“Las mejores ideas han sido escritas
En una servilleta de papel,
Y los mejores negocios han sido cerrados
Frente a una tasa de café.”
Sangre
sudor y lágrimas nos cuesta superar ese par de semanas que llamamos “época de parciales”.
Decenas de separatas, cientos de páginas, miles de letras es en lo que pensamos
cada vez que se acercan “los parciales”. Pero ¿implica esto solo el aprenderse
una infinidad de letras, ver un sin número de vídeos, y escribir un montón de
ensayos?
Caso
curioso, les cuento que un par de meses atrás entró un profesor a quien por
primera vez, mi curso y yo, le veíamos la cara. Nuestra primera impresión fue
la de un tipo seco, cortante en su forma de hablar,excesivamente correcto y
estricto en cuanto a horarios se refiere, y por supuesto; todos nos hicimos una
idea de la dificultad a la que nos enfrentaríamos en esta cátedra ya bien
adentrado el año.
Al
poco tiempo nos sentimos abrumados, las guías se transformaron en separatas los
autores, dejaron de ser “un tipo ahí de hace un poco de años” a convertirse en
nombres como el Papa León XIII, Tomás Moro, Mario Briceño Iragorry; y tantos
otros mencionados y leídos durante apenas 3 meses de clases. Las clases dejaron
de ser una clase magistral y pasaron a ser debates de extrema exigencia mental.
Cierto
día, el profesor nos invitó a un lugar en el municipio Chacao, luego de una
clase en la que asistió un invitado, todos extrañados al escuchar que la
proposición era en horario nocturno, pues fuimos convocados a las 8:30 p.m.
Pasado el primer momento en el que todos nos encontrábamos un poco tensos pues
pocos habíamos tenido alguna experiencia lúdica con un profesor, nos relajamos
y al poco tiempo y con ayuda de algunas bebidas espirituosas, comenzaron a surgir
interesantísimos temas de conversación y sus respectivas conclusiones, y en
varios casos, de cosas que habían sido tratadas previamente en las clases.
Lo
que pocos se dieron cuenta ese día, es que esa fue la clase más espectacular de
la que habían formado parte, allí no solo interactuamos entre nosotros en un
ambiente diferente y nos integramos como grupo, sino que aprendimos que en la
vida no todo puede ser academia, ni tampoco todo puede girar en torno a
actividades lúdicas; ese día nos dimos cuenta que debemos encontrar un
equilibrio entre ambas, pues depender de una sola, cual quiera que sea, hace
que tengamos una vida poco provechosa, que no disfrutemos de muchos placeres de
la vida, ni obtengamos grandes conocimientos de quienes han sido mentes privilegiadas
a lo largo de la historia.
Logrando
este equilibrio entre lo intelectual y lo fatuo, tendremos el suficiente
conocimiento, y estaremos lo suficientemente relajados, para dejar fluir todas
esas ideas y lograr escribir esa gran idea en una servilleta.
Por Luis Genis
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