Por: Jeslin Valbuena
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La frase menos face, más book es parte de una campaña
pro-libros que lleva a cabo una librería mexicana llamada Gandhi. La primera
vez que la escuché caló tanto en mí que sentí la
necesidad de escribir al respecto.
Hay libros que llegan a tus manos gracias a una gran persona –
un profesor, un abuelo, un amigo… - y de inmediato marcan un antes y un
después dentro de ti. Esos libros que te llevan a comprender algo de gran
relevancia en tu vida y te dejas guiar por la luz de unas líneas brillantemente
escritas.
Los libros tienen una forma trascendental de transportarnos a
un mundo de ideas que quizá nunca antes imaginamos. A veces necesitamos de ese “volver
atrás”, olvidarnos de las pantallas y las teclas, y recordar lo que se siente tener el lomo de un buen libro en la palma
de la mano, mientras que con la otra pasas las páginas. Sentir que el tiempo
del mundo real se detiene. La historia te lleva a un sitio recóndito.
Personajes que brillan y cobran vida en tu imaginación. El cerebro activa los hemisferios.
Piensas. Se conectan las neuronas. Tu entorno se vuelve insignificante. Y solo
entonces, eres ubicuo.
Hace más de ciento catorce años se publicó una de mis obras
favoritas. Fue escrita por José Enrique Rodó, y la bautizó como “Ariel”. Guillermo de
Torre (1969) explica que la obra Ariel es el breviario de la juventud, una
lección de despedida que el maestro Próspero,
llamado así por la alusión al mago de La
Tempestad shakesperiana, da a sus alumnos. Rodó (1900) explica el significado
de dicho nombre:
Ariel, genio del aire, representa en el simbolismo de la obra de Shakespeare,
la parte noble y alada del espíritu. Ariel es el imperio de la razón y el
sentimiento sobre los bajos estímulos de la irracionalidad; es el entusiasmo
generoso, el móvil alto y desinteresado en la acción, la espiritualidad de la
cultura, la vivacidad y la gracia de la inteligencia; el término ideal al que
asciende la selección humana. (p. 31, 32)
El mensaje de esta obra se centra en inculcarle a la juventud
la motivación para luchar por el ser y no por el tener, hace énfasis en que al
hombre se le conoce por el obrar, por lo tanto la acción generosa debe ser
llevada a cabo competentemente, elevando la espiritualidad.
De igual forma, destaca que la vivacidad, la gracia y la
originalidad son virtudes del hombre minoría, del hombre cualificado. Rodó también
expresa ideas de origen socrático y platónico planteando que los instintos
deben ser gobernados por la razón. El profesor Juan Manuel Rodríguez (1985)
explica que el autor funde las dos virtudes del pensamiento occidental: el
heroísmo griego y la santidad cristiana.
Uno de los enunciados más significativos y resaltantes de
Ariel (1900), desde mi perspectiva, ha sido el siguiente:
…voy a hablaros de nuevo, para que sea nuestra despedida como el sello
estampado en un convenio de sentimientos e ideas. Invoco a ARIEL como mi numen.
Quisiera ahora para mi palabra la más suave y persuasiva unción que ella haya
tenido jamás. Pienso que hablar a la juventud sobre nobles y elevados motivos,
cualesquiera que sean, es un género de oratoria sagrada. Pienso también, que el
espíritu de la juventud es un terreno generoso donde la simiente de una palabra
oportuna suele rendir, en corto tiempo, los frutos de una inmortal vegetación.
(p. 33)
¿Tendremos los jóvenes en nuestro espíritu la esperanza, el
entusiasmo, la constancia y el vigor que se necesitan para emprender la construcción
de -la magna obra- Latinoamérica? (Rodó,
1900)
Por mi parte, no quisiera tener la menor duda, aunque a veces
“la aldea global” nos arrastra a mirar una pantalla brillante por horas casi
sin parpadear, tengo la esperanza de que las nuevas generaciones (con menos face y más book) luchen por nuevos
tiempos y felices destinos.
“…la juventud que vivís es una fuerza de cuya aplicación sois
obreros y un tesoro de cuya inversión sois responsables…” (José Enrique Rodó,
1900)