Por Anakarina Fajardo.
Un día cualquiera te despiertas, desayunas
y con el periódico te informas de todo lo que está pasando en el mundo. Luego
de asearte y arreglarte con rapidez, sales de tu casa y enciendes tu auto para
ir a trabajar; mientras esperas impacientemente a que el tráfico fluya, un
concierto de Mozart proviene de tu emisora radial preferida y te tranquilizas
un poco escuchando las hermosas notas musicales del piano.
Así comienza tu mañana, la de un
individuo del siglo XXI que saborea los beneficios y las esencias de su entorno
sin tener idea del esfuerzo que hubo alguna vez tras cada una de las
invenciones que, hoy día, le otorgan bienestar y le permiten convivir en
sociedad.
Johannes Gutenberg, la imprenta –
1438 –; Nicholas-Joseph Cugnot, el automóvil – 1770 –; Bartolomeo Cristofori,
el piano – 1710 –… Todos son hombres a quienes se les atribuyen una serie de inventos
considerados determinantes para la humanidad, pero ¿esto les resultó “pan
comido”?
La respuesta es “No”.
Actualmente contamos con
innumerables recursos que nos facilitan la vida de una manera que no podemos imaginar,
pues las últimas generaciones nacieron entre las riquezas que conforman “la realidad
virtual”, específicamente, “el Internet”: un elemento ya intrínseco en sus
vidas. No obstante, a diferencia de nosotros, los intelectuales mencionados
anteriormente y sus contemporáneos, en su momento, no tuvieron la oportunidad
de comunicarse a distancia y seguir informaciones en tiempo real, de intercambiar
ideas mediante la interacción con personas de todas partes del mundo, ni de
valerse de una serie de herramientas digitales de soporte para el
emprendimiento de sus respectivos proyectos sin la necesidad de dirigirse a la
biblioteca más cercana para realizar sus averiguaciones; a pesar de ello, jamás
dieron descanso a sus mentes hasta ver materializadas sus ideas.
Ahora bien, como todo, el uso de Internet
no solo representa una ventaja para el hombre sino que también posee sus aspectos
negativos, como el hecho de lograr que las personas se sientan mucho más
cómodas y confiadas en que todo “ya está hecho”, trabajando menos y creyendo
que su deber con la sociedad y con ellos mismos se limita a introducir un par
de palabras en el buscador online para obtener la información que necesitan “en
un dos por tres”. Además del descuido de asuntos vinculados a la realidad, como
las relaciones personales, con el uso incorrecto del Internet se genera una
dependencia de la energía eléctrica para poder realizar investigaciones, debido
a que los medios informativos tradicionales desaparecen totalmente de las
percepciones de los individuos y los recursos digitales se convierten en “únicos
e insuperables”.
¿Cómo estos intelectuales que
vivieron hace unos cuantos siglos lograron dar con estos inventos determinantes
para la humanidad sin tener acceso a Internet?
¿Por qué los hombres, hoy día,
demuestran altos niveles de apatía aunque cuentan con una serie de recursos que
no existían antiguamente?
¿Cómo serían nuestras vidas sin leer
ese periódico matutino ni escuchar el concierto de piano de Mozart mientras
vamos en nuestros automóviles?
Todas preguntas espinosas con
respuestas aún más polémicas. Lo verdaderamente seguro es que el hombre debe
aprender a equilibrar el uso de Internet con el de las fuentes tradicionales para el máximo provecho del alcance de sus metas personales.
“La situación sobre nuestra
Tierra es paradójica. Las interdependencias se han multiplicado. La conciencia
de ser solidarios con su vida y con su muerte liga desde ahora a los humanos.
La comunicación triunfa; el planeta está atravesado por redes, faxes, teléfonos
celulares, módems, Internet. Y sin embargo, la incomprensión sigue siendo
general”. – Edgar Morin.
Imagen de www.joselinhurtado.blogspot.com.
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