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sábado, 28 de marzo de 2015

Un libro de historia


Por María Milagros León

¿Alguna vez te has puesto a pensar en cómo sería nuestro presente si nuestros antepasados hubiesen sido unos perezosos adictos al internet – suponiendo que existía para aquellas épocas -, incapaces de realizar estudios que aporten conocimientos a las generaciones futuras? ¿Qué sería de nosotros?

Por ejemplo: ¿Qué hubiese pasado si Rousseau nunca hubiese escrito el Contrato Social? Sin este pacto imaginario - que hasta hoy en día tiene vigencia en los Estados democráticos-, la institucionalidad nunca hubiese existido y quizás hoy en día las sociedades democráticas el Estado natural y el Estado de sociedad no mantendrían un equilibrio entre ambas; constantemente la libertad individual se impondría sobre la voluntad general y estas sociedades estarían siempre en constante batalla.

Al pensar en esto, es inevitable no sentir cierta inquietud, pues hoy en día escasean filósofos, sabios, escritores y demás de mi generación. Cada vez hay menos pensadores y más agresores. La sociedad actual cada día se degenera más, esto lo sabe todo el mundo pero muy pocos hacen algo al respecto. Se necesitan más agentes de cambio.

Aquellos que no actúan para contribuir con nuestras generaciones futuras, se consideran incapaces de ocasionar algun cambio puesto que “somos pocas las personas que queremos contribuir”. Esta última frase fue dicha por una compañera de clases al debatir sobre el tema en una clase de Fundamentos de Mundo Moderno con más de 30 alumnos. A lo que el profesor contestó: “ Nunca en la historia los grandes ideólogos han sido la mayoría. ¡Siempre son la minoría! No caigan en la tentación de cuestionarte el número.”

Venezuela es una sociedad relativamente nueva, pues data de 500 años, a diferencia de las sociedades antigüas con más de 1000 años. Por ello, los jóvenes venezolanos debemos tener muchas más ganas de construir país que los jóvenes de esas sociedades antiguas, las cuales tienen casi todo el trabajo hecho.

Ahora bien, si los jóvenes nos preocupásemos más por escribir nuestro presente e indagar nuestro pasado, construiríamos a la larga un futuro prometedor para Venezuela. Asimismo, no sabemos si nuestro presente será distorcionado por futuros revisionismos histórico. Por ende, tenemos la responsabilidad de escribir y relatar nuestro presente para evitar la desinformación de las futuras generaciones. De esta manera construiríamos la historia de hombres que constantemente vivimos ignorando por esa historia bélica protagonizada por sus guerreros y/o personalistas políticos.

En los escritos de los jóvenes, yace escondido un gran libro de historia que ningún dictador podrá borrar, pues son historias que como los mitos, pasan de boca en boca.

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