No fue egoísta
Pero además de pensar en ese contacto necesario con la
naturaleza, no se olvidó de todo aquello hecho por el hombre, como el arte, es
por eso que la universidad está llena de edificios pertenecientes al movimiento
modernista del siglo XX, murales, mosaicos, vitrales y esculturas de artistas
de diferentes escuelas. Todo esto con la
intención de apartar lo netamente visual y colocar los otros sentidos.
Como leí hace poco en una separata de Sociología, no es
lo mismo ver que conocer, ver en este caso la universidad es salir fuera de
ella, pero conocerla es caminar dentro de la universidad, recorrerla.
Conocer implica saber, distinguir, experimentar y sentir.
Esta cualidad última, sentir es la más importante, y esto me recuerda cuando
pasé por la emblemática “Tierra de Nadie” que recibe este nombre porque no
pertenece a ninguna de las facultades que la rodean sino un espacio compartido
por toda la comunidad universitaria. Allí sentí una conexión con la naturaleza
inexplicable, me sentí dichosa de estar ahí. Había algunas aves multicolores
que adornaban los árboles, un sol radiante, un césped intenso y puro, un
ambiente fresco y la imponente montaña El Ávila, se podían ver claramente desde
allí.
Pero es importante tener en cuenta que para conocer hay
que ver la luz, para abrir nuestra mente a los conocimientos hay que dejar
entrar la luz y para pensar en las cosas buenas hay que hacerlo también. En la
oscuridad no hay nada que hacer.
Esto lo deja bien clara la universidad con su frase que
da inicio a la segunda estrofa del himno de la Universidad “Esta casa que vence
las sombras” que deja plasmada la
enseñanza y educación que se entregan como medio para que las personas salgan
de la oscuridad de la ignorancia. La
Universidad no solo deja entrar la luz a través de los saberes que en ella se
imparten sino también a través de sus estructuras para que nunca haya sombras
que la opaquen.
Para vencer las sombras hay que dejar a un lado lo
superficial, vacío, hueco y optar por la luz por la densidad, la profundidad,
lo que tiene contenido. También formarnos como personas, cultivar nuestro
espíritu a través de nuestros valores morales, principios, ética para que en los tiempos donde la oscuridad reine sepamos enfrentarla con un espíritu fuerte.
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