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miércoles, 7 de enero de 2015

El mito del progreso: la ironía de la modernidad: los esclavos felices: la poética de vivir en ligereza



Por Jackeline Da Rocha

“Eating, drinking, dying – three primary manifestations of the universal and impersonal life. Animals live that impersonal and universal life without knowing its nature. Ordinary people know its nature but don’t live it and, if they think seriously about it, refuse to accept it. An enlightened person knows it, lives it, and accepts it completely. He eats, he drinks, and in due course he dies – but he eats with a difference, drinks with a difference, dies with a difference.” – Aldous Huxley

Es una vida austera y ligera aquella que no se considera a sí misma. Pero es más ligera aquella que vive en conciencia y suficiencia. El cuestionamiento personal y circunstancial es vital para la supervivencia del alma. Cada introspección es un respiro indómito que estremece la dentro de su limitada expresión corpórea. Y al entender eso somos más ligeros.

La belleza del origen de la vida no está en un ciclo: la curiosidad es instintiva. Por eso los líderes distópicos queman las obras de arte y los libros, porque son un escalón de altitud y visualización, la introspección de otro ser formada para compartir y agrandar a quien esté dispuesto a recibir y, más aún, a darse. 

En sociedades distópicas como la que trabaja Aldous Huxley en Un Mundo Feliz, se da por sentado que es posible la felicidad y estabilidad de toda la población, que es de paso un único estado global; dejando de lado las instituciones científicas, familiares, religiosas y culturales. Por supuesto, lo más importante de una comparación actualizada sería el elemento análogo del soma: me atrevo a decir que esta inmediata satisfacción vacía la encuentra nuestra sociedad precisamente en ella misma, en el vácuo infinito de las redes sociales. Nunca en la historia se había tenido tanta interconectividad con tan poca compatibilidad. 

La comodidad y el automatismo son síntomas de la muerte de la curiosidad, de la pesadez, de la vida concentrada en su propia circunferencia. La vida que no sabe que es vida. Los esclavos felices no se dan cuenta, y no quieren darse cuenta. 

Las personas capaces de comprender que su minucioso proceso de pensamiento cabe cómodamente entre miles de millones de otros, las personas que saben que viven son aquellas verdaderamente ligeras. 

Corremos con suerte los pocos sobreconscientes.



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