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lunes, 15 de junio de 2015

Camaleón Tricolor


Escrito por: María Gabriela Méndez


"Que todo sea diferente, no significa que nada haya cambiado" –Irene Peter


El cambio, en la vida humana es lo más natural después de la socialización. Desde nuestros inicios como especie hemos estado sometidos a distintos tipos de cambios. Desde la evolución, la creación de las primeras organizaciones sociales como la familia, adaptación al medio ambiente, creación de sistemas, adaptación a un ambiente, etc.

El ser humano se ve envuelto en distintos tipos de cambios en su día a día, esto es directamente proporcional a la capacidad de invención que poseemos como seres racionales. Nuestras ideas e invenciones cumplen de la manera más sencilla la ley causa-efecto.  Con nuestras ideas adaptamos nuestros cuerpos y mentes al cambio. Así se inician las primeras sociedades, los primeros conceptos de estado y organizaciones, partiendo de un simple pensamiento, de un momento de serendipidad.

Como todos los cambios, las sociedades se han enfrentado a un proceso gradual en el que han adaptado sus vidas en sociedad, como lo establece el reconocido Contrato Social planteado por Rousseau. Nos despojamos de viejos hábitos para conseguir beneficios, leyes básicas de la sociedad. Así aprendemos a convivir, a adaptarnos.  El mundo moderno, forma parte de esos eventos fundamentales que gradualmente forman la sociedad como la conocemos hoy en día.

La sociedad Venezolana más específicamente ha sido víctima, si así  se le puede llamar, de cambios drásticos. Desde los efectos de la colonización y adaptación a un modelo de república libre.  El acta de independencia venezolana al igual que muchas constituciones alrededor del globo, juega el papel de contrato social específico para esta sociedad. Ahí se establecen las reglas en las que juega dicha sociedad.

Briceño Iragorry, en su obra “Mensaje sin Destino plantea, entre distintas teorías, una crisis de pueblo. Que personalmente me atrevería  a decir que va más allá, hacia una crisis de identidad personal.  Ya que, al rechazar nuestros inicios, como por ejemplo rechazar el yugo español como parte de nuestras raíces, rechazamos nuestra verdadera esencia como sociedad. En vez de plantearnos como una sociedad luchadora que venció obstáculos, en este caso la liberación de la corona. Observamos (Como sociedad) esos antecedentes como una lucha contra un enemigo constante, que incluso actualmente existe.  El enemigo planteado por nuestra sociedad cambia de nombre y de rostro, pero su presencia es omnipresente. 

Sí bien es cierto, no existe tal cosa como una sociedad enteramente perfecta. Cómo lo podemos comprobar al revisar la novela Utopía de Tomas Moro,  la perfección no es más que otra idealización humana, pues en realidad el ser humano es todo, menos perfecto. Pues entonces, la sociedad Venezolana al igual que el resto de sus sociedades vecinas posee fallas, errores, idealizaciones erróneas, etc. Entre esos tantos errores posee uno que se encuentra intrínseco en ella, su falta de identidad.

Tal como lo asegura el maestro Iragorry,  incluso actualmente es palpable la falta de identidad del Venezolano. No posee raíces arraigadas a su sociedad, si bien resalta su cultura (que entre muchas cosas, es una mezcla de adquisiciones internacionales) No posee ese arraigo patrimonial a sus raíces. Lo que invita a una serie de errores a lo largo de su historia, que fácilmente pudiesen ser predecibles en caso de conocer su verdadera historia y no aquella que es violada de alguna manera por revisionismos históricos, adaptaciones políticas, fantasías sociales, etc.  A lo largo de la historia venezolana se ha visto como los políticos logran adquirir ese papel paternal en el estado sobre sus gobernados. Nuestra sociedad, de alguna manera, representa a un infante careciente de unas bases sólidas. Lo que nos lleva a cometer los mismos errores una y otra vez.

Pero la falta de identidad no sólo afecta en el sentido político, sino en el aspecto más íntimo de su pueblo. Su individualidad. Actualmente, es evidenciable como el Venezolano busca constantemente defender su postura, sus opiniones, creer en alguien o en algo (Bien sea una figura política o un sistema) es esencial en esta sociedad.  Podría decirse que actualmente Venezuela no cumple con el producto final que dejó la modernidad la reivindicación soberana, ciudadana y estatal no son más que utopías en esta actualidad.

A través de fanatismos (políticos, espirituales, populares) el venezolano busca su esencia. Actualmente está afirmación es más palpable que nunca, el fanatismo político tanto de la izquierda como de la derecha, aleja a los ciudadanos del núcleo de sus problemas. Esta crisis de pueblo y de identidad se incrementa con el pasar de los años, olvidamos nuestros orígenes. Rechazamos nuestra historia y permitimos adaptaciones de la misma con el pasar de los años.

A causa de esto, el pueblo venezolano se aleja cada vez más de su propia sociedad. Dividiéndola en distintas partes de acuerdo a los intereses y opiniones que se defiendan. Llegando a extremos en los cuáles se podría fácilmente realizar un paralelismo con la Novela de Orwell 1984. Creando más y más una sociedad distópica. Que permite abusos de todos los grados y niveles, pero sobretodo que olvida su realidad. Actualmente la sociedad y el pueblo venezolano permite que la política distorsione todos sus sentidos fácilmente comparable con La Cabeza de Goliath redactado por Martinez- Estrada, quién describía al pueblo argentino y a su sistema como una gran cabeza con un pequeño cuerpo.

Permitimos pues, que el fanatismo político encabece nuestras vidas y lentamente nos convertimos en un pueblo raquítico, casi anoréxico que pierde su esencia. Que a falta de identidad, es desnutrido con el pasar de los días y al desconocer sus verdaderas raíces juega el papel de camaleón adaptándose, como todo ser humano, al constante cambio generado en su pueblo sin razones ni argumentos para refutar las atrocidades que, de manera diaria se arremeten con su pueblo.


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