“¡Desgraciado aquel que no sabe
sacrificar un día de placer a los deberes de la humanidad!”
deber1. (Del lat. debēre).
1. tr. Estar obligado a algo por la ley divina, natural o positiva. U.t.c. prnl. Deberse a la patria.En su obra Del Contrato Social, escribía Rousseau que “el hombre es, de todos los animales, el menos capaz de vivir en rebaño. La naturaleza ha hecho al hombre feliz y bueno, pero la sociedad lo deprava y lo hace miserable”. Su respuesta a este problema es precisamente la teoría del contrato social; consistente de un acuerdo entre los miembros de un grupo que admite el establecimiento de una autoridad mayor y una normativa a la cual se someten en un compromiso mutuo, a cambio de beneficios como protección, como entre un Estado con relación a sus derechos y deberes y los de sus ciudadanos.
2. tr. Tener obligación de corresponder a alguien en lo moral.
3. tr. Cumplir obligaciones nacidas de respeto, gratitud u otros motivos.
1. m. Aquello a que está obligado el hombre por los preceptos religiosos o por las leyes naturales o positivas. El deber del cristiano, del hombre, del ciudadano.
La esencia del
acuerdo es renunciar a la libertad del estado natural a cambio de ciertos
derechos y una libertad y orden técnicamente artificiales, junto con una
autoridad que lo haga cumplir.
Y es por consiguiente
un precepto que todo hombre debiera esforzarse por la paz, en la medida que
espere obtenerla, y que cuando no puede obtenerla, puede entonces buscar y usar
toda la ayuda y las ventajas de la guerra.
Como ciudadanos
nuestra parte del contrato se basa en el respeto y la colaboración, respeto por
los demás participantes, por las reglas impuestas, por la autoridad que las
hace cumplir y por la misma unión social en que hemos de ejercer todo esto.
Siendo así, lógicamente nuestra participación se ve restringida por la de aquellos
que nos rodean: por los límites que implican para nosotros sus derechos y por
lo que nosotros debemos comprometer por los nuestros.
“Trabajar es un deber
indispensable al hombre social. Rico o pobre, fuerte o débil, un ciudadano
ocioso es un bribón”
No hay deber sin
derecho y no hay derecho sin sacrificio. La igualdad y la justicia implican
ambos. Para vivir en sociedad se deben
experimentar el beneficio y el dolor, los huéspedes
no tienen derecho de quejarse. El otro contratante debe también: cumplirá con
la dirección, con ver que cada quien disfrute de su calidad de ciudadano y que
se respete la ciudad a disfrutar; con que el acatamiento se dé de ambos lados,
con que las instituciones sirvan y de ellas se pueda servir el pueblo, con que
el reglamento artificial dictamine un bien y un mal para guiar a todos los
contribuyentes.
Más allá de la
compleja profundidad de las infinitas relaciones de una sociedad específica, el
contrato (ergo, el deber) empieza desde dentro de ella: Deberse a la patria... ¿Quiénes somos para negar nuestro origen, la
tierra que nos sostiene y su aire que nos arropa? Al menos le debemos en
correspondencia el respeto que infunde. Debemos de deuda. Es justo y necesario
que tomemos parte de la protección de nuestro patrimonio y sepamos mantener lo
que representa.
El pasado de nuestra
tierra es el nuestro. El origen de nuestro origen es y será por siempre una
sola historia. Los símbolos patrios deben ser más que una imagen, los himnos
más que canciones; no en vano representan los valores que forjan un umbral que
compartimos y hoy, más que nunca, debemos defender como nuestro.
En nuestra historia
estamos nosotros mismos: si no nos conocemos ¿qué esfuerzos tenemos que escudar
y quién nos amparará? Los ideales vacíos son el producto de generaciones de
superficialidad y despreocupación, ¡no nos permitamos caer en la retórica del
tirano! Todos para uno y uno para todos.
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