Por: Catherine Sánchez
Al empezar a escribir esta columna se me vienen tantas ideas a la cabeza, que me tomó un tiempo ordenarlas y empezar por lo más básico. Decidí empezar por un recuerdo: cuando era pequeña, alrededor de los 3 años, mi madre me metió en clases de inglés. Yo detestaba ir a esas clases, no me gustaba quedarme sin mi mamá en un sitio desconocido, lloraba y pataleaba hasta calmarme o quedarme dormida. Fui creciendo y el miedo se fue. Le pregunté a mi mamá por qué no había hecho lo mismo con mis hermanos mayores, y su respuesta fue la siguiente: “Cometí un error de no haberlos metido en clases de inglés desde tan pequeños porque no los quería dejar solos, pero ahora sé que en los primeros años de vida es donde el ser humano aprende más y con mayor facilidad, por eso tú estas aquí y aunque me costaba dejarte sola mientras llorabas, era un sacrificio que hoy en día entiendo mucho más y veo todos los beneficios que te ha traído”.Quizá es un tonto ejemplo, un recuerdo que no le importe a casi nadie más que a mi mamá y a mi. Pero esto me hizo reflexionar acerca de la situación país actual en la que vivimos. El cómo carajo fue que un comunista se nos metió por los ojos con su fantasía del socialismo del siglo XXI y la paz intergaláctica, cuando lo que hizo fue sembrar odio entre nosotros mismos. Creo que no encuentro otra respuesta a esto. Sí, definitivamente es falta de educación. Y no me refiero a que a la gente le falta leer el manual de Carreño. Me refiero a los valores básicos, a las virtudes que en tu casa te debieron haber enseñado. Algo tan simple como un buenos días, o un por favor sin distinción de creencias, raza, estatus social u opinión política. O cosas que en tu colegio o liceo te enseñaron como las normas del buen hablante y oyente, o no morder a tu compañerito, o no tirarle la plastilina a las niñas.
Cuando salgo a la calle y veo tantos niños sin ir a la escuela me da una sensación de retroceso que produce en mi un vértigo mezclado con impotencia y ganas de hacer algo al respecto. Es verdad, los liceos públicos no son igual que antes según mis abuelos, es verdad que existe más mal dentro de estos (droga, vandalismo, etc.) que en el propio barrio. Pero estoy segura de que en un preescolar, un niño aprende más que en un taller mecánico o en un banco.
Puede que una madre no haya tenido la mejor educación, pero estoy segura de que querrá lo mejor para sus hijos. Y el amor no se demuestra con un beso y un abrazo, el amor se demuestra con obras, concretas. El darme a los demás (a mi hijo, a mi hermano, vecino, amigo, lo que sea) me hace mucho más feliz que encerrarme en mi mismo y en mi comodidad, aunque me cueste y me duela. Sé que es más cómodo quedarse en casa y no caminar para dejar al niño en la escuela. Pero los mejores momentos no vienen de la zona de confort. Ese niño que hoy está sin recibir educación, puede ser en un futuro el médico que encuentre la cura del cáncer quizá. Pero si no va a la escuela menos va a ir a la universidad.
Es para la reflexión. Empieza por ti y por los tuyos. No podemos hacer mucho más por los momentos. Yo, no puedo hacer mucho más que escribir este artículo y un par de cosas más, y rogarle a Dios para que pueda hacer algún cambio en alguna persona que lo lea. Citando a Gandhi “Sé el cambio que quieres ver en el mundo.”
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