Hoy en día, los venezolanos nos preguntamos por qué somos como
somos, por qué actuamos y pensamos de cierto modo, por qué sufrimos ciertos
fenómenos que nos llaman tanto la atención y se nos hacen tan peculiares.
Además de esta explicación a nuestro modo de ser, también, nos preguntamos el
motivo de ciertos males y patologías que sufrimos como pueblo. Las respuestas a
estas preguntas, junto con el señalamiento de estos principales males, las
podemos encontrar en el cuidadoso estudio de nuestro origen, usualmente negado
y desconocido, pues es por este desconocimiento que no solemos intuir que la
raíz de nuestro modo de ser data de tiempos coloniales. Conociendo esto,
podemos encontrar una respuesta a estas temáticas, y así no quedarnos en la
simple queja.
Al estudiar nuestro origen, debemos ante todo entender y
remontarnos a nuestros antepasados y es bien conocido que estos antepasados son
los españoles, que nos descubrieron y colonizaron. El español del siglo XV que
llegó a nuestro continente era un hombre estoico y endurecido, que venía de
combatir ocho siglos contra los moros, con una visión medieval, lo que lo hacia
apegado y cerrado respecto a su religión y sobre cómo enseñarla. Tenia una
visión fatalista del mundo y se creía predestinado (en parte por su misma fe) por lo cual no
valoraba la importancia del esfuerzo en el trabajo. Era arrogante, pues se
sentía estandarte del cristianismo (dado a que en España estaba aconteciendo la
inquisición, por el surgimiento de las reformas protestantes y el auge del
pensamiento humanista que discrepaba del de la iglesia, y acababan de expulsar y
liberarse del control de los moros con la Batalla de Granada). Este aspecto
religioso lo trata Rufino Blanco-Fombona en su obra El Conquistador español del Siglo XVI cuando dice “ El conquistador
es un hombre del pueblo y hombre ignorante, es también hombre de religión . Es
hasta en eso, muy de España y muy del siglo XV o del siglo XVI español”.
También encontramos una interesante descripción del conquistador español, más
allá del aspecto religioso, en la obra Patria
Arriba de Mario Briceño Iragorry cuando establece:
El conquistador español representa un tipo singular en el orden de la
Historia Universal.
(…) tenia la fuerza de una resistencia fraguada durante ocho siglos de
pelear contra el moro aguerrido, sin más descanso que echarse sobre las propias
armas (…) como el cruzado medieval, su espíritu estaba saturado del aire
místico-militar que hizo fieros soldados, como Fernando III y Luis IX, santos
de suavidad evangélica para los altares iluminados de las severas catedrales,
donde se hacia la realidad pétrea la comunidad del pueblo cristiano.
De esta cita podemos ver, en principio, que
nuestros colonos , y por ende, nuestros antepasados, venían con una mentalidad
curtida en las armas y que no conocían nada más allá de la guerra; quizás es de
ahí de donde viene esa actitud pro guerrerista tan presente en la idiosincrasia
venezolana, sobre todo en nuestra historia y que se ha visto tan presente en
nuestra política, del que la fuerza reside en la fuerza física, y militar. Esta
exaltación de la cultura militar se ve reforzada en la obra ya mencionada de
Rufino Blanco-Fombona cuando se refiere a la mentalidad del español de ese
momento, el renacimiento español, que lo volvía mucho más pasional y guerrero. “ …el renacimiento italiano(…) significó
un despertar, un renacer (…) el renacimiento español , no. (…) España es país
de tradiciones de guerra más que culturales” También el autor nos dice en
la obra que “ Al genio de castilla, antes
que lo sensual, lo mueve lo heroico y lo ascético; no las pasiones blandas,
sino las fuertes.”
Otro de los aspectos fundamentales a
considerar es el del estrato social del español que vino. Los españoles
colonizadores eran gente que no valía como tal en la sociedad española y que
venían al Nuevo Mundo movidos por la ambición, a hacerse de nombre, glorias y
riqueza, que carecían en su tierra natal. Esto lo expone de nuevo Rufino
Blanco-Fombona:
¿A qué clase social pertenecen los conquistadores? Pertenecen a las
clases humildes, al pueblo.
Entre los primeros descubridores y conquistadores no hay un solo hombre
de familia ilustre; y se comprende que no lo hubiera, No iban a ser los
bienhallados los que se lanzasen los primeros a semejante aventura. A semejante
aventura se lanzaban los aventureros: los que nada poseían, los que nada
valían; los pobres diablos; los carne de sacrificio y de cañón. ¿Quién es
Pizarro? Un porquero de Trujillo, hijo de una cortesana ¿Quién es Hernán
Cortes? Un soldadito de Infantería, un anónimo de Medellín…
Con todos estos
argumentos podemos definir cómo es el español que vino a nuestro continente,
movido por la ambición, condicionado por un orgullo religioso y sobreviviente
de una guerra centenaria. Tomando en consideración esto podemos ver cómo esos
aspectos de los colonizadores han influenciado, y persisten, en la
mentalidad del venezolano. Entre ellos
podemos ver el alto apego y fidelidad a la religión católica, la exaltación y
cultura militar, ya previamente nombrada, el gusto por las pasiones fuertes y
quizás el ser más hedonistas, el sentimiento heroico y el descuido y poco aprecio,
quizás inconscientemente, hacia la cultura.
Finalmente, el aspecto
fundamental y probablemente el más critico de los males que hemos acarreado
desde la colonia y que está sumamente
presente en el venezolano actual, es la falta de patriotismo o autoestima
nacional. Este aspecto de crisis de identidad nacional se ve directamente
ligado al de desprecio por la cultura, puesto que como tal, desconocemos la propia que de
por si está en términos sumamente borrosos. No hemos tenido la cultura de
sentirnos orgullosos de nuestro país o del ser originarios de nuestra tierra,
esto podemos mostrarlo con un ejemplo muy actual, por ejemplo, siempre se oye
que se habla del país de origen de un abuelo o de algún antepasado, y este
problema data de los mismos tiempos coloniales. Muchas veces hemos despreciado
aspectos de nuestra propia cultura y hemos asumido costumbres y aspectos
culturales de los extranjeros como propios, justamente por carecer de autoestima. Esto se evidencia muy claramente
con que desde siempre hemos tratado de imitar a Estados Unidos, y hemos
adoptado sus aspectos culturales más que los nuestros. Ejemplos podemos dar
desde los tiempos de la independencia al tratar de imitar la fecha de
emancipación norteamericana, el 4 de julio, y siendo la nuestra el 5 del mismo
mes. Además, hoy en día, en Venezuela se tiene tan adoptada la cultura
norteamericana que escuchamos su música, vemos sus programas de televisión,
imitamos su estilo de vida, nos vestimos con su moda y así sucesivamente; no
podemos olvidar que el principal punto vacacional en Venezuela es o fue Miami. También
y lo que funciona, y refuerza el ejemplo anterior quizás hasta siendo su
origen, es la época de los inicios de la explotación petrolera en nuestro país,
cuando los trabajadores adoptaron y crearon nuevos vocablos al tratar de imitar
las palabras en inglés y que los mismos nombres sajones empezaran a ser los
nombres de los niños venezolanos de habla hispana. Nos apoyamos de nuevo en el
texto ya nombrado de Mario Briceño-Iragorry:
El abandono de estos valores ha llegado a provocar
la delicuescencia actual de nuestro carácter de nación. En nombre de un falso
patriotismo, o más bien, de una chabacanada de patriotería, se dio en negar y
atacar nuestras propias raíces hispánicas y se hizo doctrina de progreso para
todo lo que condujese al reniego de los signos donde pudo haber alcanzado
firmeza fecunda tradición de nuestro pueblo. Fácil resultó a los abanderados
del progreso entreguistas demoler portales donde aun lucían severas heráldicas
coloniales, para adecuar el nuevo orden arquitectónico a la propaganda de
Coca-Cola y de los Studebaker.
También este autor nos
demuestra que esta satanización de la colonia, y de nuestro origen e historia,
es lo que ha hecho que hoy no le demos valor a lo que somos ni a nuestra propia
cultura, volviéndonos unos hijos bastardos fáciles de moldear, por lo cual se
pueden presentar y calar idearios como el sistema EBR que busca tergiversar la
historia para justificar una visión política, y en búsqueda de una aceptación
de algún padre, usualmente extranjero, que
quiera tomarnos bajo sus alas. De nuevo, Briceño-Iragorry nos hace
referencia a este desconocimiento y sus consecuencias
Investigar la línea sucesoral de las familias fue
algo que cayó en el viejo concepto de <<de limpieza de sangre>>,
por donde se ganaron títulos y prebendas en la Colonia. Otros llevados de aura
de fatuidad, le dieron por revaluar linajes para fines de falso lucimiento de
personales entronques con viejos hidalgos y con antiguos nobles.
Mirando al bulto este proceso de rebusca de capas
familiares, se lo pudo tomar apresuradamente como actitud doblemente
antirrepublicana. De una parte, se vio un empeño tonto de exhibir valores
contrarios al orden de la igualdad democrática; desde otro ángulo, se consideró
todo tipo de investigación genealógica como
acusado testimonio de un espíritu de retorno a las formas coloniales. La
falta de serenidad de juicio que caracterizó a muchos historiadores y políticos
del siglo pasado, hizo que estos temas cayeran en el orden de las cosas vedadas
desde el punto fe vista de lo genuinamente republicano y nacional. Hubo época
de nuestra historiografía durante la cual todo se miró a través del cristal de
lo antiespañol. El patriotismo se juzgó una permanente actitud antiespañola.
Con atacar la historia antigua se creyó compensar toda manera de pecados actuales contra la república. Se pudo
irrespetar impunemente los valores de la ciudadanía, a condición de abjurar de
España como genitora de nuestra cultura.
Alabar a Voltaire y denigrar a Jovellanos fue buen seguro para violar las
instituciones nuevas.
Con esto expuesto, podemos concluir que en
esta satanización desconocimos y destruimos nuestro pasado, nuestro origen
hispánico, pero sin pensar en qué buscaríamos como futuro. Se pensó en un
presente tan breve que quienes buscaron destruir esa conexión con el pasado nos
dejaron tanto sin futuro como sin un pasado claro, lo que nos hace encontrarnos
en un limbo y sin una identidad nacional propia.
Finalmente, aportaremos
como solución a esta crisis causada por el desconocimiento de nuestro origen y
de nuestra crisis de identidad nacional como pueblo, el estudio de la historia,
literatura y filosofía, sobre todo la propia. También, ya a modo de cierre, nos
valdremos del segundo verso de la canción Buffalo Soldier de Bob Marley, que
podemos tomar e interpretar a modo de consejo propio, cuando dice: “Si conoces tu historia,
entonces
sabrías de dónde vienes,
entonces no tendrías que preguntarme,
quién diablos me
creo que soy.” Ya que si conocemos nuestros
orígenes tendremos claro quiénes somos y tendremos así una identidad propia.
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